
No es casualidad que el gobierno de España haya aceptado la acogida para tratamiento médico en el hospital San Jorge de Logroño del secretario general del Frente Polisario, Brahim Ghali. Quizá pensaba que podría guardarse el secreto de su estancia en España al registrarse con el nombre falso de Mohamed Benbatouch. Craso error porque en estos tiempos con las nuevas tecnologías y la capacidad demostrada de los servicios de inteligencia marroquíes fue cuestión de horas que se conociera el paradero del dirigente Polisario, gracias a una filtración a la revista Jeune Afrique.
La justificación que ha esgrimido la ministra española de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, para su decisión de prestar la entrada y los cuidados sanitarios precisos a Ghali fue la estrictamente humanitaria. Por supuesto, todo ser humano debe ser atendido en caso de necesidad, pero las connotaciones políticas del dirigente saharaui son más que evidentes. Sobre todo, si se considera la negativa de Alemania a aceptar su traslado al mismo hospital donde fue tratado de coronavirus el presidente de Argelia, Abdelmajid Tebboune.
Y si se valora por qué el gobierno argelino y el Frente Polisario no optaron por Rusia, que suele ser habitual, o por Francia, más comprometido, y eligieron España, puede ser por una razón estrictamente médica: su estado de salud requería un traslado rápido y corto desde Argel, con lo que cual no es lo bueno que han dicho sus correligionarios en un comunicado, o porque el gobierno español se habría mostrado de lo más receptivo para acoger a Ghali. En este caso, la opción política debe quedar al margen de la posible actuación judicial porque, si no se ha archivado como apuntan algunas fuentes, el líder Polisario tiene pendiente con la Audiencia Nacional una investigación por la comisión de delitos de genocidio, asesinato, torturas y desapariciones cometidos presuntamente contra la población saharaui disidente en los campamentos de Tinduf (Argelia).
Ghali tendrá que responder ante la Justicia cuando se recupere del coronavirus, si su estado de salud no es más grave por otras enfermedades como hepatitis C, cirrosis hepática o un cáncer de colon. La responsable de la diplomacia española se ha apresurado a señalar que esta situación no debe afectar a las excelentes relaciones con Marruecos que es un socio privilegiado. Cabe preguntarse ahora si el gobierno va a adoptar una decisión sobre la dinámica desatada por el reconocimiento de la administración Trump, no revertido por Biden, de la soberanía marroquí sobre el Sáhara. La ONU está tratando la nueva situación creada y el partido del presidente francés Emmanuel Macron ha decidido abrir una sede en la ciudad saharaui de Dajla.
Con el equilibrio necesario con Argelia, la atención a Ghali en Logroño sea un primer síntoma.