Opinión

Cuando las elecciones llevan a la guerra

photo_camera Atalayar_Benjamin Netanyahu

La nueva guerra palestino-israelí, que no dice su nombre, muestra los horrores del fanatismo y la incapacidad de la comunidad internacional para resolver un conflicto en el que dos pueblos luchan por el empoderamiento de la tierra: uno, el palestino, que vive en la de sus ancestros de la que quieren expulsarle; el  otro, el judío, en su inmensa mayoría procedente de la vieja Europa y el norte de África de donde las guerras imperiales y el nazismo expulsó a los supervivientes del genocidio perpetrado contra judíos, homosexuales, gitanos y afiliados comunistas. El extremismo, sionista de unos, y yihadista de otros, hace imposible la cohabitación.

Pero, quién ha desencadenado esta nueva guerra y por qué. La llamarada que encendió la espiral bélica ha sido provocada por las hordas de nuevos colonos judíos, apoyados desde el poder del Estado, que echaron de sus casas en Jerusalén Este a decenas de palestinos; eso, unido al desfile provocador a través de los barrios árabes de la ciudad y a la represión contra los fieles musulmanes en la explanada de la Mezquita de Omar en pleno mes sagrado de Ramadán, fue suficiente para lanzar a los jóvenes palestinos a las calles en protesta reprimida violentamente por la policía israelí. La espiral siguió con la respuesta solidaria del movimiento Hamas desde Gaza disparando cohetes contra Israel y la reacción israelí de lanzar su maquinaria de guerra contra la población y los barrios superpoblados de la franja, causando decenas de muertos y centenares de heridos. Una guerra cada vez más abierta.

Las fuerzas dominantes en ambos lados quieren que el conflicto bélico se prolongue. Las fuerzas del diálogo y de la paz están en franca retirada.

Una vez constatada la responsabilidad principal del Estado de Israel en esta nueva oleada bélica contra el pueblo palestino, hay que preguntarse ¿qué tiene que ver esta guerra con la situación política en cada una de las partes? El tema se presenta de la siguiente manera.

Israel. Desde el 23 de marzo en que el Likoud de Benjamin Netanyahu ganó las Elecciones, éste ha sido incapaz de formar gobierno. El presidente Reuven Livlin ha encargado al líder del segundo partido más votado, Yair Lapid, de la formación “Hay un futuro”, formar el gobierno en un plazo de 28 días. Nentanyahu sigue en funciones, pero sus días están contados, a menos que decrete el “Estado de guerra” o el “Estado de emergencia”. Por lo que esta guerra contra los palestinos le viene como anillo al dedo. De ahí a pensar que Benjamin Netanyahu ha utilizado a los extremistas judíos para que organizasen las provocaciones contra los palestinos en Jerusalén preludio del enfrentamiento bélico, hay un paso.

La idea de que Israel es el único Estado democrático en Oriente próximo, muestra su falsedad con la situación actual. En Israel hay un 80% de judíos y un 20% de árabes palestinos. Estos últimos nunca podrán decidir el porvenir político del Estado, aunque entren en confusas coaliciones con los laboristas y con los liberales. Las palancas del poder las tienen los judíos. Pero ni siquiera son los judíos laicos, modernos, occidentalizados; son los judíos ortodoxos, los religiosos fundamentalistas, que acaparan los resortes esenciales: ministerio del Interior, fuerzas de defensa, ejército Tsahal, ministerio de la Vivienda que controla y decide los asentamientos despojando de sus tierras a los palestinos, y los servicios secretos del MOSAD.  Esas son las verdaderas palancas del poder, que están en manos de los judíos ultraortodoxos partidarios del Heretz Israel y de Jerusalén capital eterna del Estado judío.

Palestina. En la crisis actual, el movimiento Hamás aparece como él único capaz de defender a la población palestina, el único con voluntad y medios de enfrentarse militarmente a Israel. No de vencerle, porque eso no es posible hoy por hoy, pero sí de hacerle frente con las armas. La rivalidad entre Hamas y Al Fatah, se decanta en favor del primero.

El presidente palestino Mahmud Abbás, había prometido realizar elecciones, serían las primeras en 15 años. Pero después se retractó y anuló los comicios. Claramente, a día de hoy, las elecciones políticas en Palestina, Cisjordania y Gaza, darían una clara victoria al movimiento Hamas, cuyos líderes Khaled Meshaal e Ismail Haniyeh, han salido reforzados con esta crisis. En Gaza, Hamas no tiene competidor, pero incluso la guerra actual puede hacer inclinar a dirigentes importantes de Al Fatah en Cisjordania como  Mohamed Dahlan, Merwan Barghouti o Nasser Kidwa, a una alianza táctica con Hamas, con lo que el futuro político de Abbas se vería sentenciado.

Irán. Es el tercer factor principal de la ecuación bélica. No por su implicación directa en el frente de batalla, sino porque es el principal suministrador de armas al movimiento palestino Hamas, y un respaldo estratégico de peso para el régimen sirio de Bachar el Assad, para el movimiento libanés Hezbollah de Hassan Nasrallah, para el movimiento libanés Amal que dirige Nabih Berri, y para los chiitas iraquíes, la mayoría de la población del país del Éufrates y el Tigris.

Tanto Estados Unidos como Israel son conscientes de que no pueden derrotar militarmente a Irán, porque además de poseer un Ejército moderno y tecnológicamente avanzado, se le sospecha poseer armas atómicas, lo que hace inviable una guerra abierta contra Irán. El desenfreno bélico de Israel contra la población civil de la banda de Gaza es en cierto modo un mensaje dirigido a Irán, para que se retire del escenario. Pero Teherán no abandonará el terreno.

Entre otras causas porque las Elecciones presidenciales de junio, vuelven a tensar la situación política en el país. La presentación como candidato del ex mandatario Mahmud Ahmadineyah, con el apoyo de los ultraconservadores y gran defensor del rearme iraní y del programa nuclear, obliga al poder de Teherán a mantener el apoyo al Hamás palestino y a los movimientos afines a Irán en Oriente medio. En caso de que el Consejo de Guardianes permita al expresidente Ahmadineyah entrar en la pugna electoral, se prevé un fuerte apoyo popular que podría hacer peligrar el proceso abierto de negociaciones entre Irán, la Unión Europea y los Estados Unidos.

La nueva guerra israelo-palestina ha desatado una ola de solidaridad mundial con las víctimas martirizadas. Lo expresa la escritora y poeta argelina Souad Mouhoub, en unos versos Por Palestina:

Deshaucio
Colgado del olivo me veréis, cuando vengáis a echarme de mi casa.
Plantado en el centro de su patio,
estaré abrazado a mi árbol formando parte de su tronco.
En sus venas correrá mi sangre,
mezclada con su sabia, regaré mi tierra.
De ella nacerán mis naranjos, mis uvas y mis higos, 
y si dejaré de estar, 
sus frutos alimentarán las hormigas, las lombrices y aquellos insectos que se reproducirán sin cesar 
para recordar que esa es mi morada.
Seré el fantasma de sus días y sus noches, 
la sombra que habitará sus muros, el tatuaje incrustado en el jardín.
Seré la paloma que hará ondear sus alas sobre el tejado de mi hogar. 
Quemadme con mi árbol si queréis, 
arrancadlo y tiradlo a lo lejos; 
sus raíces conocen el camino de vuelta, 
se deslizarán hacia el patio de mi casa y plantarán nuevos olivos, todo un olivar. 
Verde y soleado, inundará con el oro de su jugo 
el jardín de mi casa y de mi tierra.