Una clave para la paz: la unidad global (II)

(Esta entrega es continuación de la anterior: “Una clave para la paz: la unidad global (I)”).
El estado interno de los conflictos se ha convertido al menos en motivo de preocupación. Estas cuestiones podrían agravarse y avivar la destrucción de la paz. Y, sin duda alguna, el efecto de conflictos de esta índole no quedaría restringido a Occidente, sino que tendría un impacto en todo el mundo, sobre todo en los países musulmanes, y se deteriorarían gravemente las relaciones entre Oriente y Occidente. Por tanto, la mejora de la situación y el desarrollo de la paz requieren un trabajo conjunto de todas las partes involucradas. Los gobiernos deben hacer políticas que establezcan y protejan el respeto mutuo, y a través de las cuales se ilegalicen aquellos actos que hieran los sentimientos de otras personas o les causen cualquier tipo de daño.
En lo que respecta a los inmigrantes, éstos deben llegar con la voluntad de integrarse en la población local que, por su parte, ha de estar dispuesta a abrirles sus corazones y mostrarles tolerancia. Por otro lado, la implantación de determinadas restricciones contra los musulmanes no conducirá a la paz, en la medida en que dichas restricciones, por sí solas, no pueden cambiar las mentes y las opiniones de las personas. Este hecho no se limita a los musulmanes, pues dondequiera que una persona se sienta reprimida por la fuerza, a causa de su religión o su creencia, generará una reacción negativa que perjudicará gravemente a la paz. Como ya he dicho, hay ciertos países donde los conflictos van en aumento, en particular entre la población local y los inmigrantes musulmanes. Es evidente que ambas partes son cada vez menos tolerantes y hay una resistencia a intentar conocerse mutuamente. El liderazgo europeo debe aceptar esta realidad y entender que el establecimiento del respeto mutuo y la tolerancia religiosa es su responsabilidad; que es esencial para que se desarrolle una atmósfera de buena voluntad y no se quebrante la paz mundial, tanto en lo que se refiere al interior de los países europeos, como entre los países europeos y los musulmanes.
A mi parecer, la causa de estos conflictos y divisiones no es únicamente la religión y las creencias, ni tampoco se trata de una simple cuestión de diferencias entre los países occidentales y musulmanes. Una causa importante de la discordia ha sido la crisis financiera global. Cuando no había recesión o crisis crediticia, nadie se sentía molesto por la afluencia de inmigrantes; ya fueran éstos musulmanes, no musulmanes o africanos. Sin embargo, ahora la situación es diferente y es quién ha dado origen a esta situación incómoda. Tanto es así que ha afectado incluso a las relaciones mutuas de los países europeos, de manera que la ira y el resentimiento entre la gente de algunas naciones europeas con respecto a los ciudadanos de otros países europeos no hace sino aumentar día tras día. Este estado de desesperación es visible en todas partes.
La formación de la Unión Europea ha constituido un gran logro por parte de los países de Europa, ya que ha servido de medio para unir el continente. Por lo tanto, deben hacer cuanto les sea posible para preservar esta unidad mediante el cumplimiento de sus obligaciones respecto a los derechos de los otros. Deben erradicar los temores y las preocupaciones del público en general. Deben estar dispuestos a aceptar sus demandas justas y equitativas y proteger a sus respectivas sociedades. Y, por supuesto, los ciudadanos de cada país deben plantear demandas que sean justas y equilibradas. Recuerden que la fuerza de Europa radica en que permanezcan unidos y juntos como uno sólo. Esta unión no sólo beneficia a Europa, sino que es la vía para mantener la fuerza y la influencia del continente a nivel global. De hecho, desde una perspectiva islámica, debemos esforzarnos para que todo el mundo esté unido.
En términos económicos, el mundo también debe estar agrupado. En cuanto a la libre empresa y el comercio, el mundo ha de estar igualmente unido, y, en términos de libertad de circulación e inmigración, se deben desarrollar políticas prácticas de cohesión mediante las cuales todo el mundo pueda también llegar a juntarse. En esencia, los países deben tratar de cooperar entre sí para que la división sea sustituida por la unidad. Cuando se tomen estas medidas, no tardará en hacerse evidente como desaparecen los conflictos existentes y cómo en su lugar impera la paz y el respeto mutuo; todo ello siempre y cuando se practique la verdadera justicia y cada país sea consciente de su responsabilidad. Pero, con gran pesar debo decir que, a pesar de ser ésta una enseñanza islámica esencial, los países islámicos han sido incapaces de unirse entre sí. Si sólo fueran capaces de cooperar y unirse no tendrían que buscar constantemente la ayuda y el socorro occidental para aliviar sus problemas y necesidades internas.
Con estas palabras, ahora voy a proceder a hablar de las verdaderas enseñanzas islámicas en relación con el establecimiento de una paz duradera en el mundo.
En primer lugar, una enseñanza básica del Islam es que un verdadero musulmán es aquél de cuya lengua y manos están a salvo todas las demás personas pacíficas. Esta es la definición de un musulmán dada por el Santo Profeta Muhammad (lpbD). Después de escuchar este hermoso principio fundamental, ¿podría alguien lanzar una acusación o reproche contra el Islam? Por supuesto que no. El Islam enseña que sólo merecen ser castigados quienes emplean sus lenguas y manos para difundir la injusticia y el odio. Por lo tanto, si desde el nivel local hasta el nivel global, todas las partes se mantuvieran dentro de los límites de este principio de oro, no habría desorden religioso, ni habría conflictos políticos, ni tampoco existiría el desorden basado en la codicia y el deseo de alcanzar el poder. Si se siguieran estos verdaderos principios islámicos dentro de cada país, los ciudadanos protegerían los derechos y sentimientos de los demás, y los gobiernos cumplirían con sus funciones de salvaguardar a todos los ciudadanos. A nivel internacional, todas las naciones trabajarían juntas con un espíritu de sincera simpatía y compasión hacia los demás.
Otro principio clave que el Islam enseña es que a la hora de promover la paz, es preciso que ninguna de las partes muestre ningun orgullo o arrogancia. Este principio fue perfectamente ilustrado por el Santo Profeta (lpbD) cuando afirmó que “ni el negro es superior al blanco, ni tampoco el blanco es superior al negro”. Tampoco el europeo es superior a ningún ciudadano de otro país; ni lo son los africanos, los asiáticos o la gente de cualquier parte del mundo. Las diferencias de nación, color o etnia tienen el mero valor de proporcionar identidad y reconocimiento.
Lo cierto es que en el mundo moderno todos dependemos de todos. Hoy día, incluso las grandes potencias, como Europa o Estados Unidos, no pueden sobrevivir aisladas de los demás. Los países africanos tampoco pueden permanecer aislados y mantener la esperanza de prosperar, ni tampoco pueden hacerlo los países asiáticos o los pueblos de cualquier parte del mundo. Por ejemplo, si ustedes quieren que su economía prospere, deben estar dispuestos a aceptar el comercio internacional. Un claro ejemplo de cómo el mundo está interrelacionado queda ilustrado por el hecho de que la crisis financiera europea, o mundial, de los últimos años ha afectado negativamente, en mayor o menor medida, a todos los países del mundo. Por otra parte, el avance en la ciencia y otros campos de experiencia, obliga a los países a cooperar y ayudarse mutuamente.
Siempre debemos recordar que Al’lah Todopoderoso ha dotado a todas las personas del mundo, sean de África, Europa, Asia o de cualquier otro lugar, de grandes capacidades intelectuales. Si todas las partes utilizaran, por el bien de la humanidad, las mejores habilidades y facultades que Dios les ha otorgado, encontraríamos al mundo convertido en un oasis de paz. Sin embargo, si los países desarrollados intentan suprimir el crecimiento y el progreso de los países menos desarrollados, o en vía de desarrollo, y no dan oportunidades a las mentes fértiles y brillantes de las demás naciones, entonces el desasosiego se extenderá, y la consiguiente inquietud arruinará la paz y la seguridad internacional.
(lpbD) – que la paz y las bendiciones de Dios sean con él.
(lpD) – que la paz sea con él.
(Continuaremos este discurso en la siguiente entrega: “Una clave para la paz: la unidad global (III)”).