Irán, Rusia y Venezuela: intereses convergentes

Tradicionalmente, la presencia de Irán, y más concretamente de activos de Hezbollah en varios países del Cono Sur, se relacionaba con células terroristas durmientes y con actividades de financiación y blanqueo de dinero. Era muy conocida la actividad de este tipo en la llamada “Triple Frontera” entre Brasil, Argentina y Paraguay, un lugar que reúne todas las características para el desarrollo de todo tipo de actividades ilícitas. En la memoria de todos aún permanece el recuerdo de los atentados contra la Embajada de Israel en Buenos aires en 1992, y contra la AMIA, en la misma ciudad, dos años después. En ambas acciones estuvo implicada la milicia proiraní.
Sin embargo, en los últimos tiempos esa presencia se ha adaptado a un entorno globalizado en el que el dominio cognitivo ha tomado una vital importancia, y no se puede olvidar que esa región es una plataforma perfecta para, aprovechando los estrechos vínculos con España, usarla como trampolín hacia Europa.
La capacidad de Irán para operar en ese dominio, difundiendo la narrativa de que Estados Unidos es una fuerza imperialista responsable de la violencia e inestabilidad en América Latina, está fuera de toda duda, y ha ido aumentado en los últimos años. La elección de Hispanoamérica no es baladí, pues la animadversión que existe en ciertas capas de la sociedad, especialmente en algunos países muy concretos, hacia todo lo que tenga que ver con EE. UU., convierte a estos en el caldo de cultivo perfecto para la penetración de sus ideas-fuerza y la construcción de sus campañas. Estas campañas de desinformación, continuas en el tiempo y polifacéticas, y constituidas por mensajes cuidadosamente elaborados, se organizan, coordinan y ejecutan a través de empresas de medios de comunicación estatales rusas y venezolanas, así como mediante miles de cuentas aliadas en Internet y en las redes sociales. En su conjunto, es patente que estos esfuerzos suponen un desafío estratégico para los intereses de Estados Unidos y de Europa, así como una amenaza para los países de la región que pueden seguir la estela de Venezuela o Nicaragua, por ejemplo.
Como parte de su estrategia regional, Irán ha creado una red de cámaras de resonancia cuyo crecimiento es constante y cuyos cimientos son la propia plataforma por satélite estatal iraní Hispan TV, Telesur, la red populista radical bolivariana con sede en Venezuela, y RT en español, la cadena de noticias estatal rusa. Estas plataformas operan en perfecta coordinación con cuentas de redes sociales en plataformas como Twitter (ahora X), Facebook, Instagram y grupos de chat en Telegram para coordinar las diferentes narrativas que se impulsan desde las pequeñas plataformas hasta los contenidos de los principales medios de comunicación.
Una vez que los mensajes seleccionados están circulando, un pequeño grupo de “super difusores” y grupos de opinión bien financiados se encargan de difundir estos en comunidades intelectuales más amplias. Análisis de datos publicados por “Opensource” han identificado cómo estas personas o entidades actúan como “traductores culturales” adaptando la narrativa a diferentes escenarios, utilizando lo que se denominan “Plataformas Revolucionarias”. Estos interlocutores, que son cruciales a la hora de lograr la difusión masiva de los mensajes, ocupan cargos en diferentes niveles en una amplia red de actores. Desgraciadamente, “Opensource” en su momento llegó a identificar a un antiguo alto cargo del Gobierno español como parte de esta red.
La red respaldada por Irán que hasta ahora hemos descrito se nutre, usándolo como elemento aglutinador, del fuerte sentimiento antiamericano que domina ciertos sectores de la sociedad sudamericana. Esto contribuye a proporcionar una narrativa focalizada en la “opresión estadounidense” y en la explotación ilegítima de los recursos naturales, al tiempo que presenta a Irán como un aliado ideológico clave de los movimientos revolucionarios y populistas que han ido surgiendo en el continente, teniendo como referente a la Revolución Bolivariana populista radical. Es muy interesante observar la coincidencia de mensajes con los difundidos por cuentas y plataformas mediáticas rusas, pues nos indica que la convergencia entre la narrativa de la Revolución iraní y la Revolución bolivariana comparten objetivos con Rusia, algo que, a estas alturas, y dada la situación geopolítica actual, no debería sorprender a nadie. Por motivos diferentes, tanto Rusia como Irán tienen a EE. UU. como referente entre sus enemigos, y la cooperación entre ambas naciones, en el caso por ejemplo de la guerra de Ucrania, pone de manifiesto su colaboración. Sin embargo, no todo el mundo repara en lo que está sucediendo al otro lado del océano Atlántico. La guerra contemporánea ha adoptado nuevas formas y, en lo que se refiere al mencionado dominio cognitivo, el principal frente puede que no esté en el Este de Europa.
Aunque parezca extraño, no existe una contra narrativa estadounidense comparable, ni un esfuerzo sostenido para contrarrestar las campañas llevadas a cabo por Irán, lo cual tiene un impacto negativo en la influencia política, militar y económica de Estados Unidos en América Latina.
La ocupación por parte de Irán del espacio informativo en Sudamérica ha seguido una pauta creciente en lo que se refiere a eficacia y sofisticación, pasando los vectores de comunicación de una consideración casi marginal a convertirse en plataformas de verdadera relevancia mediática. El mensaje principal está muy alejado de connotaciones religiosas islámicas, pues su audiencia objetivo se encuentra muy lejos de esa posición. Sin embargo, el eje principal no deja de ser un llamamiento para constituir una alianza global contra Estados Unidos y, por extensión o asimilación, contra Occidente junto a Irán y Rusia.
Se han identificado dos líneas argumentales principales. La primera se compone de historias básicas que fomentan la buena voluntad, la simpatía, la afinidad cultural y la búsqueda de puntos en común. Se trata de historias sobre musulmanes y/o iraníes que difunden espíritu de colaboración mostrando por ejemplo la participación de las delegaciones diplomáticas iraníes en la región en eventos culturales locales, contando historias de la tragedia que ha supuesto la guerra en Yemen y Siria, buscando paralelismos con hechos acaecidos en diversos puntos de Sudamérica, y relatos de heroísmo como ejemplo para superar la adversidad en esas circunstancias. El objetivo es acercar al país persa a Hispanoamérica y eliminar la sensación de nación exótica y distante.
Otra vía para tratar de mostrar puntos en común apela al sentimiento religioso, algo muy importante en la sociedad hispanoamericana. En esa línea, Hispan TV y otros medios iraníes hacen hincapié en la creencia musulmana chií en la figura de Jesús y su reconocimiento de la virginidad de María, ambos principios centrales de las religiones católica romana y evangélica dominantes en la zona. De ese modo tratan de salvar la brecha cultural entre Irán y Sudamérica.
La segunda línea argumental se arma con narrativas políticas que giran sobre el imperialismo estadounidense, los abusos israelíes tanto en Próximo Oriente como en el resto del mundo exacerban el tópico sobre el control de la economía que ejercen los judíos, culpándoles de gran parte de los problemas económicos de sus países y responsabilizando a EE. UU. de las acciones antirrevolucionarias tanto contra la Revolución iraní como contra la bolivariana. Una vez más se observa cómo se trata de ofrecer puntos en común que lleven a la audiencia objetivo a considerar que tanto el pueblo iraní como el venezolano, el boliviano o nicaragüense son objeto de un ataque permanente por parte de EE. UU., y que deben unirse para combatirlo. Estas narrativas además expresan la necesidad de un cambio radical en el orden mundial, y muestra a Estados Unidos como principal obstáculo para ese cambio. Se trata de “vender” el nuevo orden mundial multipolar que tantas veces hemos escuchado en labios de Putin durante los tres últimos años. En cada caso, la narrativa se difunde mediante el bombeo constante de historias que atraen a pequeñas pero crecientes cámaras de resonancia que a su vez influencian en otros círculos que crean nuevos seguidores y establecen redes afines en plataformas de medios o redes sociales.
Estas actividades en el dominio cognitivo se complementan con un notable incremento de las relaciones comerciales y en el ámbito de la defensa. Se podría decir que hay un triángulo principal cuyos vértices son Rusia, Irán y Venezuela. Los tres países son productores de petróleo, lo cual les da una fuerza inusitada, y los tres están sujetos a sanciones, lo que les obliga a buscar vías alternativas para saltarse aquéllas. Pero el objetivo común, el nexo principal, es la necesidad de socavar la unidad de Occidente como arma más eficaz hacia sus intereses individuales. Y esa unidad sólo puede ser minada desde dentro. Por ello, logrando esa identificación entre el pueblo sudamericano, el iraní y el ruso, se llega a crear una conciencia de enemigo común, y es esta la que se exporta mediante la adaptación de las narrativas al punto con más vínculos históricos, sociales e incluso emocionales con Hispanoamérica. De ese modo, sus mensajes han encontrado la vía de entrada en Occidente. Sin saberlo, o siendo conscientes de ello en ocasiones, España se ha convertido en el punto de entrada de las campañas rusas e iraníes que tienen como objeto crear la suficiente división social que provoque a su vez movimientos que presionen a los diferentes gobiernos e impidan mediante esta presión la necesaria unión para la toma de decisiones contrarias a sus intereses.
Estamos en plena guerra; de momento en un plano no cruento, pero de enorme importancia, y del resultado de esto dependerá en gran medida lo que pueda suceder en otros dominios.