
El presidente argelino, Abdelmadjid Tebboune, ha decidido sacar adelante una nueva Constitución en Argelia. Es la quinta desde la Independencia del país en 1962; la cuarta, aprobada en 1996, fue remodelada tres veces durante el mandato de Abdelaziz Bouteflika, que hizo de la Carta Magna un instrumento del poder presidencial frustrado por la preponderancia de los militares sobre el edificio judicial, incluida la Carta Magna.
Con la nueva Constitución, el poder civil se consagra como el único legítimo representante del pueblo por encima del poder militar, que abusaba de su legitimidad otorgada por siete años de guerra anticolonial, y del resto de poderes del Estado, para ostentar el verdadero poder en Argelia.
Una de las novedades más relevante de la nueva Carta Magna, que deberá ser discutida y aprobada por el pueblo y sus órganos legislativos correspondientes, es la creación del puesto de vicepresidente del país; cargo este destinado a blindar la función del jefe del Estado, y evitar cualquier intento de pronunciamiento militar o de golpe blanco contra el Presidente. En caso de vacante presidencial, el vicepresidente asumirá sus funciones hasta completar el mandato. Solo en caso de fallecimiento, se convocarán nuevas elecciones presidenciales, tras un periodo interino asegurado por el vicepresidente.
La novedad más importante, sin embargo, consiste en la elaboración de una nueva doctrina militar conforme a la modernidad y al Estado de derecho. Como ya adelantó Atalayar el 16 de enero de 2020, en el seno de la institución castrense argelina se estaba discutiendo una revisión de la doctrina militar, incluyendo el capítulo de las intervenciones fuera de las fronteras del país.
Conforme a la nueva Carta Magna, el Ejército argelino podrá enviar unidades militares a otros países, en el marco de las Misiones de Paz de Naciones Unidas, así como siguiendo los acuerdos militares bilaterales a efectos de la protección y salvaguardia de la soberanía nacional de los países amigos y aliados. Hasta ahora, el Ejército argelino solo podía operar dentro de las fronteras del país, salvo en contadas excepciones, como la Guerra de los Seis Días en 1967 entre Egipto e Israel, y la Guerra del Yom Kippur en 1973 entre Israel y el frente árabe. En otras ocasiones, han sido “unidades militares especiales comandadas por los Servicios de seguridad” las que han intervenido en la lucha antiterrorista en Líbano, Mali, Libia o en el caso de la guerra en el Sáhara Occidental, con el envío de tropas argelinas a Amgala, localidad del Sáhara fronteriza con Mauritania, que protagonizaron dos enfrentamientos bélicos con el Ejército marroquí.
Al mismo tiempo, el Ejército argelino, según la nueva Carta Magna, limitará sus funciones a las estrictamente castrenses y de seguridad, incluida la lucha antiterrorista. El presidente Tebboune busca afianzar la profesionalización de las Fuerzas Armadas y alejar a los oficiales y altos mandos militares de los negocios y de la política, que han sido las palancas de la corrupción, del nepotismo y del debilitamiento progresivo del estamento militar.
Como corolario de esta reorganización del Estado y de la Carta Magna, el poder político -presidente y gobierno- y el poder legislativo -cámaras de representantes- se reapropiarán de la política exterior y en particular de las relaciones regionales en el Magreb, incluido el conflicto latente con Marruecos y la cuestión del Sáhara Occidental, tal como adelantó Atalayar.