Visados y mentiras: la realidad tras las expulsiones en Dajla

Llevaba incluso el visado aprobado desde su país de origen, y se trataba de un profesor universitario de larga trayectoria y reconocido prestigio que además había entrado a Estados Unidos en numerosas ocasiones, pero ni aun así. No es agradable tener que dar media vuelta después de un vuelo de ocho o diez horas y meterte de nuevo en un avión de regreso, pero así son las reglas de los controles de inmigración de cada país, tan respetables como las nuestras o de cualquier otro país soberano.
Asimismo, en el caso estadounidense existen unas preguntas de elegibilidad previas a la hora de rellenar la solicitud, una de las cuales es “¿alguna vez cometió fraude o mintió para obtener o ayudar a otros a obtener una visa o entrada a los Estados Unidos?”, y siempre la última palabra es del funcionario de turno con el que topemos. En definitiva, una regla básica: no debemos mentir en ninguna de las partes de este proceso, ya que incurriríamos en una infracción migratoria grave, lo que viene a ser genéricamente el uso y/o falsificación de documentación o declaraciones para eludir leyes migratorias. Por cierto, esto no es cosa solo de Estados Unidos, por estrictos que sean en estas lides, es algo básico que te vas a encontrar en la aduana de cualquier país, incluido Marruecos.
Hecha la introducción burocrática, estos días nos hemos encontrado con la enésima polémica a cuenta de la expulsión de Dajla, al sur de Marruecos, de un periodista del medio digital Público y dos activistas de CEAS-Sáhara, ese chiringuito pro-Polisario primo hermano de FEDISSAH. Esta artificial e interesada polémica se ha ido amplificando cada vez más con el paso de los días debido a la campaña que está perpetrando el citado medio digital, a modo de propaganda, con no pocas publicaciones e incluso un vídeo viral repleto de datos manipulados e inexactitudes históricas.
Dicha campaña ha ido acompañada incluso de una pequeña gira televisiva con la supuesta víctima de protagonista en programas como el de Risto Mejide, donde confesó y confirmó lo que cualquiera mínimamente perspicaz podía intuir previamente, que mintió en el control de pasaportes a su llegada a Dajla. "Si digo que soy periodista no entró en el país", afirmó con voz algo entrecortada ante una pregunta que tal vez no esperaba, “eso lo decidimos en el periódico antes de partir”, añadía. Es tal cual indicábamos antes: la falsa representación u omisión de hechos para obtener un beneficio de inmigración al cual uno podría no tener derecho, como puede ser una visa válida. Si el periodista va con intención de trabajar, pero oculta su profesión para evitar restricciones o requisitos específicos para periodistas, podría ser considerado fraude, lo que es igual a expulsión automática. No hay más, todo el relato y campaña posterior que se ha montado desaparece si partimos de esa premisa tan básica.
¿Si hubiera entrado o no al país de haber dicho que era periodista? Nunca lo sabremos porque no lo hizo y, repito, como el mismo reconoció mintió al entrar y fue expulsado por ello, por mucho que a su vuelta haya querido vender otras posibles causas. No obstante, sobre la pregunta anterior, tal vez debiera saber este periodista que, si planeas realizar actividades periodísticas en Marruecos debes solicitar un permiso especial antes de tu viaje, no basta con informarlo a la policía aduanera al llegar, independientemente de si la respuesta a esa solicitud tarda en llegar o no lo hace nunca. A estas alturas no hace falta explicar que Marruecos considera el Sáhara parte integral de su reino y así lo protege. Las actividades de extranjeros que se reúnen con grupos disidentes pueden ser vistas como una amenaza para la estabilidad política o la seguridad nacional, especialmente si se percibe que están apoyando a grupos opositores. Marruecos tiene sus propias regulaciones y como decíamos antes en el caso norteamericano, son igual de respetables que las de cualquier otro país.
Ahí es cuando ellos esgrimen la libertad de prensa, pero, en el caso de recibir una respuesta afirmativa a dicho visado de periodista ¿se hubiesen entrevistado estas personas con distintas representaciones de la sociedad saharaui para recabar información de diversas fuentes, con pluralidad de opiniones, en virtud de la calidad de “observadores” que ellos mismos se atribuyen? Mucho me temo que no. El sesgo en la cobertura mediática y la falta de equilibrio en la representación de las diferentes voces saharauis socavan la legitimidad del trabajo periodístico en esta cuestión, especialmente en España. Para que el periodismo cumpla su función de informar de manera objetiva y servir al interés público, es esencial que estos periodistas eviten el dogmatismo y el sectarismo, y busquen presentar todas las perspectivas relevantes en un conflicto. Y aquí ya nos conocemos todos, no es difícil adivinar las intenciones que había tras ese viaje en virtud de la filiación y posicionamiento ideológico de quienes lo realizaban y quien estaba detrás.
Pero si vamos un paso más allá ¿De verdad informar, observar o monitorizar es la verdadera intención de este incesante peregrinaje al Sáhara que desde hace años realizan políticos, periodistas, activistas, entidades, etc., afines al Polisario, a sabiendas de antemano de que no van a poder entrar al territorio? Anteayer sin ir más lejos fue una delegación parlamentaria vasca la últimas de una larga lista. Anteriormente fueron desde el Intergrupo para el Sáhara Occidental en el Parlamento Europeo a la Asociación Internacional de Juristas por Sahara Occidental, pasando por políticos de casi todo arco parlamentario, incluso alguno del Partido Popular. Conocen perfectamente el desenlace antes de subirse al avión, saben que su visa de entrada no será aprobada (a ellos les gusta llamarlo expulsión), para posteriormente ya de vuelta en España entregarse al drama victimista, colgarse la medalla, hacerse la foto para viralizar en redes y sacudir un poco el avispero con la correspondiente difusión del asunto en medios, tal y como hemos visto estos días en este caso de Dajla. Dicho de otra forma, ya no es que sepan que no les dejarán entrar, es que van con la premisa e incluso el deseo de que eso ocurra para luego llevar a cabo las mencionadas acciones de propaganda pro-polisario.
Por si faltaba alguien en este sainete, y en su enésima demostración de incapacidad política, nos encontramos con la intervención de Sumar. El torpe socio de gobierno del PSOE que deambula de resbalón en resbalón hasta el desastre final en esta legislatura, el cual registró en el Congreso dos baterías de preguntas escritas al Gobierno para interrogarle sobre su posición acerca de la expulsión de los activistas españoles, y sobre su posición acerca de que la compañía Ryanair haya abierto una línea aérea comercial entre España y el Sáhara. Otro brindis al sol, ya que Ryanair es una compañía irlandesa, además de que ya existen desde hace años rutas con el Sáhara desde Canarias por parte de Binter y Royal Air Maroc. Nada nuevo, lo saben, pero tienen que vender humo en el Congreso de cara a sus adeptos.
Llegados a este punto me pregunto qué pasaría si yo quisiera presentarme en los campamentos de Tinduf a “observar” e “informar” sobre los abusos del Polisario. No creo que haga falta explicar porque no me dejarían entrar a documentar lo que allí ocurre. O en la propia Argelia, que no es que tenga intención de acabar en paradero desconocido bajo la sangrienta dictadura argelina, pero no me cabe duda de que tampoco podría ingresar allí. Puestos a preguntar, si quisiéramos entrar a alguno de esos países con los que comparte afinidad ideológica el citado medio del periodista expulsado de Dajla, con las mismas intenciones que este ¿Qué pasaría? Cuba, Venezuela, etc. Evidentemente no, tampoco podría acceder a ninguno de estos estados. De hecho, existen precedentes que así lo atestiguan. Tal y como dicen ellos, sería “expulsado”. Eso en el mejor de los casos. ¿Se denuncian entonces estos casos a la carta? Eso parece, porque esta doble moral de algunos demuestra que, en definitiva, el hecho ideológico manda. Polisario y extrema izquierda española son uña y carne, pero el defender determinados derechos debe ser por igual en cualquier lugar, no a conveniencia.