Opinión

La Piovra extiende sus tentáculos

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Ya hay un ganador neto en Italia de la pandemia: la mafia, que ha logrado sacar de la cárcel a 376 de sus miembros y se apresta a hacer lo propio con otros 456. Meterlos entre rejas llevó mucho tiempo y no fue fácil. Fueron precisos muchos años de investigaciones, fruto del denodado empeño de la propia sociedad italiana en general y, en particular, del descomunal esfuerzo de policías, jueces y fiscales, redoblado si cabe desde el asesinato por coche-bomba del juez Giovanni Falcone en 1992.  

Pues bien, aprovechando los estragos del coronavirus, emergieron graves disturbios en las cárceles italianas a principios del pasado mes de marzo, cuando Italia se erigía en epicentro mundial de la pandemia al dispararse meteóricamente los contagios y fallecimientos. Hay fundadas sospechas de que las revueltas, saldadas con trece reclusos muertos y medio centenar de heridos entre presos y guardianes, fueran instigadas por las cuatro grandes organizaciones mafiosas asentadas en las regiones de Sicilia (Cosa Nostra), Calabria (‘Ndrangheta), Campania (Camorra) y Apulia (Sacra Corona Unita).  

Los disturbios cesaron y poco después el Departamento de la Administración Penitenciaria (DAP), dependiente del Ministerio de Justicia, enviaba a su casa a 376 mafiosos so pretexto de portar o expandir el coronavirus. De inmediato, numerosas voces de los estamentos judicial, policial y periodístico denunciaron que la excarcelación era fruto de una negociación Estado-mafia, cuyo resultado no querido, pero más previsible, sería la reconstrucción de sus redes criminales. En el punto directo de mira está el ministro de Justicia, Alfonso Bonafede, del populista Movimiento 5 Estrellas, que se ha prestado a negar la presunta componenda.  

Ministro de Justicia

Pero, Bonafede tiene tres grandes nombres que dudan de su desmentido: María Falcone, hermana del asesinado juez, que asegura que “los capos vuelven a mandar”; Nino Di Matteo, fiscal antimafia, que ha desvelado que Bonafede le había negado la dirección de la DAP tras habérsela prometido para renovar precisamente la lucha antimafiosa, y el director de La Reppublica, Mauricio Molinari, que no deja de acumular y publicar indicios que abonarían la certeza de las negociaciones. El más elocuente es el de preguntarse por qué tendrían menos riesgo de expandir la pandemia en sus casas, y rodeados de su gente, que en el severísimo régimen de aislamiento al que estaban sometidos en las prisiones. Una soledad cuyo fin principal era impedir que los capos mafiosos dirigieran sus clanes desde sus celdas como ya ocurriera en el pasado. Otro fiscal antimafia, Federico Cafiero De Raho, sobreabundaba en la sospecha: “Es muy extraño que se libere a detenidos que están obligados a cumplir su condena en total aislamiento”.  

Nombres que siguen provocando escalofríos 

Entre las “joyas” liberadas y confinadas en sus casas están asesinos confesos como Francesco Bonura, que fuera el hombre fuerte de Bernardo Provenzano; el no menos sanguinario Vincenzo Iannazzo, de una ‘Ndrangheta, considerada ahora como la organización máfiosa más rica y poderosa del mundo, o Franco Cataldo, secuestrador del niño Giuseppe Di Matteo, al que estranguló y disolvió en ácido en represalia por las acusaciones de su padre, un pentito (arrepentido), que denunció y probó muchos de los crímenes de la mafia. Nombres todos ellos cuya sola mención sigue provocando escalofríos entre las gentes que alguna vez ha sufrido directa o indirectamente las advertencias de la mafia.   

Enfrentamientos

La alarma y el escándalo han sido tan mayúsculos que el ministro Bonafede se ha comprometido a emitir un decreto-ley que devuelva a prisión a los excarcelados. Cunde el escepticismo de que lo lleve finalmente a la práctica y que, si finalmente lo hace, sea cuando los que han gozado unos cuantos días de la compañía de familiares y fieles sicarios, hayan tenido tiempo de reactivar las redes mafiosas tan paciente y laboriosamente destruidas.  

Fue a finales del siglo pasado que, en Italia primero, y luego en muchos otros países, entre ellos España, hizo furor una serie de televisión denominada La Piovra, para describir cómo los tentáculos de ese pulpo llegaban con sus terribles ventosas hasta los más recónditos rincones del Estado. Resurge ahora el temor de que La Piovra salga muy fortalecida de la crisis provocada por la pandemia. Los carabinieri ya han detectado tanto operaciones de seducción, tales como facilitar alimentos a familias necesitadas, hasta operaciones de préstamos a intereses usurarios y amenazas a pequeños propietarios de tierras y empresas para quedarse con ellas a precios irrisorios. Operaciones al más clásico estilo mafioso: conseguir la adhesión, el silencio y la consiguiente servidumbre de toda la población de “su” territorio, y el sometimiento por la fuerza de quienes aún creen que el Estado les protege suficientemente.