Opinión

Grecia muestra en las urnas la memoria de su desastre

PHOTO/ARCHIVO - Alexis Tsipras, lider del partido izquierdista de Syriza
photo_camera PHOTO/ARCHIVO - Alexis Tsipras, lider del partido izquierdista de Syriza

Esta vez no coló. Los griegos no se creyeron las promesas de cambio, vino y rosas que el candidato de Syriza, Alexis Tsipras, les había desgranado a lo largo de la campaña electoral. El electorado no ha olvidado aún adonde les condujo el populismo de izquierdas de una formación emparentada, entre otros, con el Podemos originario de Pablo Iglesias. Tsipras se ha desplomado 11 puntos respecto al apoyo que los helenos aún le otorgaron en 2019, y se ha quedado en el 20% del electorado, la mitad de lo cosechado por la Nueva Democracia del primer ministro Kyriakos Mitsotakis. 

Ninguna de las dos formaciones obtiene no obstante la mayoría absoluta, fijada en el 45% +1 voto, requerida para la formación de gobierno, una vez abolida en esta primera vuelta la bonificación de 50 escaños que recibía el partido más votado. Esta medida de emergencia, instaurada para favorecer un gobierno sólido y estable que sacara al país de la crisis en la que se sumió entre 2012 y 2019, volvería a activarse en el caso más que probable de que se celebre una segunda vuelta a finales de julio o principios de julio. 

Tsipras contaba esta vez con que los griegos se hubieran olvidado de las promesas que él mismo les hizo a partir de convertirse en la tercera fuerza del Parlamento en 2012 y convertirse en jefe del Gobierno en 2015 cuando la UE exigía fuertes planes de austeridad para otorgar a Atenas las ayudas financieras que la rescataran de la bancarrota y no la echaran del euro. Con gran desparpajo, Tsipras convocó un referéndum contra la austeridad, lenguaje aterciopelado de muchos derechos y promesas sin contrapartidas, que los votantes premiaron con su respaldo. No tardó ni un día el propio Tsipras en traicionar aquellas promesas al darse de bruces con la realidad, de manera que aceptó todos y cada uno de los fuertes recortes impuestos por Bruselas, que entre otras cosas redujo en un 50% la cuantía de las pensiones. Los disturbios se multiplicaron, los ahorros de los ciudadanos se esfumaron y el país se convirtió en el paria de Europa, salvado in extremis por el liderazgo alemán de Angela Merkel para evitar la expulsión de Grecia de la eurozona. 

Como era de esperar, el mazazo dio la mayoría en 2019 a Mitsotakis y a su partido Nueva Democracia, que ha logrado en su primer mandado devolver la confianza al país, hacerlo crecer un 8,4% en 2021 y un 5,9% en 2022, muy por encima del resto de los países de la UE, además de establecer un escenario propicio a las inversiones extranjeras, que habían huido despavoridas cuando Tsipras estableció el inevitable “corralito”. 

La aplastante, aunque insuficiente victoria de Nueva Democracia en estos comicios llevará seguramente a Mitsotakis a renunciar a una coalición que le permitiera gobernar y provocar entonces la segunda vuelta, en la que se restablecería la prima de 50 escaños al partido ganador. O sea, cuenta con conseguir entonces la mayoría absoluta y gobernar sin los posibles frenos de un socio más o menos incómodo, que no sería otro que Solución Griega, partido de postulados nacionalistas semejantes a los del español Vox. 

La suma de los partidos de izquierda también queda muy lejos de esa mayoría absoluta, ya que entre el propio Syriza, el Partido Comunista y los socialistas de Pasok-Kinal apenas llegan al 35%. 

La solución, pues, parece cantada: esa segunda vuelta, en la que salvo un cataclismo telúrico Mitsotakis se hará con la mayoría absoluta para gobernar otros cuatro años. Tendría entonces la oportunidad de consumar, como él mismo ha augurado, “los cambios más radicales que permitan acortar la distancia que aún nos separa de Europa”, admitiendo así que era tal el grado de postración en que había quedado el país y la sociedad griega que aún harán falta varios años de crecimiento muy por encima del resto de socios comunitarios para colmar el retraso. 

También hay que señalar que la gran tragedia del accidente de tren de Tempe, en el que perdieron la vida 57 personas, no han penalizado a Mitsotakis. Gran parte de la campaña de toda la izquierda había cargado las tintas de la culpabilidad del accidente en la supuesta desidia del gobierno. Parece que, a pesar de que las víctimas eran mayoritariamente jóvenes universitarios, y a tenor de los resultados, la juventud helena tampoco se ha tragado ese anzuelo. 

Y, en fin, anotar también el nuevo descalabro del que fuera el mimado multimillonario de la extrema izquierda, el ensoberbecido exministro de Finanzas Yanis Varufakis, cuya formación MeRA25, escindida en su día de Syriza, queda fuera del Parlamento al no llegar siquiera a la mitad del 5% de los votos necesarios.