La mano tendida de Riad a Teherán

Arabia Saudí podría haberse limitado, en la reciente cumbre extraordinaria árabe-islámica de Riad, a denunciar las graves violaciones cometidas por Israel contra los palestinos y los libaneses.
De hecho, los dirigentes del mundo árabe e islámico se habían reunido con este fin específico en el marco de su ejercicio de solidaridad. La mayoría de ellos eran muy conscientes de que dicha reunión no cambiaría mucho el comportamiento de Israel ni alteraría su conducta bélica en la región. No se esperaba ningún cambio mientras el gabinete de guerra israelí viera que había llegado el momento de introducir cambios sobre el terreno.
Israel, y tras él Estados Unidos y Occidente, se dieron cuenta de que el 7 de octubre de 2023 era un momento decisivo que no difería en su impacto de las guerras de 1948 y 1967, al menos regionalmente. Al igual que dibujó el mapa de su Estado independiente, en 1948, basándose en las disposiciones del Mandato Británico, Israel dibujó a continuación el mapa del Gran Israel ocupando Cisjordania (especialmente Jerusalén Este), la Franja de Gaza, los Altos del Golán y el Sinaí en 1967. Ahora está dibujando el mapa de la seguridad israelí y lo que considera los contornos de sus zonas de seguridad autodefinidas.
Se puede decir que algunos rasgos de este mapa de seguridad se esbozaron en 1981, cuando los israelíes atacaron el reactor nuclear iraquí y luego invadieron el Líbano en 1982.
Pero el factor iraní se deja sentir ahora más que nunca, sobre todo desde que Teherán se ha esforzado por asegurarse de que forma parte de cualquier cambio regional. La acción militar dio a los israelíes sus fronteras de 1967, mientras que los iraníes se han movido y han alcanzado sus fronteras de 2003-2011 tras la caída de Bagdad y el estallido de las guerras civiles árabes. Éstas fueron aprovechadas por los Hermanos Musulmanes e Irán para cosechar las ventajas de las que disfrutan hoy. Muchos habían previsto lo que finalmente ocurrió. Los planes iraníes pretendían aprovecharse de las guerras civiles árabes en el Líbano, Gaza, Siria, Yemen e Irak. Lo que sin embargo no previeron ni Irán, ni los Hermanos Musulmanes ni los árabes, fueron las lecciones aprendidas por Israel de la guerra de 2006 en el Líbano. En consecuencia, los israelíes se prepararon para librar su futura guerra basándose en su efecto destructivo y no haciéndose eco de las tácticas de intimidación que los regímenes árabes y los iraníes habían practicado.
Menos de una semana después del “Diluvio de Al-Aqsa", los israelíes lanzaron su devastadora guerra en Gaza. Hamás puso patas arriba la estratagema de la guerra de 2006 entre Hezbolá e Israel. Lo mismo hizo Hezbolá. Ambos se prepararon para luchar sobre esa base. Ahora todos sabemos que lo primero que hicieron los israelíes fue destrozar ese plan de batalla y diseñar algo totalmente distinto basado en un enfoque psicológico y militar sin límites. Israel ni siquiera pensó en sus propios ciudadanos en su represalia por el asalto del “Diluvio de Al-Aqsa". Por eso, cientos de israelíes y extranjeros siguen cautivos de Hamás y la Yihad Islámica. En lugar de eso, Israel dejó que Hezbolá les “intimidara” amenazando con destruir, bombardear y matar. Luego asestaron su segundo golpe devastador al lanzar sucesivos ataques contra Hezbolá, seguidos de un ataque contra Irán.
Ahora, ni el más leal de los individuos o devotos de Hassan Nasrallah se atrevería a colgar sus carteles en los suburbios de la capital libanesa. Los chiíes libaneses han sustituido todas sus exigencias anteriores por una sola: simplemente un alto el fuego. Dicen que, aunque no esperan apoyo militar de Irán (aunque evitan la palabra “traición”), esperan que los iraníes tomen la iniciativa para compensarles por sus pérdidas y ayudarles a reconstruir lo destruido por la guerra (mientras cuentan a los civiles y combatientes de Hezbolá muertos como mártires en el Paraíso).
Algunos de mis amigos libaneses no dudan en insinuar que si Irán se abstiene de compensarles o ayudarles a reconstruir lo que Israel ha destruido, significaría que la procesión Hezbolá-Irán, en marcha desde 1982, habría terminado de hecho.
Pero ¿quién compensará a los libaneses? Se supone que serán los países árabes del Golfo y algunas naciones occidentales. Pero los Estados del Golfo no parecen entusiasmados con tales iniciativas. ¿Quién compensará a los palestinos? Se supone que los países suníes en general y los fondos de reconstrucción occidentales ofrecerán la compensación. Pero ¿tienen sentido las compensaciones y los esfuerzos de reconstrucción si otro Sinwar puede levantarse y lanzar una nueva guerra, similar al asalto del 7 de octubre, dentro de cinco o diez años?
Si los israelíes quieren castigar a los palestinos por la desventura del “Diluvio de Al-Aqsa", los árabes en general y los Estados del Golfo en particular quieren que los palestinos reconsideren su postura sobre la guerra y la paz y sobre los acuerdos de paz, y que eviten repetir lo que han provocado el Sinwar de Hamás o el Netanyahu de Israel.
Resulta ciertamente difícil imaginar que Irán se implique en la compensación a los palestinos, porque al hacerlo estaría admitiendo su culpabilidad y que había alentado al Hamás de Sinwar a lanzar su ataque.
Esto nos lleva de nuevo a la cumbre árabe-islámica de Riad. En la cumbre no hubo ningún debate serio sobre el Líbano, Gaza o el día después de la guerra. Lo más destacado fue la postura saudí de culpar a Israel de atacar a Irán.
Mientras las cuestiones de Hamás, Hezbolá, los hutíes y las Fuerzas de Movilización Popular estuvieran en manos de Irán, ¿por qué no dar a los iraníes una oportunidad de salir de su aprieto; entregándoles una escalera para bajar de la copa del árbol en el que se han encallado?
No cabe duda de que a los dirigentes iraníes les sorprendió lo que dijo el príncipe heredero saudí Mohamed bin Salman durante la cumbre. No tenía ninguna obligación de desviarse de las narrativas habituales de las cumbres árabes e islámicas. Pero Mohamed bin Salman hizo exactamente eso. Fue lejos, quizás incluso más lejos de lo que los círculos de decisión iraníes cercanos a los saudíes jamás imaginaron. He aquí a Arabia Saudí condenando el ataque israelí contra Irán y empujando a los participantes en la cumbre a adoptar su postura. Las reacciones de los medios de comunicación iraníes reflejaron la conmoción de Teherán ante la postura saudí.
Los máximos responsables iraníes deben lamentar la ausencia en la cumbre de su nuevo presidente, Masoud Pezeshkian. ¿Se trata de una nueva Arabia Saudí que quiere animar a los iraníes a cambiar sus posiciones en la región después de que Teherán haya probado la retórica estridente, los misiles hipersónicos y el ataque a tal o cual objetivo?
Permitir que Irán desarrolle armas nucleares parece poco probable, mientras que cientos de misiles y aviones no tripulados han fracasado por completo en su intento de causar algún efecto sobre los israelíes. Irán aún podría causar daño si quisiera. Incluso podría provocar una crisis con los Estados del Golfo y luego lanzar sus misiles y aviones no tripulados contra las naciones árabes del Golfo. Pero si lo hiciera, sólo provocaría más ataques de represalia por parte de los Estados del Golfo y sus aliados. Además, no conseguiría gran cosa con sus ataques con misiles o aviones no tripulados. Rusia y Ucrania han estado intercambiando misiles y aviones no tripulados a diario, sin ningún impacto real en el curso de su guerra. Occidente, Israel y los Estados del Golfo pueden soportar la sangría material (pero quizá no la psicológica) de esos ataques, pero ¿cuánto puede soportar Irán?
Ya no hay frente militar en Gaza. A Hezbolá le resulta difícil arrastrar a los israelíes a un enfrentamiento sobre el terreno como para repetir los escenarios bélicos anteriores a la retirada israelí en 2000 o los de la guerra de 2006. El régimen sirio conoce muy bien sus límites y no está dispuesto a implicarse en un nuevo conflicto. Las probabilidades de que alguien en Israel sea alcanzado por drones yemeníes o iraquíes lanzados una o dos veces por semana, son similares a las probabilidades de que un edificio sea alcanzado por un rayo durante una tormenta eléctrica.
Irán todavía tiene que tomar una decisión. Los oficiales de la Guardia Revolucionaria saben exactamente lo que ocurrió cuando dispararon sus misiles contra Israel y cuando Israel golpeó objetivos militares iraníes. Ahora sólo tienen dos opciones. Seguir cumpliendo las órdenes del líder supremo Alí Jamenei y sufrir las represalias israelíes (y quizá occidentales), o neutralizar efectivamente a la institución dirigida por Jamenei y actuar para salvar a Irán por su propio bien. Si eligen este último camino, pueden mirar la escalera saudí que se les ha tendido para bajar desde lo alto el árbol del que no saben cómo descender.
Haitham El Zobaidi es editor ejecutivo de la editorial Al Arab.