Qué se juega España en sus relaciones estratégicas con los países del Golfo

Por Pedro Canales (*)
España dispone de una situación particular y privilegiada en relación con los países árabes y en especial con los del Golfo, lo que le confiere una oportunidad histórica única para su desarrollo y para ejercer un papel protagonista en la escena internacional. A diferencia del resto de naciones occidentales, España posee tres ventajas históricas. Primero, formó parte durante siglos de la civilización árabe-musulmana; segundo, su política invariable en relación con el conflicto palestino-israelí desde sus comienzos en 1948; y tercero, las relaciones particulares que unen a la Familia Real española con las monarquías árabes. La gira del Rey Juan Carlos por los países del Golfo, que aún debe completarse con su visita al emirato de Catar, se enmarca en estas relaciones y supone una oportunidad histórica tanto para España como para las monarquías árabes, coincidentes en diseñar un nuevo modelo de relaciones multilaterales de alcance estratégico. Para España no sólo ha significado la firma de multitud de grandes contratos por valor de miles de millones de euros y la inyección de capitales árabes en los circuitos financieros y empresariales españoles, sino que ha otorgado a la política exterior española un poder de protagonismo activo en la geopolítica mundial.

Los monarcas árabes con los que se ha entrevistado el Rey Juan Carlos, Jalifa bin Zayed Al Nahyan de los Emiratos Árabes Unidos; Sabah al Ahmad al Yaber al Sabah, de Kuwait; Qabus Bin Said, de Omán; Hamad bin Isa Al Jalifa, de Bahrein, y el Príncipe Heredero saudí Salman Bin Abdulaziz, se han mostrado favorables a construir relaciones particulares con algún país occidental que les permita ser protagonistas del nuevo orden mundial en gestación. Los países del Golfo, que disponen de una veintena de fondos soberanos con los que inyectan en la economía occidental unos dos billones de dólares (los más activos son los de los Emiratos, de Kuwait y de Arabia Saudita), se ven a menudo coartados por los imperativos políticos nacionalistas o proteccionistas de la Unión Europea y los Estados Unidos. La nueva generación de príncipes que asumen paulatinamente las riendas del poder en los Emiratos, Kuwait, Oman, Bahrein, Arabia Saudita y Catar, contemplan la posibilidad de una alianza estratégica con algún país occidental que les permita entrar en el juego mundial y participar como protagonistas de los cambios geopolíticos en curso. España puede cumplir esa función, por su historia vinculada al mundo musulmán, y por el papel de la monarquía "hermanada" con los soberanos árabes; de ahí que el viaje del Rey Juan Carlos al Golfo revista trascendencia y abra el camino a un acuerdo multilateral, que va mas allá del meramente protocolario y del aspecto económico-financiero del mismo.

Las seis monarquías del Golfo, unidas por el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) que coordina sus economías, su defensa y su política exterior, han invitado a finales del año 2013 a las otras dos monarquías reinantes en el mundo árabe, la de Jordania y la de Marruecos, a adherirse al Consejo y participar en sus deliberaciones. En algunos medios diplomáticos árabes se baraja la idea de que la monarquía española, en la persona del Rey, podía ser invitado a título de observador a las cumbres del CCG, lo que abriría puertas hasta ahora insospechadas a la política internacional española.

El título que posee el monarca español de "Rey de Jerusalén", lejos de generar polémica histórica con los soberanos árabes, le otorga un valor añadido pues tanto los dirigentes palestinos como los gobernantes árabes le reconocen voluntariamente su carácter de "Protector de los santos lugares", que incluye la gran mezquita de Omar, tercer lugar santo del Islam, después de La Meca y Medina. En sus relaciones con las monarquías árabes, el Rey de España juega un papel irremplazable, que no lo puede ejercer ningún líder político por muy carismático que sea, ya que su "hermanamiento" con los soberanos y emires posee un carácter trascendental. La cuestión crucial es la de saber si los Gobiernos políticos españoles serán capaces de entenderla y aceptar una monarquía menos protocolaria y más ejecutiva.

(*) Pedro Canales es un experimentado periodista español especializado en cuestiones del Magreb y el mundo árabe. Ha trabajado en numerosos medios de comunicación como la agencia EFE y los diarios El País y La Razón. El artículo que reproduce Atalayar fue publicado  en el diario digital ‘One Magazine’ el 2 de junio, el mismo día que Juan Carlos I anunció su abdicación.