
La tercera cualidad moral comprendida en la categoría de abstención del mal es la que en árabe se denomina hudnah o haun. Consiste en no causar daño corporal a otro, y en vivir y comportarse pacífica y tranquilamente. No cabe duda de que la mansedumbre y la tranquilidad son altas cualidades morales, esenciales para la humanidad. El impulso natural que corresponde a esta cualidad moral, cuya regulación lo convierte en cualidad moral, es el afecto que existe en el hombre desde su nacimiento. Es evidente que en su estado natural el hombre no concibe la tranquilidad ni la agresión. En tal estado, el impulso afectivo que demuestra es la raíz de la tranquilidad y de la mansedumbre, pero como no se practica deliberadamente, de acuerdo con los dictados de la razón, no se considera cualidad moral. Sólo llega a ser cualidad moral cuando una persona se esfuerza por no causar daño, y cuando practica la mansedumbre y la tranquilidad en el momento debido, evitando practicarlas fuera de lugar. En este contexto, las enseñanzas divinas nos aconsejan:
“Arreglad bien las cosas entre vosotros”. (8:2)
“La reconciliación es lo mejor”. (4:129)
“Pero si se inclinan hacia la paz, inclínate tú también a ella”. (8:62)
“Y los siervos de Dios Clemente son aquellos que caminan por la tierra de manera digna”. (25:64)
“Y cuando pasan junto a algo frívolo, lo hacen con dignidad”. (25:73)
es decir no adoptan una actitud agresiva cuando se trata de un daño muy superficial, ni hacen de las cosas sin importancia un motivo de desacuerdo. La palabra “frívolo” empleada en este versículo denota el conjunto de palabras o acciones que, aunque malintencionadas, causan poco daño u ofensa. La mansedumbre exige que no se preste atención a tal conducta, y que se comporte con dignidad; pero si la conducta de una persona llega a dañar la vida, el honor o la propiedad, entonces la cualidad exigida no es la mansedumbre sino la indulgencia, de la que más tarde trataremos.
“Rechaza el mal con lo que es mejor, y verás como aquel, entre cuya persona y tú existía enemistad, se volverá a ti como si fuera un amigo entrañable”. (41:35)
En resumen, la tranquilidad y la mansedumbre exigen que no se dé importancia a cosas banales, que no constituyen más que nimiedades inofensivas.
La cuarta cualidad moral comprendida en la categoría de la abstención del mal es la cortesía o la expresión cordial. El impulso natural, la raíz de la que brota la cualidad moral, es la alegría. Un niño, antes de saber expresarse con palabras, muestra alegría como sustituto de la cortesía y los buenos modales. Esto demuestra que la raíz de la cortesía es la alegría, que es una facultad natural y se convierte en la cualidad moral de cortesía al utilizarse en la ocasión debida. El Santo Corán nos enseña:
“Hablaréis amablemente a los hombres”. (2:84)
“No permitáis que un pueblo se burle de otro pueblo, que puede ser mejor que él; ni que las mujeres se burlen de otras mujeres, que pueden ser mejores que ellas. No calumniéis a vuestra propia gente, ni os moféis unos de otros mediante apodos”. (49:12)
“Evitad caer en las sospechas con demasiada frecuencia, pues algunas sospechas son ciertamente un pecado. No espiéis ni mal habléis unos de otros”. (49:13)
“Y no sigas lo que no conoces. En verdad, el oído, el ojo y el corazón - todos ellos - serán llamados a rendir cuentas”. (17:37)
Las cualidades morales relacionadas con hacer el bien
La segunda categoría de cualidades morales comprende aquellas relacionadas con hacer el bien.
La primera de estas cualidades es la indulgencia o el perdón. Aquél que ofende a otro, le causa daño o dolor, y por lo tanto merece ser castigado, bien según la ley - mediante encarcelamiento o multa - o bien directamente por la persona ofendida. Perdonarle, cuando el perdón sea lo adecuado, sería hacerle un bien. En este sentido el Santo Corán nos enseña:
“Los que reprimen su ira y perdonan a los hombres; pues Al’lah ama a los que hacen el bien”. (3:135)
“El resarcimiento de un daño es una pena proporcional; pero quien perdona y su acto produce una reforma, tendrá su recompensa con Al’lah”. (42:41)
Con estos versículos no nos recomienda el Santo Corán la indulgencia incondicional, ni la tolerancia del mal en todo momento, evitando castigar a los ofensores en todas las ocasiones. Con sus versículos no enseña más bien que una persona debe considerar si la ocasión requiere el perdón o el castigo, eligiendo la postura más indicada tanto para el ofensor como para el público. A veces el ofensor se aleja del mal tras ser perdonado, pero otras veces es el perdón el que le incita a continuar haciendo el mal. Por consiguiente Dios Altísimo nos aconseja que no nos acostumbremos a perdonar ciegamente en todas las ocasiones, sino que consideremos cuidadosamente cuál de los dos - el perdón o el castigo - sería el más apropiado, es decir cuál de los dos representaría la virtud, y nos pide que actuemos de acuerdo con tal consideración.
Hay personas que son tan rencorosas que nunca olvidan los daños que se les hizo a sus padres a lo largo de generaciones, y hay otras personas que llevan el perdón y la indulgencia a tal extremo que a veces alcanzan el límite de la desvergüenza. La debilidad que supone en ellas el perdón y la indulgencia no es compatible con la dignidad, el honor, los celos y la castidad. Su conducta empañará su carácter y su perdón e indulgencia sólo le acarreará la desaprobación de los demás. Por esta razón el Santo Corán hace hincapié en la importancia de practicar todas las cualidades morales en el lugar oportuno y en la ocasión debida, condenando la práctica de cualquier cualidad moral en momentos inadecuados.
Es esencial recordar que la indulgencia por sí sola no constituye una cualidad moral. Es un impulso natural que se encuentra incluso en los niños. El niño olvida pronto el daño que le puede hacer una persona sin tener motivo y manifiesta cariño hacia ella, incluso si tal persona intentara matarle. Se entretiene y se contenta con sus palabras halagüeñas. Tal indulgencia no constituye de ninguna manera una cualidad moral. Llegaría a ser cualidad moral cuando se ejerciera en el lugar y el momento adecuados; de otro modo sería solamente un impulso natural.
Existen pocas personas capaces de distinguir entre un impulso natural y una cualidad moral. Hemos señalado repetidamente la distinción existente entre una auténtica cualidad moral y una condición natural. La cualidad moral se ve condicionada por el lugar y la ocasión, mientras que el impulso natural a veces surge cuando no es debido. La vaca es un animal inofensivo, y la cabra es humilde, y sin embargo no les atribuimos estas cualidades morales porque ambas carecen del sentido de la ocasión y el lugar. La sabiduría divina y el Libro verdadero y perfecto de Dios han hecho que cada cualidad moral esté supeditada al momento y al lugar para que su ejecución sea la adecuada.
(lpbD) – la paz y las bendiciones de Dios sean con él.
[Continuaremos con la entrega 10, donde seguiremos explicando las cualidades morales mencionadas en el Santo Corán relacionadas con hacer el bien]