Violencias sexuales, crímenes que no siempre tienen condena

La batalla del relato ya es consustancial a toda guerra, hasta el punto de llegar a trocar victorias militares en derrotas de opinión pública, con consecuencias muy perdurables en el tiempo en las relaciones entre los pueblos
Cerca ya de cumplirse 300 días de la guerra de Gaza se acumulan las impactantes imágenes de la enorme destrucción de la Franja, el éxodo de sus más de dos millones de habitantes hacia zonas menos peligrosas cuando las fuerzas israelíes emprenden las sucesivas operaciones para capturar o eliminar a los líderes o combatientes de Hamás, calificados sistemáticamente de terroristas por Israel, a la vez que encumbrados como víctimas o héroes en los medios más proclives a la causa palestina.
La actual guerra en Gaza comienza el 7 de octubre, en que Hamás lanza su operación de comandos más espectacular, al atacar un festival de música al aire libre y dos kibutzim. En términos puramente estadísticos, la ofensiva se salda con 1.200 muertos, más de 3.000 heridos y 250 ciudadanos tomados como rehenes que se llevan consigo los atacantes al retornar a Gaza.
Israel lanza desde el día siguiente la operación de represalia prevista por el cerebro de esta, Yahya Sinwar, con la anuencia de su líder, Ismail Haniyeh, y bendecida a todas luces por el régimen iraní, mentor de toda organización o milicia antiisraelí que suscriba el deseo del fundador de la República Islámica, el ayatolá Ruhola Jomeini, de hacer desaparecer al Estado de Israel. Los objetivos declarados por el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, al iniciar el contrataque son: la liberación de los rehenes y la aniquilación total de Hamás. Casi 300 días más tarde, ninguno de ambos objetivos ha sido alcanzado totalmente mientras que el alargamiento de la guerra se ha traducido en la reducción a escombros de al menos un 60% de las edificaciones, instalaciones e infraestructuras de Gaza, pero sobre todo, en la confección de un relato netamente desfavorable a Israel, que ha visto debilitado enormemente su poder blando, es decir el prestigio mundial ganado por sus incontestables avances en todos los campos de la ciencia y la tecnología, dentro de un Estado democrático de derecho. Las abultadas cifras de víctimas palestinas publicadas a diario por las autoridades de Hamás que rigen en Gaza – 38.000 muertos y 88.000 heridos a fecha de hoy- contribuyen decisivamente a tildar la represalia isarelí de enormemente desproporcionada.
Remontándonos al 7 de octubre, origen del estallido de esta guerra, hubo indudablemente crímenes que parecen haber desaparecido de los partes, crónicas y reportajes que se ocupan de este conflicto: los cometidos contra las mujeres israelíes o de otras nacionalidades, unidas todas ellas bajo el denominador común de ser judías.

De ello hemos tenido oportunidad de hablar con la profesora Ruth Halperin-Kaddari, reconocida experta en derecho de familia, crítica feminista de la ley y del derecho judío y de los derechos internacionales de las mujeres. Esta fundadora del Centro Rackman para el Avance de la Condición de la Mujer de la Universidad Bar-Ilan, pasó por Madrid, para recordar “los crímenes sexuales cometidos por Hamas”. Crímenes que, a su juicio, no tienen condena, al menos de las múltiples organizaciones internacionales que deberían perseguirlos y que guardan un estridente silencio.
Sin elevar el tono, pero con extraordinaria firmeza, Ruth Halperin-Kaddari está procediendo a una minuciosa recopilación de datos y pruebas de los crímenes sexuales cometidos por Hamás. Sin extenderse en los aspectos más descarnados y tétricos, cuenta que ya tiene evidencias suficientes para concluir que esa violencia sexual era parte fundamental de la estrategia del ataque: los cuerpos mutilados, disparos a quemarropa en los órganos genitales femeninos, además de los cuerpos de muchas mujeres encontrados en posiciones inequívocas de haber sufrido una agresión sexual antes de haber sido degolladas o decapitadas, componen el arsenal de evidencias de tales crímenes. Su contestación a la pregunta de por qué, podría ser común a la de tantos episodios semejantes en todas las guerras: “Las mujeres eran un objetivo fundamental por cuanto representan la creación de la vida, lo que para Hamás se traduce en nuevos ciudadanos enemigos en el futuro”.
La investigadora teme que las mujeres secuestradas que aún están en poder de Hamás sean sometidas asimismo a una agresión sexual constante durante su cautiverio, un sufrimiento que sus familiares consideran insoportable y que les marcará sus vidas para siempre.
Cuando en este Occidente se reivindican derechos que ya están reconocidos y más que consolidados, sin duda para que se mantengan en pie no pocos chiringuitos y supuestos observatorios feministas, llama en efecto mucho la atención el silencio de organizaciones internacionales que no alzan la voz contra estas agresiones, verdaderos crímenes de guerra.
En una de sus mejores frases, decía el camarada Stalin que “un crimen es una tragedia, pero que un millón de asesinatos es solamente una estadística”. Parece que personas como la profesora Ruth Halperin-Kaddari no están dispuestas a que los crímenes sexuales como arma de guerra no se queden sin condena, empezando por la de la opinión pública.