Opinión

¿Por qué nadie quiere ser alcalde de Roma?

photo_camera Roberto Gualtieri

El primer fin de semana de octubre nos va a traer una nueva convocatoria electoral en Italia. Al igual que el año pasado por esta misma época, y precisamente en relación con el problema del coronavirus, la jornada electoral se celebrará en dos días consecutivos, finalizando a las 15:00 del 4 de octubre. Pero, a diferencia de lo sucedido en septiembre de 2020, lo que está en juego no es el gobierno de hasta siete regiones y un “referéndum” sobre el taglio (“reducción”) del número de parlamentarios nacionales, sino la alcaldía de las principales ciudades del país, si bien hay que recordar que debe renovarse el consistorio no sólo de estas urbes, sino también de casi 1.200 municipios más. En esta convocatoria también va a decidirse el nuevo gobierno de la meridional región de Calabria, ya que, aunque las elecciones deberían haberse celebrado dentro de más de tres años, el fallecimiento de la presidenta de la región (Jole Santelli, fallecida a causa de un cáncer a finales de 2020) ha requerido de una nueva convocatoria electoral donde todo apunta a que el centroderecha (al que pertenecía Santelli) seguirá gobernando Calabria.

En todo caso, lo que más llama la atención en esta nueva convocatoria electoral es lo que está sucediendo en torno a la Alcaldía de la capital del país (Roma). Porque se da la circunstancia de que los dos favoritos para alzarse con el triunfo final (Gualtieri, por el centroizquierda, y Michetti, por el centroderecha), tienen poco o ningún interés en convertirse en los nuevos regidores de la “Ciudad Eterna”. En realidad, y según las encuestas que se vienen barajando, son la tercera (Virginia Raggi) y el cuarto (el exministro Calenda) quienes realmente anhelan hacerse con el sillón consistorial, pero, a día de hoy, ninguno de los dos tiene posibilidades reales de hacerse con la victoria porque ni siquiera pasarán al “ballotaggio” (segunda vuelta), un “ballotaggio” donde casi seguro los contendientes serán los ya citados Gualteri y Michetti.

En el caso de Gualtieri, se trata de un hombre de partido (pertenece desde su inicio al Partido Democrático (PD), principal formación del centroizquierda) que ha hecho la mayor parte de su carrera política en las instituciones europeas. Ha sido también ministro de Economía y Finanzas entre septiembre de 2019 y febrero de 2021, pero nada ha hecho dentro de la política municipal: la única razón para ponerle como candidato es, como decimos, ser hombre de partido y... haber nacido en Roma, donde vino al mundo un caluroso día de julio de 1966.

Michetti, candidato del centroderecha, también es romano, pero ni siquiera tiene carrera política a sus espaldas. Se trata de un abogado y profesor de Derecho Público, de la misma generación que Gualtieri (también tiene 55 años en este momento) y ha sido el candidato escogido por Meloni, lideresa de Hermanos de Italia, la fuerza, dentro del centroderecha, con mayor nivel de apoyo en Roma y alrededores. Su candidatura contrasta con la del anterior miembro de este partido (en realidad, en aquel momento Hermanos de Italia se llamaba Alianza Nacional y su líder no era Meloni, sino Gianfranco Fini, ya retirado de la política) que logró la Alcaldía de Roma en 2008: Gianni Alemanno, parlamentario desde la legislatura 1994-96 y ministro de Agricultura entre abril de 2005 y mayo de 2006. En ese sentido, la gestión de Alemanno como alcalde de Roma (2008-13) dejó mucho que desear, pero Meloni bien sabe que su rival dentro del centroderecha, Matteo Salvini, no puede presentar a un hombre de su partido porque su formación (la Lega) se pasó décadas enteras aludiendo a la capital del país con el despectivo dicho de “Roma, ladrona”.

Frente a estos dos candidatos (Gualtieri y Michetti), los otros dos en liza, como decimos, sí han mostrado todas las ganas de hacerse con el bastón de regidores de la ciudad, pero sus posibilidades, salvo sorpresa monumental, son muy remotas. Raggi, una joven abogada de 42 años que ha realizado toda su carrera política en el Consistorio romano (ya estuvo en la oposición de 2013 a 2016, y luego pasó a ser la nueva alcaldesa), no sólo ha realizado una gestión bastante poco lucida (Roma está más sucia y descuidada que nunca), sino que además no cuenta realmente siquiera con el apoyo de su partido, el Movimiento Cinco Estrellas. En realidad, la dirección del partido “pentastellino” hubiera preferido que ni se presentara para poder apoyar a Gualtieri dado que en este momento muchos candidatos del centroizquierda salen de una lista conjunta de PD y Cinco Estrellas, pero no ha podido negarse ante la insistencia de Raggi en tratar de reeditar mandato.

El otro candidato que ha dejado claro tener muchas ganas de ser el nuevo alcalde de Roma es Calenda, exministro de Desarrollo Económico en los Gobiernos Renzi y Gentiloni y eurodiputado. Calenda fue cabeza de cartel del PD en las elecciones europeas de mayo de 2019, pero decidió marcharse de este partido al discrepar por completo del pacto que este hizo con el Movimiento Cinco Estrellas y que llevó al gobierno “giallo-rosso” de septiembre de 2019. Decidió fundar un nuevo partido, Azione, que cuenta con una buena intención de voto en este momento, pero su formación nada puede hacer frente a una de la envergadura del PD. Le apoya la Italia Viva del ex primer ministro Matteo Renzi, pero entre ambos suman una intención de voto que está en torno a un tercio de lo que tiene en este momento el PD. Esto era algo que Calenda ya sabía, y por ello en el otoño de 2020, cuando el PD no tenía claro a quién presentar para la Alcaldía de Roma, pidió a la dirección de la formación del centroizquierda que le nominara como candidato, pero se encontró con un rotundo “no”. A partir de ahí, ha seguido con su intención de convertirse en el nuevo regidor romano, pero, como Raggi, da la impresión de no tener ninguna posibilidad de pasar al citado “ballotaggio”, que por otra parte parece asegurado ya que ningún candidato pasa del 35% de voto en las encuestas realizadas hasta el momento.

La realidad es que Roma ha dejado de ser la plataforma de lanzamiento de políticos que quieren convertirse un día en presidentes del Consejo de Ministros. El caso más claro de lo que fue y ya no es lo representa el ya retirado Veltroni, alcalde de Roma entre 2006 y 2008. Veltroni, comunista desde sus inicios, había sido ya en el primer Gobierno Prodi (1996-98) no sólo viceprimer ministro, sino también titular de Bienes Culturales. Veltroni decidió abandonar la política nacional para ser el alcalde de Roma, su ciudad natal, y con este cartel decidió a continuación marcharse del Consistorio de la capital a finales de febrero de 2008 para ser el candidato del centroizquierda en las elecciones generales de mayo de ese mismo año. Y es que no hay que olvidar que Veltroni había sido elegido primer secretario general del Partido Democrático (PD) tras la fundación de este en octubre de 2007. Aunque finalmente fue barrido por el centroderecha en los comicios generales de 2008, la realidad era que Veltroni era un “peso pesado” del centroizquierda y que quiso que la Alcaldía de Roma le sirviera de plataforma de lanzamiento para la presidencia del Consejo de Ministros.

Un caso parecido, aunque su figura fuera claramente de menor entidad que la de Veltroni, fue el de Ignazio Marino. Candidato a secretario general en las primarias que ganó Veltroni en 2007, Marino logró recuperar para el centroizquierda la alcaldía romana en las elecciones de mayo de 2013. Pero un presunto asunto de corrupción con motivo de un viaje de Marino a Estados Unidos acompañando al Papa le obligó a tener que presentar la renuncia en noviembre de 2015. Aunque Marino fue finalmente absuelto, para ese momento Marino ya había dimitido y por Roma había pasado un Prefecto enviado por el Gobierno Renzi para que, finalmente, la joven abogada Virginia Raggi se hiciera con la Alcaldía de la ciudad.

Ya en aquellas elecciones de junio de 2016 en las que salió elegida Raggi fue evidente la falta de interés tanto del centroderecha como del centroizquierda en hacerse con el control del Consistorio romano. Fue el centroizquierda, de la mano de Roberto Giachhetti, el que logró pasar a la segunda vuelta junto con Raggi, pero esta se alzó con un triunfo muy claro que le ha dado la posibilidad de ser la regidora de la capital del país en los últimos cinco años. Ahora ella quiere repetir mandato, pero, como ya hemos dicho, todo parece indicar que no tiene ninguna posibilidad de lograrlo.

¿Cuál es la razón que explica que nadie quiera ser alcalde de Roma? Ante todo, la descomunal deuda que arrastra desde hace años, cifrada en este momento en más de 12.000 millones. Una deuda que además ha aumentado sustancialmente con todo lo sucedido a cuenta del coronavirus, ya que Roma depende mucho de la afluencia de visitantes y durante la mayor parte del año 2020, y también parte de 2021, ha estado en mínimos de visitantes. Y, mientras, los edificios (en una ciudad donde la mayor parte de los ministerios están ubicados en palacios, como el Viminale o la Farnesina) siguen deteriorándose; el metro (ya de por sí limitado a dos líneas por la cantidad de restos arqueológicos que hay en el subsuelo) funciona cada vez peor; y la basura se acumula hasta niveles intolerables.

En realidad, solo hay una manera de salir del actual atolladero: con una fortísima inversión en el conjunto de la urbe. Gualtieri, como hombre con muy buenos contactos dentro de la Unión Europea, puede lograr esa financiación, pero seguramente sea aún más importante lo que decida hacer el actual Ejecutivo. Y es que se da la circunstancia de que el “premier” (Mario Draghi) es también romano de nacimiento, y ya se sabe que los romanos son muy orgullosos de su condición de oriundos de la “Ciudad Eterna”. Claro que el principal problema está en que no se sabe cuánto tiempo seguirá siendo primer ministro este prestigioso banquero y economista, y además éste tiene encomendado realizar antes numerosas reformas, entre las que destacan con particular fuerza la transición tanto digital como ecológica. Lo único claro es que la “Ciudad Eterna”, donde lo único reseñable que se ha hecho en los últimos años ha sido la reforma completa de su principal aeropuerto (el “Leonardo Da Vinci-Fiumicino”), no puede seguir en la actual situación de abandono, porque es la única de las principales capitales europeas que se encuentra en ese estado. Pero es igualmente cierto que, en este momento, nadie de relevancia quiere ser alcalde de la ciudad. Ver para creer.

Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es profesor del Centro Universitario ESERP y autor del libro ‘Historia de la Italia republicana, 1946-2021’ (Sílex Ediciones, 2021).