España ausente del debate sobre la lucha contra el terrorismo

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Ningún país europeo batirá en solitario el terrorismo yihadista, un veneno que lleva ya muchos años infectando nuestras sociedades. Ni siquiera España pudo sola contra el terrorismo etarra, mucho más circunscrito territorialmente. Sólo cuando Francia tuvo el valor de dejar de ser un santuario para los que atentaban en nuestro país, se pudo doblegar al hacha y la serpiente. La colaboración policial entre ambos países fue lo suficientemente clave, y es lo relativamente reciente, como para haber dejado muchas lecciones aprendidas al respecto de cuestiones como el intercambio de información, las consecuencias de la no existencia de fronteras interiores, los flujos de financiación etc, etc. Por eso es remarcable que España no esté teniendo una voz con autoridad en este debate sobre las medidas antiterroristas, una discusión que ha vuelto a las instituciones europeas días después de que se produzcan varios atentados en suelo comunitario. Y esta ausencia se debe a cuestiones políticas: o bien España, siempre sobrepasada por sus cuitas internas, no alza la voz y reclama su posición, o bien Francia no ha visto en España un aliado de primer orden, al menos desde el punto de vista político, a este respecto. Quizás, y esto sería lo peor, confluyan ambas cosas. 

España es el país europeo con la legislación y la justicia más adaptadas para la lucha contra el fenómeno terrorista – la policía belga, por ejemplo, no pudo acceder a la vivienda de Salah Abdeslam, uno de los terroristas huidos del atentado de Bataclán, al no poder realizar registros entre las 21 y las 05 horas –. Otro ejemplo es que, hasta 2016, sólo España, Franca e Italia contaban con legislación específica en materia de terrorismo. Nuestro país, además, cuenta con unas Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado con una larga, y triste aunque victoriosa, trayectoria en la lucha contra el terrorismo. Los Grupos de Acción Rápida (GAR) de la Guardia Civil con los que se ha combatido a la banda terrorista ETA durante años, lideran la formación de unidades antiterroristas en los países del Sahel con las que combatir el yihadismo. España es también uno de los países más activos en cuanto a la persecución de delitos relacionados con el terrorismo, como la propaganda o el adoctrinamiento. En 2019, sólo Francia superó a España en número de detenciones vinculadas al terrorismo yihadista (202 frente a 56), y ambos encabezan la lista de países que más víctimas mortales han sufrido en los últimos años, ya sea por la particularidad del terrorismo yihadista, o por el terrorismo en general. En definitiva, España debería ser un actor ineludible en Europa a la hora de tratar la lucha contra el terrorismo de cualquier corte, pero también, especialmente, el de etiología yihadista.

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Por todo esto, el bagaje propio de España en la lucha antiterrorista, pero también las relaciones de colaboración con nuestro país vecino en esta tarea, sorprende la ausencia de España en la reciente reunión a seis, previa a la próxima cumbre europea en la que estas cuestiones serán debatidas a fondo. A esta minicumbre, han asistido además de Macron, Kurz y los representantes europeos Von der Leyen y Charles Michel, la canciller alemana Angela Merkel y el primer ministro neerlandés Rutte. España, por tanto, vuelve a quedarse fuera de esas discusiones que marcan luego la agenda durante el desarrollo de la cumbre europea al completo. Lo hace, además, en un tema en el que ya no sólo debe estar por su autoridad y experiencia en la materia, sino porque nuestro país es el único con frontera física con el continente africano, y una de las principales rutas de entrada por vía marítima al continente europeo. Destaca también la ausencia de Italia, país desde el que accedió a suelo francés el terrorista de Niza, y a cuyas aguas llegan numeras embarcaciones que parten desde costas como la libia, donde el terrorismo ha tenido una importante presencia. No contar con los países mediterráneos en un tema en el que la cuestión migratoria tiene bastante impacto, como se ha visto recientemente, y en el que además España es, junto a Francia, una de las principales afectadas por el terrorismo, es un error flagrante, no sólo de Macron, sino de los líderes de las instituciones europeas.

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Ante las propuestas francesas de repensar el espacio ‘Schengen’ o, más bien, las fronteras exteriores de este espacio y la posible ampliación del papel de la agencia Frontex, cabe preguntarse por qué ni España, ni Italia – además de Grecia –, han sido invitados a la discusión previa sobre estos aspectos, y se les enmarca dentro del resto de países europeos que, bien por su tamaño, por su localización o por la “reducida” amenaza que el terrorismo, y en particular el terrorismo islamista, representa, tienen un papel secundario, aunque necesario, en este debate. Otras medidas como la presentada por Alemania de restringir la entrada de imames extranjeros y tutelar la formación religiosa de estos líderes religiosos, tendrán un mayor impacto si son coordinadas con el resto de países. Esa coordinación y acción conjunta mandaría un claro y contundente mensaje a aquellos países que fomentan el proselitismo radical del islam y que llevan a cabo una más que comprobada injerencia en las comunidades musulmanas presentes en nuestro continente. Para lograr esto, no contar con Italia, y sobre todo con España, es el primer gran error.