
Las elecciones presidenciales portuguesas se celebrarán en medio del pico de la pandemia. Ni el presidente saliente, Marcelo Rebelo de Sousa, él mismo enfermo de coronavirus, ni el Gobierno ni los partidos han reivindicado el aplazamiento de los comicios previstos para el próximo domingo, día 24.
La política portuguesa, que desde hace años viene ofreciendo una imagen seria y solvente, comparte la idea de que cumplir las previsiones es muy importante y los principios constitucionales deben ser respetados por encima de otras contingencias.
La estructura política portuguesa es semi presidencialista. El poder se divide entre el presidente, electo para cinco años y un máximo de dos mandatos, el Parlamento unicameral y el primer ministro, elegido por la Cámara, pero con el necesario respaldo del presidente, que puede destituirlo en cualquier momento.
Las relaciones entre ambos mandatarios son fundamentales y en los últimos años han sido modélicas a pesar de pertenecer a partidos diferentes y tradicionalmente enfrentados: el Partido Socialista (PS) y el Socialdemócrata (PSD), liberal a pesar de su nombre.
Serán unas elecciones que, por primera vez, ofrecen poca expectación y no sólo por la situación crítica que implica la pandemia, sino por la mínima sorpresa que puede ofrecer el resultado. Aunque en los últimos meses su popularidad ha descendido cuatro puntos, las encuestas dan como vencedor en la primera vuelta al actual presidente, Marcelo Rebelo de Sousa con un 65% de los votos.
La popularidad que en estos años se granjeó Rebelo de Suosa (de 72 años, hijo de un exministro de Salazar, periodista y profesor) carece de precedente. Y lo más admirable que destacan los que siguen de cerca la política portuguesa es la colaboración que mantiene con el primer ministro, que tan buenos resultados ha venido obteniendo.
La lista de candidatos es amplia, pero apenas a tres les conceden las encuestas resultados significativos. El Partido Socialista, en el Gobierno presidido por António Costa, por primera vez no ha presentado candidato oficial. Ante el excelente entendimiento con el presidente, el líder y primer ministro ha renunciado a hacerlo.
El PS entrará en la competición de manera testimonial con una candidata prestigiosa, la actual comisaria portuguesa en la Comisión Europea, Ana Gomes, de 65 años. Se trata de una economista prestigiosa que está haciendo un buen trabajo en Bruselas. Competirá con Rebelo de Sousa como socialista, pero sin representar al partido. Las encuestas le dan un 17%.
El tercer candidato con posibilidades de obtener resultados de dos dígitos es André Ventura, del partido de ultraderecha Chega, encuadrado en la generación de partidos ultras que han surgido en los últimos años en Europa. Chega ya consiguió un diputado en las anteriores legislativas y un buen resultado en las regionales de las Azores que le ha dado acceso al Gobierno insular.
Ventura tiene 37 años, carece de experiencia política, pero su exaltación nacionalista y ultraconservadora le está proporcionando apoyos. Las encuestas le dan un 9% y su ambición es superar el resultado de Ana Gomes y quedar como el segundo partido. La duda que ofrece la abstención en un momento como el actual existe, aunque los sondeos anticipan que la participación no se resentirá.
Un elevado porcentaje de votantes afirman que irán a las urnas con mascarilla y guardando todas las previsiones necesarias para evitar el contagio del virus maldito. Quizás porque ha sufrido tantos años de dictadura, Portugal es uno de los países europeos donde la democracia está mejor valorada y respetada.