Opinión

Senegal: se reactiva el conflicto independentista de Casamanza

photo_camera Senegal

El viejo conflicto independentista de la región senegalesa de Casamanza, el más viejo de cuantos permanecen activos en África, ha vuelto a activarse en las últimas semanas. Estalló en 1983, tras fracasar el intento por conseguir la autonomía, que algunos líderes y caciques locales venían reclamando prácticamente desde que el país consiguió su independencia de Francia, en 1960. 

Casamanza está al sur de Senegal entre Gambia y Guinea Bissau, vecinos que veían con buenos ojos las pretensiones de los rebeldes y todavía son el refugio de los exiliados que huyen cada vez que se reanudan las escaramuzas armadas. Casamanza había sido parte del imperio colonial portugués antes del acuerdo de fronteras con Francia. De aquellos años en que formaban parte de Guinea Bissau heredaron la mezcolanza de idioma creole que se habla, así como muchos nombres y apellidos.

Es una región rica, aunque el conflicto ha frenado su desarrollo continuamente, de próspera agricultura y reservas pesqueras, y con potencial en atractivos turísticos apenas explotados. Sus playas en el Atlántico están consideradas entre las más bonitas de África lo cual se complementa con un clima muy confortable todo el año.

Las ambiciones independentistas se convirtieron en un conflicto abierto en 1982, hace 38 años, cuando jóvenes independentistas asaltaron la residencia del gobernador y crearon el Movimiento de las Fuerzas Democráticas (MFDC), que desde entonces viene provocando actos terroristas y enfrentamientos armados que ya dejaron más de 3.000 muertos.

Es una guerra de baja intensidad, que se mantiene latente algunas temporadas y emerge de nuevo de vez en cuando. Las negociaciones entre los disidentes y el Gobierno senegalés consiguieron algunas breves etapas de tregua, aunque siempre se acababan rompiendo como consecuencia de la postura de los propios independentistas. Las delegaciones negociadoras del MFDC eran los independentistas no violentos que viven en el territorio.

Los violentos, que son los que se acaban imponiendo y desautorizando a los negociadores pacíficos, integran un brazo armado, un pequeño Ejército de unos 2.000 hombres que viven ocultos en los bosques y son los que siembran el terror. Cuentan con la estructura operativa de los maquis y artillería, según se desprende de un alijo de cañones iraníes destinados a ellos que fue descubierto en Nigeria.

Ningún país europeo y apenas otros movimientos separatistas del continente les proporcionan armas o ayuda económica. Pero su capacidad de resistencia es grande y en los combates abiertos demuestran buena preparación. De todas formas, la mayor parte de sus golpes son atentados terroristas y caminos minados en las pésimas vías de comunicación, lo cual dificulta las comunicaciones terrestres tan importantes para el crecimiento económico.

La relación con las autoridades de Dakar ha sido errática como consecuencia de los cambios políticos que se han venido sucediendo en Senegal. El actual Gobierno, presidido por Macky Sall, ha optado por incrementar las inversiones en infraestructuras con el objetivo de convencer al millón de habitantes de que su región no está abandonada, el argumento que le proporciona simpatías al MFDC.