
Mientras la actual presidenta del Consejo de Ministros, la romana Meloni, hace todo lo que puede por contener la cada vez mayor oleada de inmigrantes irregulares que está llegando en estas semanas a las costas italianas, hemos asistido en los últimos días a una bochornosa ruptura entre dos de los principales líderes del centroizquierda italiano: Renzi, principal figura de Italia Viva, y Calenda, presidente de Azione. En el centro del conflicto entre ambos, la creación del llamado “partido único” que materializase en una única formación el Terzo Polo con el que concurrieron a las elecciones “políticas” de septiembre de 2022 y que llevó a obtener dos millones de votos que se tradujeron en tres decenas de parlamentarios repartidos entre las dos cámaras legislativas.
Para entender lo que ha sucedido hay que remontarse a abril de 2015, cuando la entonces Ministra de Desarrollo Económico, Federica Guidi, hubo de dimitir por un presunto tráfico de influencias (de la que luego salió indemne) y el entonces “premier” Matteo Renzi tuvo que ascender a la categoría de ministro al romano Calenda, quien ya ejercía como viceprimer ministro en esta misma cartera desde el inicio del Gobierno Renzi en febrero de 2014. Como es sabido, en diciembre de 2016 el político toscano hubo de dimitir por su derrota en el “referéndum” constitucional y le sucedió un Paolo Gentiloni que había sido hasta entonces titular de Asuntos Exteriores y que heredó de Renzi no sólo la “maggioranza” con la que este había gobernado durante casi tres años (1.020 días, toda una “plusmarca” solo superada por Silvio Berlusconi, en dos ocasiones, y por Bettino Craxi, “premier” entre 1983 y 1987), sino también la inmensa mayoría de los ministros que habían trabajado a las órdenes de Renzi: salvo el paso de María Elena Boschi a la subsecretaría de la presidencia del Consejo de Ministros; el cambio del siciliano Alfano de Interior a Asuntos Exteriores; y la entrada del calabrés Marco Minniti en el Viminale (sede del citado del ministerio del Interior), todos los ministros repitieron en sus respectivas carteras y en ellas permanecieron hasta su definitiva salida en la última semana de mayo de 2018.
Durante el tiempo en que Renzi y Calenda compartieron gobierno, no hubo ningún tipo de conflictos entre ellos, ya que las jerarquías estaban muy claras: el primero era, además de “premier”, Secretario General del Partido Democrático (PD), exalcalde de Florencia y en ese momento la figura que más brillaba en el conjunto del arco político transalpino. Frente a él, Calenda, dos años mayor que Renzi, tenía mucho menos “pedigree” político porque venía del mundo de la empresa y, en relación con ello, la entrada en los gobiernos de centroizquierda estaba suponiendo el inicio de su carrera política.
Con el tiempo, y con Renzi a punto de marcharse del PD y de fundar su nuevo partido (Italia Viva), Calenda aceptó ser cabeza de cartel de la principal formación de centroizquierda en las elecciones europeas de mayo de 2019, recibiendo el apoyo expreso de Renzi. Unos comicios donde, además de barrer la Liga de Salvini con el 34% de los votos, el PD demostró seguir en la “cuerda floja”, ya que, a pesar de tener desde hacía unos meses nuevo Secretario General (Nicola Zingaretti, Presidente de la Región del Lazio desde 2013), la formación de centroizquierda solo fue capaz de subir 4 puntos en voto con respecto a la debacle de Renzi en las elecciones “políticas” de 2018 (22% por 18% de un año y unos meses antes).
Así, el primer enfrentamiento entre Calenda y Renzi tendría lugar en agosto de 2019, cuando Renzi, ante el hecho de que Salvini había hecho caer el gobierno de coalición conformado con el Movimiento Cinco Estrellas (bautizado con el pomposo nombre de “contrato de gobierno”), y ante el riesgo de que el líder de la Liga arrasara en unos comicios anticipados, decidió forjar un pacto con los “pentastellinos”, pacto que también apoyaba la “vieja guardia” del partido. Calenda, en cambio, se situó junto con Gentiloni y Zingaretti en el grupo de los contrarios a este pacto, y, ante las cámaras de televisión, afirmó sin el más mínimo reparo que Renzi hacía este pacto para no perder el control de los grupos parlamentarios del PD, frente a un ex “premier” toscano que iba “vendiendo” que el pacto era para evitar que la llegada de Salvini a la presidencia del Consejo de Ministros conllevara una desmesurada subida del Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) que perjudicara, y mucho, a la ciudadanía de su país.
Lo cierto es que, con sólo días de diferencia, y una vez constituido el nuevo gobierno nacido del pacto PD-Cinque Stelle, tanto Calenda como Renzi se marcharon del que había sido hasta ese momento su “casa común”: Calenda, para fundar Azione; y Renzi, a su vez, para poner en marcha Italia Viva. El partido de Renzi era bastante mayor que el de Calenda: por poner un ejemplo, Renzi disponía de hasta 17 senadores, por solo uno de Calenda. Lo cierto es que ambos irían creciendo con las diferentes elecciones “administrativas” a las que se presentaron: nos referimos a las convocatorias de 2020, 2021 y 2022.
Eso sí, Calenda no tardó en aventajar en intención de voto a Renzi: mientras el primero se movió la mayor parte de la segunda parte de la XVIII Legislatura en el 2.4-2.6% (lo que le convertía en extraparlamentario, dado que el “sbarramento” o umbral para entrar en el Parlamento estaba situado en el 3%), Calenda se situaba en el 3.5-3.8%, llegando incluso a superar en alguna encuesta el 4%.
Así, en enero de 2021 vino una nueva “agresión” verbal de Calenda a Renzi, con motivo de una conferencia pronunciada por el antiguo “premier” en Arabia Saudí: conocido este país por su falta de respeto a los derechos humanos más fundamentales, Calenda criticó duramente a Renzi, que necesitaba las ingentes cantidades de dinero que los saudíes le daban por cada conferencia para poder financiar su actividad política, teniendo en cuenta que la fundación que había pagado toda su actividad política entre 2012 y 2018 (conocida con el nombre de Open y bajo instrucción judicial desde ese mismo año 2018) ya no podía hacerse cargo de los elevados costes de un partido político en un momento en que Renzi comenzaba a abrir sedes a lo largo y ancho del país, e igualmente que también tenía que financiar su congreso otoñal, conocido como “Leopolda” y que tenía y sigue teniendo lugar en una antigua estación de trenes de la Florencia de la que él fue alcalde durante cinco años.
Renzi hizo “oídos sordos” de lo dicho por Calenda y, cuando éste decidió presentarse a la alcaldía de Roma en octubre de 2021, le dio su apoyo político: de muy poco sirvió, porque Calenda, derrotada por Gualteri (candidato del centroizquierda) y Michetti (cabeza de cartel del centroderecha), solo fue capaz de superar en número de votos a Virginia Raggi, regidora de la capital del país entre 2016 y 2021. Cuando llegó el momento del “ballotaggio” (segunda vuelta), y con Calenda fuera de la competición, Renzi apoyó a Roberto Gualteri, exMinistro de Economía y Finanzas y buen amigo personal de Renzi, convirtiéndose finalmente en el nuevo Alcalde de Roma.
Los caminos de Calenda y Renzi volvieron a cruzarse en el verano de 2022. Sus dos partidos habían formado parte de la “maggioranza” que había sostenido al Gobierno Draghi (febrero de 2021-julio de 2022), pero, llegado el momento de forjar una coalición de cara a las elecciones “políticas” convocadas para septiembre de ese año, Calenda no tenía la más mínima intención de juntarse con Renzi. Sin embargo, la dirección del PD, que fue con la que inicialmente pactó con Calenda y marginó a Renzi intencionadamente, le engañó al no hacerle saber que en la coalición que iban a conformar estarían tanto comunistas como ecologistas, dos formaciones que habían votado hasta 56 veces en contra del Gobierno Draghi mientras Calenda formaba parte de la “maggioranza” que sostenía aquel Ejecutivo.
Lo que no sabía la dirigencia del PD es que Calenda no era persona de “comulgar con ruedas de molino”: sin mayores miramientos, rompió de inmediato su pacto de coalición con el PD y fue en ese momento cuando un completamente aislado Matteo Renzi le ofreció hacer candidatura conjunta. Calenda, sabedor de que su imagen se encontraba literalmente por los suelos, aceptó pactar con que había sido su Primer Ministro sobre la base de que Renzi diera “un paso al lado” y le dejara a él como cabeza de cartel. Renzi aceptó y fue así como nació el “Terzo Polo”, que pretendía ser una alternativa entre el centroderecha “soberanista” y la izquierda “populista” (al menos eso era lo que vendía el siempre muy hábil Renzi).
A esta coalición, por cierto, se sumarían dos exministras de Forza Italia (Carfagna y Gelmini), pero nadie más fuera de Azione e Italia Viva. El 7.8% de los votos que cosecharon fue un buen punto de inicio para una coalición con solo dos meses de vida, más allá de la falta de realismo de Calenda, que consideraba que podían haber superado la “doppia” cifra (esto es, sumar más del 10% de los votos), algo en lo que, en cambio, seguramente nunca pensó Renzi.
A partir de ahí, ambos pactaron la conformación de los grupos parlamentarios: el “capogruppo” del “Terzo Polo” en la cámara baja sería alguien de Azione, mientras el de la cámara alta recaería en un representante del partido de Renzi. Lo llamativo es que ambos líderes quisieran estar los dos en el Senado: Renzi ya había formado parte de este en la legislatura anterior, pero Calenda era nuevo en la cámara alta, formada ahora por tan sólo 200 miembros frente a los históricos 315 tras el “taglio” aprobado en “referéndum” en septiembre de 2020.
Renzi, frente a lo que habían sido tradicional en él, decidió adoptar un perfil bajo y limitó al máximo sus comparecencias televisivas: parecía claro que 2023 debía ser para él un año de tranquilidad tras años muy conflictivos, y que el momento de recuperar el impulso debía ser la primera mitad de 2024, con la vista puesta en las elecciones europeas que deben celebrarse en mayo del año que viene. Recordemos que la tercera economía de la eurozona ha tenido en las instituciones europeos dos presidentes del Europarlamento (Antonio Tajani y Davide Sassoli, entre enero de 2017 y diciembre de 2021); un Presidente de la Comisión (Romano Prodi, entre agosto de 1999 y mayo de 2004); un Presidente del Banco Central Europeo (BCE, Mario Draghi, entre noviembre de 2011 y octubre de 2019); y una dirigente de la política exterior (Federica Moguerini, agosto de 2014-mayo de 2019). Sin embargo, nunca ha habido ningún italiano al frente de la presidencia del Consejo europeo, que ha estado a cargo de dos belgas (Van Rompuy y Michel) y un polaco (Tusk). Y no sería de extrañar que Renzi, que tiene muy buenos apoyos en las instituciones europeas, pensara en ser el nuevo Presidente de ese Consejo europeo, toda vez que en la política nacional se encuentra en mínimos de popularidad desde hace más de cinco años.
Lo cierto es que la paz entre Calenda y Renzi duraría demasiado poco. Calenda comenzaba a hablar ya de que debía pasarse del “Terzo Polo” al partido único, mientras Renzi consideraba que ese momento no había llegado aún. Cuando Ely Schlein se hizo con la secretaría general del PD el pasado mes de febrero, lo que suponía un fuerte “giro a sinistra” de este partido, Renzi comenzó a ceder en la constitución del partido único. El problema es que ambos manejaban tiempos distintos: Calenda lo quería de inmediato, frente a un Renzi que quería que este partido se constituyera en octubre de 2023.
¿Qué ha pasado para que se llegara a la ruptura entre ambos? Hay diferentes explicaciones a lo sucedido. Una es que Renzi puede tener interés en que antes del congreso constitutivo del nuevo partido se celebren unas nuevas elecciones “administrativas” (además de al gobierno de regiones como Molise, Abruzzos o Basilicata) que le den la posibilidad de negociar con más fuerza la presencia de los suyos en el nuevo partido, toda vez que se había decidido que Calenda fuera el líder del nuevo “sujeto político”.
La segunda es bien diferente, y se encuentra en relación con la actual situación del principal partido del centroderecha: Forza Italia, un partido que agoniza porque es tremendamente personalista y su líder (el político y empresario Silvio Berlusconi) se encuentra con la salud muy deteriorada. Sus 86 años de edad, sus dos operaciones a corazón abierto, y una vida plagada de conflictos con la Justicia así como permanentes enfrentamientos con el centroizquierda, hacen pensar que su final vital esté cada vez más cercano, y los que mandan en el partido fuera de él (sobre todo Antonio Tajani, actual VicePrimer Ministro y titular de Asuntos Exteriores) podrían estar intentando fusionarse con el partido de Renzi, toda vez que el político toscano, detestado hasta límites insospechados por el Movimiento Cinco Estrellas y por la mayor parte del Partido Democrático, ha sido tradicionalmente una persona muy bien vista en las filas del centroderecha y, más en particular, por Forza Italia. Y es que, como recordó Renzi en una entrevista de hace meses, “yo nunca he votado a Berlusconi, pero tampoco nunca le he atacado”.
Quizá esta última posibilidad es la que ha llevado a Calenda a entrar en el conflicto como “elefante en cacharrería”: persona profundamente desconfiada y muy dada a los exabruptos verbales, piensa que Renzi le oculta algo y que precisamente ese algo sería forjar un pacto con la dirigencia del histórico partido de centroderecha.
Ahora quien ha decidido intentar poner “paz” en este divorcio ya prácticamente consumado ha sido Mara Carfagna, parlamentaria de Azione pero con estrecha amistad con Matteo Renzi desde hace años. Carfagna ha afirmado que lo que hay que hacer es crear una amplia “coalición de centro”, siguiendo el modelo de Macron en Francia, quien se aprovechó de la desaparición del socialismo y el hundimiento de la derecha para crear un partido que aglutinara en una sola formación la amplia zona templada de su país, lo que le ha valido ser elegido dos veces Presidente de la República francesa (la primera en 2017 y la segunda en 2022). Carfagna, como Renzi, parte de la idea de que con Schlein al frente del PD, y con Meloni liderando la coalición de centroderecha, se está produciendo una polarización de la vida política que llevaría a que una amplia coalición de centro pueda monopolizar un importante porcentaje de voto que no se identifica ni con Schlein ni con Meloni o Salvini.
Eso sí, Carfagna difícilmente puede evitar que Calenda y Renzi se reconcilien: demasiados insultos en los últimos días, la mayor parte dirigidos desde Azione frente a una dirigencia del partido de Renzi (representada por María Elena Boschi, Elena Bonetti y Luigi Marattin) que se muestra enormemente sorprendido por el grado de virulencia con el que actúan sus antiguos compañeros de coalición. En todo caso, todos ellos (de uno y otro partido) saben que la ruptura completa hay que pensarla muy mucho porque el hecho de tener grupo parlamentario propio en ambas cámaras les reporta a los dos partidos fuertes sumas de dinero. El problema es que los que se tienen que reconciliar son los ampliamente incompatibles: un Renzi que no acepta órdenes de nadie y un Calenda cada vez más impulsivo y menos dado al diálogo y al acercamiento de posturas. Veremos de qué manera concluye todo esto, pero sí parece clara que estamos ante toda una “historia de un divorcio anunciado”. El futuro del “Terzo Polo”, entre interrogantes más que nunca.-
Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es Profesor en la Universidad Camilo José Cela (UCJC) y autor del libro Historia de la Italia republicana (Madrid, Sílex Ediciones, 2021).