
En Irán, 333.000 personas caen por debajo del umbral de la pobreza cada mes. La cifra significa que cuatro millones de personas han caído por debajo del umbral de la pobreza en un año. Según el informe del Ministerio de Trabajo, Cooperación y Bienestar Social "Seguimiento de la Pobreza de 2020", alrededor de 26 millones de personas estaban por debajo del umbral de la pobreza en 2019. Al parecer, en 2021, esta cifra había alcanzado los 30 millones.
En ocasiones, el régimen y sus grupos de presión sugirieron que las penurias económicas y la pobreza sin precedentes del pueblo iraní en un país rico en minas y reservas se debían a las sanciones impuestas. Sin embargo, la caída del valor del rial (la moneda de Irán) frente al dólar estadounidense en los últimos 40 años demuestra que el empeoramiento de la economía iraní se ha convertido en una tendencia constante. A pesar del considerable dinero que se obtiene del petróleo de Irán, la economía no ha mejorado. Al contrario, ha sido saqueada, especialmente en los últimos años.
¿Por qué el régimen iraní ha retrasado las conversaciones nucleares durante más de seis meses con diversos pretextos o no ha conseguido llegar a un acuerdo en las últimas negociaciones para aliviar las sanciones? Aunque no se puede negar el efecto de las sanciones sobre la economía iraní, éstas no son la causa principal de los retos y carencias económicas de Irán. Los dirigentes del régimen son muy conscientes de que, si llegan a un acuerdo con los países occidentales, al menos podrían vender su petróleo y obtener ganancias. Sin embargo, el régimen iraní no parece muy dispuesto a llegar a otro acuerdo. ¿Por qué no?
La prioridad del régimen iraní no es la economía ni el pueblo empobrecido de Irán, sino sus ambiciones nucleares, que se consideran clave para la supervivencia del régimen. La fabricación de la bomba atómica es lo que garantiza su supervivencia. Para entender dónde están las lealtades del régimen, consideremos el presupuesto de Ebrahim Raisi presentado al Parlamento de Irán para su consideración y aprobación. El presupuesto favorece en gran medida a la CGRI del régimen y a otras entidades de seguridad, aumentando su financiación en la friolera de un 240%. Este enorme aumento se justifica con el pretexto de la defensa contra Estados Unidos e Israel. Para limitar aún más los derechos del pueblo iraní, la fuerza policial de Irán se ha puesto al nivel del CGRI.
Irán tiene ahora dos ministerios de Información diferentes y paralelos, uno dirigido por la CGRI y otro por el Gobierno. Pero todo el mundo sabe que todas las maniobras están destinadas a combatir la situación explosiva de la sociedad iraní. Un ejemplo: decenas de miles de fuerzas represivas han sido enviadas desde todo Irán para sofocar las recientes protestas pacíficas en Isfahan por la escasez de agua. Se ignora el bienestar del pueblo de Irán.
Este régimen ha vinculado su destino y supervivencia a la posesión o fabricación de una bomba atómica y no está dispuesto a abortar esta intención. Cualquier retroceso en las intenciones nucleares del régimen, en su programa de misiles y en su influencia regional equivale a romper el vaso de la vida del régimen. La compra de tiempo y las tácticas de intimidación por parte de Irán pretenden convencer a los países del 5+1 para que revitalicen el JCPOA de 2015 sin cambios. En términos sencillos, Irán quiere beneficiarse vendiendo su petróleo libremente y escapar de cualquier cambio en su infraestructura nuclear, su programa de misiles o su influencia regional.
A primera vista, las razones económicas parecían desempeñar un papel subyacente en el levantamiento de mediados de febrero de 2019. Sin embargo, un análisis sociológico muestra que las razones políticas desempeñaron un papel mucho más significativo en la formación de las protestas. Todos los indicios indicaban que se había formado una nueva clase social dentro de la sociedad, que es muy consciente de sus demandas y expectativas.
Más concretamente, los creadores de las protestas de 2019 fueron los pobres urbanos y las capas inferiores de la clase media. La clase media, cada vez más pobre en Irán, siempre ha poseído una naturaleza rebelde. Los miembros de esta clase suelen ser educados e incluso tienen títulos universitarios. Tarde o temprano, llegará la época posterior a la coronación cuando la gente vuelva a centrarse en sus necesidades económicas y sociales básicas, lo que hará que se reanuden las protestas.
En las recientes negociaciones de Viena, Irán está tratando de obtener el mayor número de incentivos posible sin ceder mucho. Es decir, mantener su estructura nuclear y continuar con sus misiles e influencia regional. Sin embargo, el régimen puede no ser consciente de que el tiempo no está a su favor. La desastrosa situación económica creada por los mulás está llevando a más de cuatro millones de personas a una penuria económica insoportable cada año; se trata del ejército de los hambrientos y los desempleados. El levantamiento de 2019 demostró que el ejército de los hambrientos estaba en movimiento. Además, los levantamientos de Juzestán, Baluchistán e Isfahan han hecho sonar las alarmas del régimen. ¿Puede el régimen iraní superar el tiempo?
El régimen iraní se encuentra en un punto muerto y tiene dos opciones. La primera opción es cumplir con las exigencias de la comunidad internacional y renunciar a su influencia regional y a la adquisición de armas nucleares -lo que parece muy poco probable-, en cuyo caso, según Jamenei, debe rendirse sin tregua. Es decir, responder a cuatro décadas de represión y brutalidad. En este caso, el Líder Supremo de Irán, que hasta ahora se ha movido sobre los dos pilares de la influencia regional y el terrorismo en el exterior y la represión en el interior, no tiene más remedio que derrumbarse. La segunda opción es que si el régimen no cumple con el 5 + 1, entonces está destinado a producirse otro levantamiento, cien veces más intenso y extendido que el de 2019.