
Tras seis años y medio al frente de la Jefatura del Estado, el veterano político y jurista Sergio Mattarella agota sus últimos meses como presidente de la República. En circunstancias normales, su nombre no debería estar entre los posibles candidatos a ser el nuevo jefe del Estado, pero estas circunstancias se han visto alteradas por tres razones fundamentales.
La primera, que ha realizado un mandato presidencial sencillamente impecable, resolviendo hasta tres crisis de Gobierno casi consecutivas (marzo-mayo de 2108, agosto-septiembre de 2019 y enero-febrero de 2021), y todas ellas sin salirse de su estricto papel de neutralidad.
La segunda es que, como consecuencia de lo anterior, goza de unos extraordinarios niveles de popularidad, recibiendo ovaciones allá por donde va. Y el presidente de la República, en Italia no sólo ha de ser una figura de honestidad acreditada y del máximo prestigio, sino también constituir una personalidad de la máxima relevancia, lo que Mattarella encarna como pocos.
Y, finalmente, hay una tercera razón para ello: la Constitución de 1948 no establece límites de mandatos para el presidente de la República, y ello se comprobó en el caso del precisamente jefe del Estado anterior, quien fue reelegido en 2013 a pesar de haber agotado su mandato anterior (que venía del año 2006) y quien tuvo que presentar su dimisión por motivos de salud en diciembre de 2014 ya que en ese momento iba camino de los 90 años de edad.
En relación con ello, la edad que tiene Mattarella (80 años cumplió el pasado mes de junio) tampoco constituye ningún obstáculo para su reelección. Cierto es que el presidente de la República, en el momento de su elección, resulta aconsejable que esté entre los 60 y los 75 años de edad, y Mattarella, como acabamos de decir, sobrepasa ampliamente esta horquilla vital, pero también que ya ha habido ya dos presidentes que han sido elegidos sobrepasados los 80 años de edad: Sandro Pertini en 1978 (contaba ya con 84), y Napolitano en 2006 (tenía, en su caso, 81). Otra cuestión es que a Mattarella le apetezca estar siete años más en el Quirinal y finalizar su mandato frisando ya los 90. Él mismo se autodescartó en su mensaje navideño de este año, afirmando que la Navidad pasada era la última vez en que se dirigía a los italianos como presidente de la República con el fin de desearles un Feliz Año 2021.
El problema para Mattarella es que el candidato natural para sucederle no quiere hacerlo, y es no es otro que el actual presidente del Consejo de Ministros, Mario Draghi, metido de lleno en la gestión de los fondos europeos y haciendo todo lo posible por modernizar el aparato productivo que, en algunas cuestiones (como la industria), se encuentra un tanto anquilosado. Y, además, a día de hoy, los únicos que pueden forzar la llegada de Draghi al Quirinale (Salvini, por la Lega y Meloni, por Fratelli d´Italia) no cuentan con los suficientes votos para sacar adelante su candidatura.
Fuera de Draghi, apenas se ven candidatos de suficiente empaque. Una buena elección sería la de Mario Monti, primer ministro entre 2011 y 2013. Monti es un declarado europeísta (fue Comisario Europeo entre 1994 y 2004); sabe lo que es presidir el Consejo de Ministros, además de ejercer como ministro de Economía y Finanzas; conoce bien el sistema de partidos (llegó a fundar la formación Scelta Civica), y es miembro del Senado desde hace casi una década. Nacido en marzo de 1943, sus 78 años actuales constituyen una edad perfecta para asumir la Jefatura del Estado, y su honorabilidad resulta incuestionable.
Monti tiene, no obstante, dos problemas fundamentales. Su gestión como primer ministro no dejó buen recuerdo, ya que hubo de aplicar duras políticas de austeridad y el país, además de endeudarse mucho, vivió un decrecimiento del 3,7% del PIB. Pero él poco o nada pudo hacer al respecto: en ese momento mandaban, dentro de la UE, la austeridad en las cuentas públicas, algo impuesto por los países del centro y el norte de Europa, y además le tocó vivir el proceso especulativo en torno a la deuda soberana, que llevó a que la prima de riesgo italiana llegara a alcanzar los 545 puntos básicos, siendo solo sobrepasada, entre las principales economías europeas, por la vecina España.
El segundo problema es que, en realidad, no es el candidato de nadie: ninguna de las principales fuerzas políticas le apoyan. Pero eso ya sucedió, por ejemplo, con Scalfaro en 1992, o con el mismo Mattarella en 2015, quien, aunque llegó a ser miembro del PD, hacía años que ejercía como vocal en el poder judicial y se trataba, en el fondo, de un independiente. Así que viene a ser el clásico candidato que finalmente es votado porque las diferentes fuerzas políticas son incapaces de imponer a su preferido.
A partir de aquí, hay que tener en cuenta, porque es una tradición que se suele cumplir, que normalmente el presidente de la República ha sido antes presidente de una de las dos Cámaras parlamentarias: lo fue Pertini, lo fue Scalfaro y lo fue también Napolitano. Y cabe también preguntarse si, por una vez, tras más de una decena de presidentes de la República todos ellos hombres, habrá llegado el momento de que sea una mujer quien asuma la Jefatura del Estado por primera vez.
Ya lo intentó en su momento Emma Bonino en 1999: había sobrepasado ya los 50 años de edad (nunca un jefe del Estado ha estado por debajo del medio siglo de vida), pero pertenecía a un partido demasiado débil (los radicales de Marco Pannella) y su candidatura decayó fácilmente. Se volvió a barajar su nombre para la elección de 2015, pero enfermó gravemente unos meses antes y tuvo que autodescartarse ella misma antes de que comenzaran las votaciones.
Y, a su vez, el candidato más votado tras Mattarella en aquellas elecciones presidenciales de 2015, el jurista Imposimato, quien durante años presidió la comisión parlamentaria encargada de investigar el secuestro y asesinato (marzo-mayo de 1978) del cinco veces primer ministro Aldo Moro, falleció hace ya unos años, así que su nombre ya no puede barajarse por razones más que evidentes.
De ahí que cobre cada vez más fuerza la reelección de Mattarella, y así lo han hecho saber rotativos tan prestigiosos como The Washington Post o The Economist. Porque la continuidad de Mattarella al frente de la Jefatura del Estado, y de Draghi al frente del Gobierno (ambos, por cierto, se llevan solo seis años de diferencia, ya que el “premier” nació en Roma en septiembre de 1947), es lo que más anhelan los agentes económicos, e igualmente la mayor parte de la población transalpina. Pensemos que Draghi está, tras seis meses de Gobierno, en un 66% de apoyo popular, y que Mattarella, a su vez, ronda el 80%. Además, en el caso de Mattarella, siempre puede reservarse la carta de renunciar antes de que expire su mandato precisamente por motivos de salud: es decir, lo mismo que hizo Napolitano hace ya casi siete años.
Parece evidente que el veterano político y jurista siciliano hará todo lo posible por evitar un segundo mandato: son muchas las ganas que tiene de retirarse a su tierra natal. Recordemos que ha pasado buena parte de su vida en Roma, primero entre finales de los cincuenta y finales de los sesenta, cuando su padre, Bernardo Mattarella, un destacado miembro de la Democracia Cristiana (DC), formó parte de numerosos Gobiernos, aunque nunca llegara a ostentar las principales carteras. Y, después, tengamos presente que Mattarella entró en el Parlamento en la legislatura 1983-87 con el fin de continuar con el legado de su hermano Piersanti (gobernador de Sicilia brutalmente asesinado por la Cosa Nostra a comienzos de 1980, cuando salía de misa), y que ha sido tanto ministro como viceprimer ministro, con lo que lleva ya casi cuatro décadas ininterrumpidas dedicadas a lo público, incluido su paso por el Consejo Superior de la Magistratura.
Quedan aún, como decimos, casi cinco meses para elegir el nuevo presidente de la República. Pero la realidad es que Mattarella constituye toda una garantía del buen funcionamiento de las instituciones y que se encuentra en plenitud de facultades. Claro que esto del “totto-nomi” (circulación de posibles candidatos a la Presidencia de la República) no ha hecho más que comenzar, pero, a día de hoy, la reelección de Mattarella se presenta como una de las posibilidades de mayor peso. El tiempo decidirá.
Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es profesor del Centro Universitario ESERP y autor del libro ‘Historia de la Italia republicana, 1946-2021’ (Sílex Ediciones, 2021).