Opinión

Xi Jinping se doblega ante la enorme influencia internacional del presidente Sánchez

Tres mandatarios hay en el mundo que relucen más que el Sol: el amado líder de Corea del Norte, Kim Jong-un; el máximo dirigente de Venezuela, Nicolás Maduro; y el inconmensurable presidente del Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, Pedro Sánchez.

Así parece entenderlo también el presidente de China, Xi Jinping, que después de ímprobos y variados esfuerzos por vía diplomática, dar la lata a amigos comunes ‒Pablo Iglesias e Isabel Díaz Ayuso, entre ellos‒ y de enviar al Palacio de la Moncloa varios lotes de arroz tres delicias, rollitos de primavera y pato laqueado a la pekinesa, ha logrado que Pedro Sánchez le haga un hueco en su apretada agenda.

¿A qué obedece el inusitado interés del emperador de la plaza de Tiananmén por ser recibido para cambiar impresiones cara a cara con el presidente Sánchez? Es obvio. Todos los dirigentes de las naciones conocen la gran influencia y el altísimo prestigio mundial del presidente del Ejecutivo español. Sin pretenderlo, dada su conocida humildad, se convierte en el centro de atención de cualquier cumbre o foro  internacional al que asiste, sus palabras son referencia obligada y tienen una directa repercusión sobre los grandes acontecimientos que se producen a escala global. 

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Así lo reconocen en el seno de la Alianza Atlántica y la Unión Europea, donde la presidenta de la Comisión Europea, la alemana Úrsula von der Leyen, el secretario general de la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg y hasta el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, no dan un paso o toman una medida crucial sin antes recabar el visto bueno de Pedro Sánchez.

Con el presidente español ya en territorio chino, la inminente reunión entre Xi Jinping y Pedro Sanchez va a ser la primera de máximo nivel tras la visita de tres días a Moscú del líder de la súper potencia asiática, donde ha mantenido varios encuentros con Vladimir Putin y la cúpula del Kremlin.

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Matar tres pájaros de un tiro

Por tanto, no es extraño que Pedro Sánchez, ni corto ni perezoso, en su calidad de alma mater de la OTAN, haya llamado al chino con su móvil a prueba de escuchas e interferencias para ponerlo firmes y pedirle explicaciones sobre lo hablado y acordado en los salones del Kremlin ¡Te quiero ver en Madrid a la voz de ya! parece ser que le ha exigido.

Pero ¡oh maravilla! el presidente Sánchez ha recapacitado y ha tenido un gesto de cortesía que le honra hacia el máximo demócrata del continente asiático. Conocedor del estado exhausto en que el viaje a Moscú ha dejado a Xi Jinping, Sánchez le ha hecho saber que, en lugar de mantener el encuentro en Madrid, considera más acertado tenerlo en Pekín. Todo un ejemplo de perspicacia política.

En el cambio de criterio, algo extraño en Sánchez que, como es bien sabido, mantiene su palabra contra viento y marea, ha tenido mucho que ver el titular de la cartera de Presidencia, Félix Bolaños. El que hace las veces de ministro de guardia permanente parece ser que le ha susurrado al oído: “Pedro, si eres tú el que vas a China, matas tres pájaros de un tiro”.

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“Volando a Pekín ‒le ha espetado Bolaños‒ aprovechas para efectuar un viaje oficial en el avión Airbus que tanto te gusta, te dejas ver en el Foro Económico de Boao, que sabes que es el Davos asiático  y, una vez en Pekín, te haces unas cuantas fotos en la Gran Muralla, estrechando la mano a un grupo de nuestros afiliados jubilados que ya he enviado de excursión”.

Volviendo al asunto que nos trae. Como Sánchez habla el chino mandarín “como Pedro por su casa”, es decir, con la misma agilidad que redacta “de cabo a rabo” una tesis doctoral sobre diplomacia económica, le va a formular a Xi Jinping una escueta recomendación bajo la condición de que “o lo tomas, o lo dejas, no hay más”, me comunican desde Moncloa.

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En el bolsillo de la chaqueta

En relación con la posible ayuda económica, financiera y militar de China a Rusia sobre las que Xi Jinping y Vladimir Putin han hablado hace muy pocos días, la primera advertencia que Pedro Sánchez le va a hacer a Xi Jinping es que “lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible”. Un miembro del equipo de asesores que acompaña al presidente me comenta que tal duro mensaje desarbolará al mandatario chino y le dejará noqueado durante unos segundos.

Será entonces, me dicen, cuando Sánchez aprovechará esos segundos de debilidad psicológica del chino para extraer de uno de los bolsillos de su chaqueta el hasta ahora secreto “Plan Sánchez para la paz perenne en Ucrania y alrededores”, el Plansanpazu, que se resume en que “Ucrania es Ucrania y Rusia es Rusia, y no se hable más. Punto y pelota”. Anonadado por la firmeza de la apuesta, Xi Jinping se verá forzado a arrastrar a Vladimir Putin a pedir el alto el fuego y firmar con el ucraniano Zelenski el fin de las hostilidades ¡Y se acabó! 

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Si Sánchez consigue su propósito, lo que sus asesores consideran “absolutamente seguro”, le pasará el acuerdo por la cara al francés Macron, al alemán Scholz, al norteamericano Biden, al noruego Stoltenberg y a la alemana Von der Leyen ¡Qué os ha parecido! ¡Merezco o no merezco el Premio Nobel de la Paz! ¡Ya estáis tardando en promover mi candidatura!

Pero no hay que olvidar que ese gran triunfo que, de ocurrir, podrá encumbrar al presidente Sánchez como el gran hacedor del nuevo orden internacional, se debe a la recomendación del súper ministro Félix Bolaños. Él y solo él es quien ha convencido al también llamado Superman del barrio madrileño de Tetuán para que acuda a China y no al revés, como estaba inicialmente previsto.

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El sólido argumento esgrimido por Bolaños, que emula a Henry Kissinger en sus mejores años como secretario de Estado del presidente Nixon, es todo un compendio del arte de la alta política que se resume en: “Volando voy, volando vengo, por el cami-ino yo me entretengo” ¡Rotundo!