La imposible legitimación de la tiranía venezolana

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro - REUTERS/LEONARDO VILORIA
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro - REUTERS/LEONARDO VILORIA
Otras elecciones, esta vez legislativas, otro fraude, otra estampida migratoria, otras detenciones preventivas, pero la misma chapuza pseudodemocrática para atornillarse aún más a un poder a todas luces usurpado

Hablamos, claro está, de Venezuela, la tiranía que, con la complicidad, entre otros, del más notorio de los propagandistas del régimen, el jaleado expresidente socialista del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, robó descaradamente las elecciones presidenciales a la oposición unida bajo el candidato Edmundo González y el heroico e indesmayable liderazgo de María Corina Machado. 

Por supuesto, el régimen jamás enseñó las actas electorales de aquellos comicios, tan groseramente usurpados que hasta aliados tan poco sospechosos como el brasileño Lula da Silva o el colombiano Gustavo Petro reclamaron a Maduro que enseñara las pruebas fehacientes de su supuesta victoria, cacareada por un Comité Electoral de incondicional obediencia chavista. 

En los comicios-farsa de este 25 de mayo, diseñados para elegir 569 cargos -285 diputados, 24 gobernadores y 260 legisladores regionales- no había la menor incertidumbre. Todos serían para el castro-madurismo, que al término de la jornada electoral proclamaría por boca del propio Nicolás Maduro que “esta es una victoria para la paz y la estabilidad de toda Venezuela, en la que hoy la Revolución Bolivariana ha demostrado ser más relevante y fuerte que nunca”. 

Es tan relevante y fuerte la susodicha revolución que diversos organismos internacionales, entre ellos los de Naciones Unidas, cifran en un 90 % de la población la que está por debajo o en los umbrales de la pobreza; con una diáspora que oscila entre los 7,5 y los 9 millones de venezolanos, de los que unos 600.000 se han establecido o intentan hacerlo en España, y en el que el régimen ha copado la totalidad de una economía intervenida. Por cierto, gran parte de las empresas nacionalizadas o expropiadas, tienen a su frente a uno o varios generales de la abigarrada nómina de tales empleos en las Fuerzas Armadas Bolivarianas. 

María Corina Machado, que había hecho un llamamiento a la abstención como única arma en las manos de los ciudadanos para manifestar su descontento, también volvió a pedir a los militares, pilar fundamental en el sostenimiento de Maduro, “cumplan con su deber constitucional de garantizar la soberanía popular”. 

No es la primera vez que se producen esos llamados al Ejército, este vigilado, controlado y supervisado por agentes cubanos, que han depurado sin contemplaciones, torturas e incluso ejecuciones sumarias mediante, a los uniformados que se habían tomado en serio el mandato de ser los garantes de los derechos de los ciudadanos.

El régimen, con la opacidad que le caracteriza, ha señalado que la participación electoral había alcanzado el 42,66 % frente a las cifras de la oposición que no acreditan haya votado más allá del 16 % de los 21,4 millones de electores censados. 

Y por si había algún resquicio por el que algún opositor heroico desafiara al poder chavista, el régimen encarceló preventivamente a más de 70 ciudadanos, entre ellos Juan Pablo Guanipa, ex primer vicepresidente de la Asamblea Nacional de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), acusado -¡cómo no!- de “terrorismo”, delito que el chavismo suele atribuir por principio a todo aquel que se atreve a intentar derrotarle en las urnas.

Una nota discordante en las filas de la oposición ha sido la de Henrique Capriles Radonski, que sí ha podido presentarse y salir elegido. Alega que así podrá defender las ideas [de la oposición democrática] y no dejar la totalidad de la Asamblea Nacional en manos del chavismo. Parece más bien que será el opositor tolerado del chavismo, con el que éste intentará una vez más clamar por su supuesta legitimidad. 

Junto con la nueva ola migratoria que esta nueva vuelta de tuerca del régimen chavista ha propinado a los ciudadanos venezolanos, el futuro del país dependerá en gran parte de lo que ahora haga Estados Unidos. El secretario de Estado, Marco Rubio, ahora reforzado además con las competencias que antes desempeñaba el asesor nacional de Seguridad, quiere descargar un golpe decisivo a la economía del país, es decir a su fuente principal de financiación, el petróleo. Este martes 27 de mayo caducaban las licencias de explotación y exportación del crudo venezolano a Chevron (de paso, también a Repsol). Aunque había voces que preconizaban la prórroga de tales licencias, Rubio estaba abiertamente en contra. Si su criterio prevalece, los venezolanos podrían empezar a abrigar alguna esperanza de que la tiranía que les sojuzga tendría más difícil seguir imponiendo su impunidad. Lo que, por cierto, también sería un aviso a navegantes, empezando por Nicaragua, donde su copresidente, Rosario Murillo, se prepara para acaparar la totalidad del poder, una vez que su marido, Daniel Ortega, ya en estado de coma inducido, expire.