
Intervención de Ignacio Ortiz, vicepresidente del Fórum Canario Saharaui, en el "I Encuentro sobre medios y sociedad" celebrado el pasado 24, 25 y 26 de febrero en la ciudad de El Aaiún (Marruecos). Organizado por la Federación Marroquí de Editores de Periódicos (FMEJ), la conferencia se tituló "La vecindad natural y las perspectivas prometedoras entre Marruecos y España".
Me pidieron que hablase del papel de los medios en España, en relación con el tratamiento de la información en relación con la cuestión del Sáhara en general, la autonomía del territorio y demás temas relacionados. Pese a no tener una formación periodística como tal, ya que soy politólogo de formación, como conocedor de esta cuestión y asimismo como colaborador en distintos medios sobre este tema, intentaré dar mi punto de vista en la medida de lo posible desde otra perspectiva. Este punto de vista podría ser perfectamente extrapolable a otros ámbitos como el político o el académico, pero como quiera que el tema a tratar de estas conferencias era el mediático, me centraré pues en ello de manera más específica.
En España, tradicionalmente, una amplia mayoría de los medios de comunicación se han alineado y han asimilado las tesis del Polisario como verdades absolutas con un dogmatismo inaudito, fuera de lo común. Lo han hecho prácticamente sin ningún tipo de fisuras ni un mínimo atisbo de crítica hacia un grupo y unos dirigentes que acumulan ya innumerables motivos y hechos delictivos que debieron ser objeto de denuncia durante décadas, todas ellas obviadas en los medios españoles debido a motivos varios: desde determinados posicionamientos ideológicos o aversiones a nuestro querido vecino marroquí (de las que a continuación hablaremos), también porque no decirlo, ciertas dosis de ignorancia en el tratamiento de esta cuestión, y asimismo una estrategia de comunicación y puesta en escena polisaria, basada en el victimismo, que consiguió arraigar y tener un relativo éxito en nuestro país.
A esto también contribuyó que, hasta 2021, el tratamiento de este tema, por regla general y salvo contadas excepciones, era bastante residual en España, ni acapara portadas ni abre telediarios. No ha sido un tema de primer orden en la agenda de los medios españoles. Y, pese al pasado común que nos une, hay que reconocer que existía (y existe) un desconocimiento generalizado en la opinión pública española sobre esta cuestión más amplio del que sería deseable. Y, porque no decirlo, también existe un desconocimiento y/o confusión en la historia y desarrollo de esta cuestión desde 1975, así como sobre el papel de las partes implicadas, donde por sistema hay una fijación a representar a unos como malos y a otros como buenos. Una narrativa que conviene y que encaja dentro de mostrar a Marruecos como un enemigo intrigante y al Polisario como la víctima propiciatoria.
Efectivamente, el Polisario supo instalar tiempo atrás un relato en la opinión pública, especialmente la española, utilizando a lo largo de los años el disfraz de victima que en realidad le corresponde a la población a la que dice representar, un disfraz que asimismo le ha ayudado a deformar los orígenes y evolución del conflicto e instalar una narrativa histórica distorsionada en España a través de su relación con los medios. Que quede claro, sus dirigentes no son víctimas, en todo caso verdugos, y en esa asociación ilícita entre Polisario y victimismo, en ese juego de la confusión se instalaron cómodamente los dirigentes de este grupo, sabiendo exportar ese mensaje hasta el punto de que, a base de repetir mil veces una mentira, acabaron por convertirla en verdad. Y donde ha llegado un momento en el que han conseguido que mucha gente fuera de Marruecos inconscientemente confunda población saharaui (la que sufre) con el Polisario (el que vive bien, gobierna con mano de hierro e incluso hace sufrir). Aunque la forma en la que llega esta narrativa a la gente difiere dependiendo del difusor del mensaje o su línea editorial. Y me explico.
Por un lado, tenemos a los medios con una línea editorial progresista o tradicionalmente de izquierdas (y por extensión sus consumidores), que siempre les dieron soporte y altavoz mediático. En origen por esa afinidad que tenían con el Polisario en sus comienzos, cuando estos abrazaban el marxismo-leninismo, y por aquella cosa romántica de los movimientos de liberación nacional de la época y la pretendida sociedad igualitaria que prometían.
Como es sabido, fiel a sus sueños panarabistas, Gadafi alentó, financió y, por supuesto, armó al Polisario en sus orígenes. Convirtiéndolos en una banda armada que luchaba por un independentismo fake o artificial, pero que resultaba interesante para la izquierda española, que veía en ello un reflejo de sus anhelos, pese a que estaban sumidos en la ignorancia acerca de quiénes eran o de dónde procedían muchos de estos pioneros del Polisario, o si representaban a alguien dentro de la estructura social saharaui dentro de los límites de la entonces colonia española. Y después llegó Argelia, considerada entonces por la izquierda y sus líderes de opinión europeos y españoles como un país progresista embarcado en una revolución a varios niveles. Es cuando esa izquierda española relaciona ese romanticismo revolucionario en apoyo de Argelia y el Polisario, con su lucha contra los restos del recién acabado franquismo.
Todo ello resultó de lo más conveniente para la retórica de algunos medios de comunicación y líderes de opinión españoles en la cuestión del Sáhara Occidental. Y por extensión para el asentamiento del relato victimista del Polisario al que antes me refería. Este enfoque ha permanecido inalterable con el paso de los años. Para esa izquierda, y su brazo mediático, el Polisario no ha hecho ni hará nunca nada mal, eso ni se plantea. Ni se preguntan qué ocurre en los campamentos, si se comete algún abuso, si se respeta los DDHH o si se somete a algún tipo de rendición de cuentas. No, porque para ellos todo lo malo que ocurre con respecto a este tema procede de Marruecos. Es una militancia absolutamente sectaria.
Paralelamente a estos, nos encontramos con los apoyos desde los distintos independentismos y nacionalismos periféricos que tenemos en España, especialmente en los casos del País Vasco, Cataluña y, por supuesto, Canarias. Estos actúan de la misma forma que los anteriores, además por la afinidad que les confiere compartir anhelos independentistas.
Por otra parte, nos encontramos con una derecha mediática que (salvo honrosas excepciones) desde un prisma de cierta exaltación nacionalista, promueven la polémica y destilan aversión hacia todo lo que suponga un acercamiento con Marruecos. Son aquellos amigos del “cuanto peor, mejor” hacia todo lo marroquí. Son los mismos que por ese motivo evitan también pronunciarse en la cuestión del Sáhara de manera favorable a una solución pacífica como la autonomía, pasando de puntillas por este tema o directamente posicionándose en contra, pese a que ello conlleve indirectamente un apoyo tácito a las tesis del Polisario. Parece que en este caso se olvidan de los vínculos y amistades de estos últimos con el social-comunismo internacional, representado por ejemplo por Cuba y Venezuela, y que para otras cuestiones tanto les gusta recordar. Una detestable doble moral.
Habría que profundizar mucho más para comprender la actitud de estos medios y opinadores conservadores, los cuales prefieren la permanente tensión entre nuestros países a la colaboración y las relaciones de buena vecindad. El reflejo de este sector mediático a veces peca de cierta dosis de nostalgia, arrogancia colonial y una correspondiente antimarroquinidad bien arraigada en su subconsciente, como si de una herencia ancestral se tratase. Algo que, por lógica, se ve reflejado asimismo en buena parte de los consumidores de esos medios.

Y luego, por último, están aquellos periodistas españoles que publican y viven de este tema. En cierta medida suelen ser los más ruidosos, los más radicales y militantes, pero también los que trabajan de manera más tendenciosa en relación con cualquier tipo de información relacionada con el Sáhara, publicando además con una inusitada frecuencia. Son un grupo variopinto, algunos dicen ser freelance, otros hacen gala de haber trabajado como corresponsales en el Magreb, pero su común denominador es que “disparan con bala” a golpe de pluma, sin necesidad de contrastar cualquier tipo de información. Son aquellos que viven obsesionados con personas o entidades como la nuestra que, desde nuestra posición, hemos apoyado (y lo seguiremos haciendo) la propuesta de Autonomía desde nuestro altavoz mediático. Y por ello nos castigan a menudo con los más rastreros infundios.
Estos sujetos viven en la permanente obsesión o teoría de la conspiración de que formamos parte de algún tipo de sociedad secreta que trabaja para Marruecos, cuando lo único que hacemos es poner nuestro granito de arena para que a esta maravillosa tierra tenga su merecida autonomía materializada, la reunificación familiar, y la definitiva progresión social que acabe con la pesadilla que se vive en Tinduf y el falso relato del Polisario antes referido. No creo que a estas alturas haga falta dar nombres de quienes son estas personas, pero a la vista de su forma de proceder y de trabajar, donde la ética profesional y la integridad brillan por su ausencia, no sería de extrañar que eso de lo que nos acusan a nosotros fuese a lo que ellos, subrepticiamente, se dedican. A los hechos (o más bien a las incesantes publicaciones o informaciones en un solo sentido), me remito.
Por tanto, y en relación con lo anteriormente descrito, en España difícilmente penetra cualquier teoría o mensaje en la que el Polisario no tenga siempre todas las simpatías y no salga amparado. Tan solo somos unos pocos, casi contados con los dedos de una mano, los que luchamos desde hace muchos años contra esta narrativa a través de nuestro trabajo en los medios, buscando un pequeño espacio en un país que ni quiere, ni está acostumbrado a un discurso contrario al establecido como el que nosotros proponemos en nuestros artículos, ya sea apoyando a Marruecos en su propuesta de autonomía, o denunciando los abusos y hechos delictivos cometidos por los corruptos dirigentes del Polisario. Como antes decía, somos pocos los que llevamos tiempo embarcados en este viaje en busca de una solución real y posibilista a esta cuestión, por tanto, creemos que cumplimos una función vital.
En una época en la que proliferan las fake news y la desinformación debido al papel suplantador de las redes sociales en la transmisión de la información, es más necesario que nunca un periodismo responsable, equilibrado y honesto. Algo que, por desgracia, y en lo relativo a esta cuestión que nos compete, no abunda mucho. Nosotros tratamos de abordar esta cuestión con rigor y argumentos, lo hacemos desde el convencimiento de que es lo mejor para esta tierra a la que tanto queremos. Por consiguiente, lo hacemos de corazón.
La decisión del Gobierno español del 18 de marzo de 2022 de reconocer la propuesta marroquí sobre el Sáhara Occidental y declarar que el Plan de Autonomía planteado por Marruecos es creíble y una base sólida para una solución a este diferendo, soliviantó a una amplia mayoría de opinadores y medios de comunicación en España. Son los mismos que meses antes estaban entusiasmados cuando la tensión entre España y Marruecos estaba en su punto álgido antes, especialmente a raíz de la entrada ilegal en España de Ghali, Benbatouche o como quiera que se llame. Cabría preguntarse cómo es posible que estos gurús mediáticos sigan una y otra vez embarcados en el viaje a ninguna parte que supone la permanente existencia de los campamentos de Tinduf y el sufrimiento de miles de personas, en detrimento de una solución ganadora para el Sáhara.
Creemos que nuestro aporte en los medios es un buen antídoto, no sólo contra este tipo de discursos fanáticos y flamígeros, sino que es lo mejor y más esperanzador que podemos dar, quienes luchamos a través de nuestras palabras, a las futuras generaciones de saharauis marroquíes que aspiran a una solución duradera y a una estabilidad definitiva en un mundo plagado de guerras, luchas y terror. Creo que se lo merecen y ya es hora de que lo reciban. Casi medio siglo es más que suficiente.
Ignacio Ortiz, vicepresidente del Fórum Canario Saharaui.