El despertar del problema libio

El mariscal de campo  libio Khalifa Haftar,  durante una ceremonia de recepción a su llegada a un aeródromo militar de Moscú el 26 de septiembre de 2023 - AFP / PÁGINA DE FACEBOOK DEL COMANDO GENERAL DEL EJÉRCITO NACIONAL LIBIO
El mariscal de campo  libio Khalifa Haftar,  durante una ceremonia de recepción a su llegada a un aeródromo militar de Moscú el 26 de septiembre de 2023 - AFP / PÁGINA DE FACEBOOK DEL COMANDO GENERAL DEL EJÉRCITO NACIONAL LIBIO
El hecho de que la atención internacional este monopolizado por la guerra en Ucrania y el conflicto en Gaza ha ayudado a crear un vacío de atención a Libia, que se utiliza tanto por los actores políticos locales como por sus aliados regionales e internacionales para ampliar su influencia

Uno de los principales beneficiarios del conflicto es el general Khalifa Haftar, quien podría emerger como vencedor de la crisis actual. El objetivo del comandante del Ejército Nacional Libio es hacerse con el control del país y establecer un régimen militar en el que su clan domine política y económicamente.  

Tras casi cuatro años de perfil bajo, Libia parece que vuelve a las andadas. Después del alto el fuego y la formación de un Gobierno de unidad en el marco del Proceso de Berlín 2020/2021, surgió la esperanza de una unificación de las instituciones estatales y una estabilidad sostenible. Sin embargo, estas expectativas se esfumaron tras el fracaso de las elecciones de finales de 2021 y la aparición de un Gobierno paralelo en Bengasi en febrero de 2022. La Misión de las Naciones Unidas en Libia (UNMIL) hasta ahora no ha logrado avanzar en el proceso electoral y unificar el país, aunque la comunidad internacional parece aceptar, por ahora, la frágil estabilidad como el mal menor. 

Desde entonces, un acuerdo entre los bandos rivales ha permitido una fase de relativa estabilidad. El acuerdo es débil y los acontecimientos se suceden conformando una nueva situación en el Este de Libia, que dominada por el general Haftar y sus aliados, debilitan al actual gobierno de unidad nacional del primer ministro Abdul Hamid Dbeibah, en Trípoli. El caso en litigio es la distribución de los ingresos procedentes del petróleo y la expansión de la influencia territorial. 

A principios de agosto, con el pretexto de la seguridad nacional y la necesidad de protección de la frontera sur del contrabando y la migración ilegal de los países vecinos, el Ejército Nacional, liderado por el hijo de Haftar, desplegó en el suroeste, cerca de la frontera con Argelia, donde se encuentra uno de los mayores yacimientos petrolíferos del país e importantes rutas de contrabando.  

El núcleo del problema es la lucha por el poder en Trípoli que ha reconfigurado las alianzas políticas de Libia y ha ayudado a la familia Haftar a obtener fondos sin precedentes para distribuir favores. Los Haftar han demostrado ser expertos en explotar esa grieta, entre el aparentemente inamovible gobernador del banco central, Siddiq Kabir, y Dabeiba, o mejor su sobrino, Ibrahim, a quien muchos consideran el verdadero agente de poder detrás del Gobierno de Trípoli. Como resultado de esa lucha, la hemorragia de fondos estatales está empeorando, los hijos de Haftar están consolidando su poder y, en última instancia, el precario equilibrio que ha mantenido la calma en Libia durante la última década podría desmoronarse. 

Haftar y su clan han logrado ampliar aún más su poder económico y militar en los últimos años. Además de la financiación oficial del banco central, parece haber fuentes ilegales para este esfuerzo. El general, recibió extraoficialmente parte de la producción de petróleo, que se introduce de contrabando en los países vecinos, dado que las tropas de Haftar controlan las rutas migratorias y las minas de oro en el sureste de Libia. Al controlar los lucrativos proyectos de reconstrucción en Libia, la familia de Haftar se asegura una participación en los beneficios y las inversiones de la empresa. Además de las empresas turcas y egipcias, también se interesan por la reconstrucción de Bengasi inversores de Emiratos Árabes Unidos. 

Haftar recibe apoyo de aliados regionales e internacionales. Egipto, al recibir a Usama Hammad, jefe del Gobierno del Este de Libia, el 11 de agosto, se arriesgó a una crisis diplomática con Dbeibah, que considera su Gobierno el único oficialmente reconocido. La medida se produjo al mismo tiempo que tenía lugar el acercamiento diplomático entre Egipto y Turquía, uno de los principales patrocinadores del Gobierno Occidental. Aunque Turquía se ha comprometido a suministrar al Gobierno de Trípoli sistemas modernos de defensa aérea, a la vez que le pide que reduzca la tensión, es probable que este apoyo sea efímero si afecta a las relaciones de Ankara con El Cairo. 

El valor geopolítico de Libia hace que Haftar siga recibiendo apoyo militar de Rusia. A principios de 2024, Rusia ha fundado el “Cuerpo de África”, panafricano, con unos 45 mil combatientes para reemplazar al Grupo Wagner y proteger los intereses regionales rusos. Además del control militar de las rutas de contrabando, tiene como cometido asegurar las fuentes de recursos como yacimientos de petróleo y gas, así como minas de oro y diamantes en África. Una estrecha relación con Rusia fortalece la posición negociadora de Haftar en Libia a la vez que en las próximas décadas limita significativamente la capacidad de Europa para actuar en África, especialmente en lo que respecta a los refugiados y la migración. 

La lucha por el poder por puestos clave en el Estado libio alcanzó su clímax cuando el Consejo Presidencial ordenó la destitución de Sediq al-Kebir , el influyente gobernador del Banco Central. Como resultado, se detuvo la producción en varios yacimientos petrolíferos como medio para ejercer presión sobre esta decisión. Desde entonces, la producción y las exportaciones de petróleo se han desplomado masivamente y la crisis socioeconómica de los libios ha empeorado. Además, el conflicto por el nuevo gobernador provocó cuellos de botella de liquidez en los bancos. Todo esto aumentó la presión sobre el Gobierno de Dbeibah, que no ha logrado mejorar significativamente las condiciones de vida de la población desde su fundación en 2021. En cambio, Dbeibah ha redistribuido recursos estatales mediante el nepotismo y la corrupción en favor de su clan y la élite de Trípoli para asegurar su posición de poder. 

Libia es una bomba de tiempo, un elemento conflictivo a añadir a la zona MENA.