Opinión

Los periodistas, ¿estamos amenazados?

photo_camera Yolanda Díaz

Cada vez que hay elecciones políticas, o se produce una crisis nacional o internacional, guerras, desplomes en las Bolsas, escándalos financieros, sale a relucir el papel de los medios de comunicación y de sus protagonistas, las empresas mediáticas en general y los periodistas en particular. Con la consiguiente interrogación de fondo: ¿la libertad de prensa tiene límites? Y ¿los periodistas, estamos en peligro? Las polémicas políticas y partidarias parecen no tener fin.

Guillermo Altares, veterano periodista que ha hecho su carrera en los medios reputados como democráticos y liberales, acaba de publicar un libro, “Los silencios de la libertad”, altamente edificante. Nuestro colega viene a sostener que no se puede decir que hoy día existan dictaduras en Europa, pero lo que sí es cierto es que “una determinada parte de la sociedad vive en un limbo”. Y ello debido a que “hay gobiernos en Europa salidos de elecciones libres y democráticas que lanzan la idea de que aquellos que no comulguen con sus ideas pueden ver sus libertades recortadas y limitadas” amparándose en un Legislativo de su obediencia y unos mecanismos que controla el propio gobierno. En otras palabras, que se reactiva y da vigencia a la censura de los medios, y a las amenazas intimidatorias a los periodistas, cuando no escriben lo que el poder de turno quiere. 

Aparentemente, en la mente del autor y de la mayoría de los lectores estaba el ejemplo de Hungría, miembro de pleno de la Unión Europea, o de Turquía, país demandante de adhesión a la UE. Sin embargo, el asunto se ha vuelto de rabiosa actualidad en España, cuando los partidos que componen el actual Gobierno de coalición o sus derivados, PSOE y SUMAR, han vuelto a acusar a los medios que no son de su obediencia y a los periodistas díscolos “que manipulan y tergiversan”, amenazando a los primeros con el cierre o la privación de fondos, y a los segundos con expulsarles del gremio y machacar sus carreras profesionales. 

En los anteriores comicios, Rafael Simancas, miembro conspicuo del PSOE y actual secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, conminó a los medios de comunicación a declarar sin ambages “por qué partido van a votar”. El presidente Pedro Sánchez no solo no lo llamó al orden, sino que en su mandato dejó claro que iba a poner en marcha “una estrategia nacional contra la desinformación”.  En el transcurso de su largo trienio ha calificado a los periodistas de mentirosos, de manipuladores, de propagar falsas noticias y un largo etcétera. 

A las posiciones sospechosamente cesaristas de Pedro Sánchez y del PSOE se ha unido ahora la peregrina idea de Yolanda Díaz y de su conglomerado SUMAR, de controlar “urbi et orbi”, la prensa y los periodistas. El programa electoral que presentó Díaz para el 23-J incluía la censura de los medios de comunicación y proponía “sanciones” e incluso la “expulsión de la carrera periodística” a quien “manipule y desinforme”. La reacción de los involucrados ante la barbaridad de tales propósitos anticonstitucionales les hizo retroceder y dos días después lo quitaron. Pero, no nos engañemos, el objetivo sigue ahí. Solo cambió la forma.

Es difícil, si no imposible, encontrar en la historia de la España del siglo XX tal aberración. Los que hemos vivido los dos últimos decenios del régimen franquista no podemos olvidar que existió La Codorniz, Cuadernos para el Diálogo, La Vanguardia, ABC (monárquico y conservador, al tiempo que crítico con el régimen), el YA. Incluso se pueden añadir las publicaciones de Ruedo Ibérico, traídas desde Francia, pero que el régimen sabía que circulaban ampliamente.

¿Había censura? Sí, sin duda, pero no suponía la guillotina del pensamiento y de la libertad de expresión. 

Concluyendo, los medios de comunicación, ¿están en peligro? No. Solo aparente, porque los poderes económicos y financieros que sostienen los grandes grupos siempre terminan por acomodarse al sistema político, y viceversa. Y los medios digitales necesitan poca finanza e infraestructura. En cuanto a los protagonistas, los periodistas ¿estamos amenazados? Sí. Pero no por dictaduras, sino por posibles gobiernos salidos de elecciones libres y democráticas, dixit Guillermo Altares.  

La cuestión que realmente preocupa en la profesión es si la actual oposición comulga o no con estos despropósitos. Una parte de esta, la más extrema, la más radical, posiblemente no lo ve tan mal si es ella la que tiene la sartén por el mando. Pero la gran mayoría del electorado de la oposición centrista, democrática y liberal, ¿por qué está tan callada? 

No es suficiente la irónica reflexión de Feijoo ante el desvarío de Yolanda Díaz, diciendo: “¿Qué quiere decir, que volvemos a reanudar la censura?”. Como tampoco es suficiente que el líder del Partido Popular asegure que “los medios cumplen su papel, te gusten o no”. Lo que está en juego son los fundamentos mismos de la Constitución democrática española, y la vida laboral de miles de profesionales que creen en lo que hacen. Y eso no es una cuestión baladí.