El impacto de la caída de Assad en el eje Teherán-Damasco-Argel

Desde el estallido de la guerra siria en 2011, Bashar al-Assad ha recibido el apoyo masivo de Irán, así como el respaldo militar y diplomático de Argelia. El Frente Polisario, un movimiento separatista que opera en la región del Sáhara y cuenta con el apoyo de Argelia, Irán y Hezbolá, incluso envió elementos armados para apoyar a las fuerzas del régimen sirio.
Este eje Teherán-Damasco-Argel se basa en una convergencia de intereses geopolíticos, ideológicos y estratégicos, en particular una oposición decidida a Occidente y un objetivo compartido de contrarrestar a Estados árabes moderados, prooccidentales y económicamente prósperos como Arabia Saudí, los EAU y Marruecos.
Los regímenes de este eje se caracterizan también por su propensión a aplicar políticas de mano dura, incluso represivas, en respuesta a las protestas populares internas. Irán es tristemente célebre por sus oleadas de detenciones y represión sistemática, ejemplificadas recientemente por la represión del movimiento anti-hijab desencadenado por la muerte de Mahsa Amini. Del mismo modo, Argelia vivió una «década negra» tras el golpe de 1992, que sumió al país en una guerra civil marcada por graves violaciones de los derechos humanos. Más recientemente, el régimen argelino reprimió el movimiento Hirak, iniciado en 2019, encarcelando a sus dirigentes y persiguiendo a disidentes y periodistas.
En cuanto al régimen de Assad, destaca por ser uno de los más represivos del mundo. Más allá de la destrucción de Hama en 1982 para sofocar una revuelta de los Hermanos Musulmanes, el régimen reprimió violentamente el levantamiento sirio de 2011, caracterizado por detenciones masivas, torturas sistemáticas y el uso de munición real contra civiles. El presunto uso de armas químicas, como en Ghouta en 2013, los asedios prolongados y los bombardeos de ciudades como Alepo y Homs han causado hambruna e inmenso sufrimiento entre la población civil. Las desapariciones forzadas y las ejecuciones arbitrarias en cárceles tristemente célebres como Saydnaya ilustran aún más la brutalidad del régimen.
Este eje, definido por un poder centralizado y políticas a menudo represivas, plantea desafíos a la estabilidad regional y a las aspiraciones democráticas de sus poblaciones. La caída de uno de sus pilares, como el régimen de Assad, podría remodelar la dinámica regional y debilitar a los movimientos dependientes, como el Frente Polisario.
Para Irán, la caída de Assad significaría perder un punto de apoyo estratégico en el Mediterráneo y un actor clave en su enfrentamiento con Israel y Estados Unidos. Siria ha actuado como amortiguador frente a los ataques directos de los adversarios y como corredor hacia Líbano para Hezbolá, permitiendo la transferencia de armas y equipos iraníes a sus bases logísticas. Ya debilitado por los ataques israelíes en Líbano, Siria e incluso Irán, Teherán considera la pérdida de un aliado tan leal como un golpe significativo. Sin Assad, la capacidad de Irán de apoyarse en grupos y regímenes aliados para propagar el chiísmo e imponer un orden regional dominado por Teherán se vería gravemente mermada.
Argelia, aislada en el escenario árabe y norteafricano, ha dependido durante mucho tiempo de regímenes autoritarios antioccidentales como Irán y Siria para apoyar sus ambiciones en el Sahel y el norte de África. A Argelia le preocupan las alianzas entre países moderados y prooccidentales con economías liberales y sistemas políticos en evolución. Esto ha impulsado sus intentos de recrear un «frente de rechazo» a través de sus alianzas con Hezbolá, Bashar al-Assad y los mulás de Irán.
Argelia también busca el apoyo de estos actores en su «guerra fría» contra Marruecos, especialmente en dos frentes: El Sáhara Occidental y la influencia en África. En lo que respecta al Sáhara Occidental, Marruecos ha ganado ventaja desarrollando la región, atrayendo a grandes inversores, asegurándose el reconocimiento de su soberanía y abriendo nuevos consulados. Su «iniciativa atlántica», que también incluye a los países sahelianos sin litoral, ha causado inquietud en Argel, lo que le ha llevado a intentar crear una unión árabe magrebí que excluya a Marruecos y Mauritania, una iniciativa que fracasó antes de empezar.
En cuanto a la influencia africana, Marruecos se ha adelantado, invirtiendo fuertemente en África Occidental y el Sahel, aprovechando el prestigio de su monarquía y la agilidad de sus empresas públicas y privadas. En pocos años, Marruecos se ha convertido en una de las naciones más influyentes de África. Por el contrario, Argelia se enfrenta a contratiempos con sus vecinos de Malí, Níger y Libia, además de su prolongado cierre de fronteras terrestres con Marruecos por temor al creciente poderío económico de este último.
Esto ha llevado a Argel a buscar alianzas con Irán, Assad y Hezbolá para contrarrestar las asociaciones africanas emergentes que favorecen a Marruecos. El debilitamiento de Irán y la disminución de la capacidad disruptiva de Hezbolá ya eran malas noticias para el régimen militar argelino. La caída de Assad supone un golpe definitivo.
¿Qué harán Irán y Argelia sin Assad? Nada está claro: debilitado, Irán busca un entendimiento con Occidente para evitar nuevos ataques israelíes y sanciones estadounidenses. Ya no puede invertir en su «media luna chií» ni en el Sahel y el norte de África, como esperaba Argelia.
Mientras tanto, la aislada Argelia puede confiar en su aliado estratégico, Rusia; sin embargo, la propia Rusia está preocupada por salir del atolladero de Ucrania. La discordia entre Rusia y Argelia sobre la presencia de fuerzas de Wagner en Mali añade otra capa de complejidad.
La caída de Assad es un duro golpe para el eje Teherán-Damasco-Argel, pero representa una oportunidad para la democracia y los derechos humanos en la región. Podría contribuir a reducir las tensiones y reequilibrar la dinámica de poder en Oriente Medio y el Norte de África.
Para Irán y Argelia, el verdadero cambio interno se hace inevitable. La pregunta sigue siendo: ¿tendrán la capacidad de adaptarse o seguirán siendo prisioneros de sus decisiones pasadas?