Somalia: camino hacia la paz y la estabilidad

Somalia

Somalia es un territorio sin Estado, donde el desgobierno y la violencia siguen dinamitando –sin solución– el futuro de sus casi 15 millones de habitantes. Y esta podría ser la reflexión que subyace en el ideario colectivo internacional cuando evocamos este país del Cuerno de África. Sin embargo, el futuro de este país –con la prudencia muy debida– es hoy bastante distinto. Aún hay muchos obstáculos y desafíos que superar, pero no reconocer los avances sería olvidar a las miles de víctimas de una guerra total que ha durado casi dos décadas y dejar a un lado a los 2,6 millones de somalíes que han tenido que abandonar sus hogares por la inseguridad, la sequía o las inundaciones y permanecen refugiados en países limítrofes o dentro de las fronteras somalíes; o abandonar a su suerte a los 5,4 millones que sufren seguridad alimentaria, según datos de Naciones Unidas.

En 1991, la guerra colapsó Somalia por décadas, y aun hoy sus consecuencias están muy presentes en el acontecer cotidiano de su población. Por entonces, el dictador Siad Barre fue derrocado por los clanes (todos pertenecen a la etnia somalí) a los que él mismo –en una reedición de la pragmática proclama de “divide y vencerás”– enfrentó en una lucha fratricida. Así, los anhelos de paz y prosperidad con los que Somalia inició su andadura soberana en 1960, tras un controvertido proceso de unificación post colonial, quedaron finalmente destrozados. El derrocamiento de Barre hundió a Somalia en el más absoluto desgobierno, con los “señores de la guerra” de los distintos clanes detentando el poder en un “no país” totalmente fragmentado y violento. En medio del colapso, surgieron los tribunales islámicos en muchas regiones rurales del país donde –con mayor o menor rigorismo, y apoyados por sus propias milicias armadas – lucharon contra los señores de la guerra con el propósito de imponer la ley islámica (Sharía) y gobernar todo el país bajo un régimen islamista.

En 2006, la Unión de Tribunales Islámicos (UCI) –liderada por las facciones más radicales– ya controlaba muchas ciudades, vías de comunicación y puertos estratégicos de Somalia, hasta que en junio se hicieron fuertes en Mogadiscio. Como consecuencia, unidades etíopes invadieron Somalia y –junto a tropas somalíes y con el apoyo determinante de Estados Unidos–recuperaron la capital en diciembre de 2006. Una ofensiva militar que puso fin a la aventura islamista política en Somalia, pero que también provocó la eclosión del grupo yihadista Al-Shabaab: el brazo armado más violento y extremista de los movimientos islamistas somalíes. Desde entonces, los extremistas violentos no han cejado de extender su campaña de terror para recuperar el poder perdido e instaurar un régimen wahabista en Somalia.

La reconstrucción de la gobernanza en Somalia

Mientras tanto, y desde el exterior, Naciones Unidas –con el apoyo concluyente de los países de la región del Cuerno de África– auspició el regreso de la gobernanza a Somalia. En abril de 2000, Yibuti acogió la formación del Gobierno Nacional de Transición de Somalia que –bajo un sistema federal de gobierno– se formalizó en Kenia en 2004. Dos años después, el parlamento interino –ya con jefes de milicias armadas, señores de la guerra y también líderes islamistas en sus asientos– se trasladó a territorio somalí (Baidoa), y finalmente se asentó en Mogadiscio en enero de 2007, bajo el liderazgo del presidente Abdullahi Yusuf Ahmed, una vez que las tropas etíopes liberaron la capital del yugo yihadista.

Años después, y tras un convulso y todavía inacabado proceso de reconstrucción estatal; en 2012, se promulgó una Constitución Provisional que puso fin al periodo transitorio y dio paso al primer Gobierno Federal de Somalia. En la actualidad, bajo la presidencia de Mohamed Abdullahi Mohamed “Farmajo” desde febrero de 2017, las fuerzas militares y policiales somalíes no son aún capaces de garantizar la seguridad de todo el territorio soberano; la pobreza endémica y las persistentes sequías siguen dinamitando la supervivencia de la población. Y, por último, los limitados avances en la instauración de una pretendida república federal son claramente insuficientes para garantizar hoy la viabilidad de Somalia.

En el plano político, la realidad somalí sigue condicionada por la frágil alianza estatal entre el Gobierno Federal de Somalia y los cinco Estados Miembros Federales: Jubaland, South West, Hirshabelle, Galmudug y, por último, Puntland, que sigue sin renunciar a su autoproclamada autonomía. Fuera de este acuerdo quedó Somalilandia, que –a pesar de las continuas llamadas al diálogo político con el poder central– sigue sin aceptar otra salida distinta a la secesión, autoproclamada en 1991. Esta situación política está poniendo en peligro la consecución de los dos retos políticos más trascendentes para el futuro del país: atender a la revisión constitucional y celebrar las primeras elecciones con sufragio universal a finales de 2020, que ya pocos –dentro y fuera de Somalia– consideran factibles.

La persistencia de la violencia en Somalia

Al tiempo que se desarrolla un proyecto político para Somalia, la violencia sigue determinando el devenir nacional. Por un lado, el grupo yihadista Al-Shabaab mantiene su poder fáctico, controla los ingentes beneficios del crimen organizado y refuerza su campaña de terror sobre vastas regiones y ciudades del centro y sur del país; mientras que, por otro, las milicias de los clanes combaten por dominar sus territorios y las rutas de crimen organizado; y también se están exacerbaban los enfrentamientos intercomunales entre ganaderos y agricultores por culpa de la degradación ambiental y las persistentes sequías.

En la actualidad, Al-Shabaab –con entre 3.000 y 6.000 yihadistas en sus filas– atenta casi a diario con explosivos improvisados y comete asesinatos selectivos –principalmente, cargos políticos y fuerzas de seguridad– en la capital somalí; mientras, detenta un poder absoluto en muchas zonas rurales en el centro y sur del país. Allí funcionan como gobierno en la sombra y cuentan con una colosal financiación procedente de la extorsión y de todo tipo de tráficos ilícitos. Y para complicar todavía más el contexto de seguridad, el dominio de Al-Shabaab está amenazado por el autoproclamado Estado Islámico en Somalia (ISS) que, desde 2016, pretende arrebatarle –con una entidad muy inferior y presencia territorial más limitada– el liderazgo de la yihad local en Somalia.

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Principales desafíos políticos y de seguridad

En medio de una constante, pero aún contenida agitación política, el presidente Farmajo –con el ineludible respaldo internacional– debe promulgar una nueva y definitiva Constitución y celebrar las primeras elecciones con sufragio universal, previstas para finales de 2020 o principios de 2021. Durante la Conferencia de Londres sobre Somalia en mayo de 2017, el Gobierno Federal se comprometió a acometer estos dos proyectos políticos, sobre la base de la reconciliación nacional y la consolidación de un sistema federal acordado entre los poderes central y periférico: condiciones previas que aún distan de ser una realidad en el país.

El segundo gran acuerdo alcanzado en Londres fue el fortalecimiento de la seguridad nacional y la reconstrucción de unas fuerzas armadas inclusivas y operativas, para lo que era imprescindible una mayor coordinación de los esfuerzos internacionales. Con la aprobación del Pacto de Seguridad, el Gobierno Federal y Estados Miembros Federales se comprometían –por primera vez– a implementar una Arquitectura Nacional de Seguridad; y también a retirar de forma progresiva de la Misión Africana para Somalia (AMISOM) –cuyo despliegue comenzó en 2007– hasta cerrarla definitivamente (según lo previsto) a finales de 2021. Para entonces, y siguiendo la “hoja de ruta” recogida en el Plan de Transición, Somalia deberá asumir la responsabilidad total sobre la protección de su territorio soberano y de su población. Desde entonces, se han registrado destacados avances, en especial por la eficacia de las fuerzas de seguridad somalíes para, con el apoyo de combate de AMISOM y Estados Unidos –con unidades y ataques aéreos con drones–, liberar y sostener localidades controladas por Al-Shabaab, y expulsarles así de sus santuarios terroristas.

El apoyo internacional

Desde la llegada del primer Gobierno de transición a Somalia en 2006, y la expulsión de los tribunales islámicos de Mogadiscio, el apoyo internacional sobre el terreno no ha dejado de crecer. En febrero de 2007, Naciones Unidas autorizó el despliegue de la Misión de la Unión Africana para Somalia (AMISOM) que, desde entonces, ha sido el principal responsable de luchar contra la amenaza yihadista en la zona central y sur del país. En la actualidad, con más de 20.000 militares africanos y en descenso gradual, esta Misión lidera el traspaso de los cometidos de seguridad a las fuerzas de seguridad somalíes.

Además del esfuerzo africano de AMSOM, y más allá de otras acciones políticas, militares y diplomáticas de Estados Unidos, Reino Unido y Turquía; el apoyo de Naciones Unidas a Somalia –consolidación de la paz, construcción del estado federal, revisión constitucional y la democratización del país, entre otros objetivos– está a cargo de la Misión de Asistencia de Naciones Unidas en Somalia (UNSOM) desde 2013. Por otro lado, la implicación de Naciones Unidas se completó con el despliegue de la Misión de Apoyo de Naciones Unidas a Somalia (UNSOS) en 2015, cuyo principal cometido es prestar asistencia material y logística a AMISOM, así como a Ejército y Policía de Somalia en las operaciones conjuntas.

Por su parte, hace ya más de una década, la Unión Europea decidió involucrarse de forma directa y sobre el terreno en el futuro de Somalia, aunque la cooperación política y económica ya era muy extensa. En enero de 2009, la Operación EUNAVFOR Atalanta contra la piratería comenzó su singladura; y un año después, lanzó la misión de adiestramiento EUTM Somalia, que ya ha formado –primero en Uganda, y desde 2014 en Mogadiscio– a más de 6.500 militares somalíes. Por último, en 2012, la misión civil EUCAP Somalia vino a completar el enfoque integrado de la Unión Europea. En este contexto de cooperación europea, la contribución de España a la seguridad de Somalia ha sido muy significativa, especialmente en el ámbito de la defensa. Además de haber sido uno de los grandes valedores europeos para acordar su lanzamiento, España es el único Estado Miembro que ha estado presente de forma permanente tanto en la Operación Atalanta –que, desde marzo de 2019, está liderada por España– como en EUTM Somalia, de la que es el segundo mayor contribuyente y donde desempeña los cometidos clave para la reforma del sector de seguridad de Somalia.

Somalia, hay futuro

Somalia, y así será por mucho tiempo, merece ser considerado como el gran paradigma mundial del “estado fallido”. Sin embargo, y en aras de sopesar su viabilidad como Estado, también es necesario estimar los avances registrados. Desde 2012, un frágil y cuestionado Gobierno Federal intenta liderar el país y consolidar un régimen federal, aunque para lograrlo todavía necesita abrir un proceso cierto de reconciliación nacional, generar una inexistente identidad nacional y fortalecer las instituciones estatales en todo el territorio. Por otro lado, la reforma del sector de seguridad –prioritaria para reconstruir la paz– sigue centrando hoy los mayores esfuerzos tanto de las autoridades somalíes como de la comunidad internacional, con la premura de saber que a finales de 2021 el Gobierno debe asumir de forma autónoma la protección de su población y su territorio.

Frente a estos logros, hay que subrayar los múltiples desafíos que enfrenta Somalia para poner las bases para un futuro pacífico y estable, que sin duda tardará décadas en llegar. Sin embargo, ninguno de ellos es determinante –aunque la situación actual pueda indicar lo contrario– para negar la vuelta de este país africano al concierto internacional, y mucho menos para destrozar la esperanza de millones de congéneres somalíes. Después de tantos años, Somalia ha echado a andar y para quedarse, y en este camino, el apoyo de la comunidad internacional es hoy todavía más imprescindible.

Bibliografía y notas de autor:

NOTA DEL AUTOR: Este análisis es una síntesis de dos trabajos publicados en el Instituto Español de Estudios Estratégicos:

Díez Alcalde, J. EUTM SOMALIA: España, factor clave y compromiso tangible. IEEE, 11/09/19. Disponible en http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_analisis/2019/DIEEEA24_2019JESDIE_Somalia.pdf

Diez Alcalde, J. Somalia: hay futuro. Capítulo 1 del Panorama Geopolítico de los Conflictos, IEEE, marzo 2020. Disponible en http://www.ieee.es/publicaciones-new/panorama-geopolitico-de-los-conflictos

Nota: Las ideas contenidas en este análisis son responsabilidad exclusiva del autor, sin que refleje necesariamente el pensamiento del CEEEP ni del Ejército del Perú.

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