
Continuando con la descripción del infierno espiritual que describe el Santo Corán, queremos recoger en otras partes del Libro Sagrado de los musulmanes, se describe al infierno como un fuego cuyo origen es la ira de Dios, que se enciende en el pecado y que domina al corazón:
“Es el fuego encendido de Al’lah. Que saltará sobre los corazones” (104:7-8). Esto nos indica que en la raíz de este fuego se hallan los dolores, las penas y las torturas espirituales que afligen al corazón. Todos los tormentos espirituales nacen en el corazón y acaban por dominar al cuerpo entero.
En otra parte del Santo Corán leemos que el combustible del fuego infernal - lo que le mantiene ardiendo - es de dos tipos: a) el primero, los hombres que se apartan de Dios para adorar otras cosas, o se hacen adorar a sí mismos; las falsas deidades y sus adoradores serán arrojados al infierno y b) el segundo tipo de combustible del fuego infernal son los ídolos. De no haber habido falsas deidades ni ídolos, ni devotos de éstos, el Infierno no habría existido.
“Cuyo combustible son los hombres y las piedras”. (2:25)
“Por cierto que vosotros y lo que adoráis en lugar de Al’lah sois el combustible del Infierno”. (21:99).
Todos estos versículos demuestran que, en la Santa Palabra de Dios, el Cielo y el Infierno no se parecen al mundo físico. Su origen es espiritual y, aunque es verdad que asumirán formas concretas en la otra vida, sin embargo no pertenecerán a este mundo.
El Método de Establecer una Relación Espiritual Perfecta con Dios.
El Santo Corán nos enseña que el método de entrar en una relación espiritual perfecta con Dios es el islam, porque significa dedicar la vida entera en la causa de Dios, y ocuparse con las súplicas enseñadas en la Sura Al-Fatiha. Esto es la esencia del islam. La sumisión total a Dios, y las súplicas enseñadas en la Sura Al-Fatiha, constituyen los mejores y únicos métodos de hallar a Dios, y de beber del manantial de la verdadera salvación. La ley de la naturaleza no nos ha proporcionado otro método para alcanzar la suprema exaltación del hombre, y su unión con la Divinidad. Sólo hallan a Dios aquellos que entran en el fuego espiritual del islam y oran constantemente según se enseña en la Sura Al-Fatiha. El islam es el fuego ardiente que consume nuestras vidas y, devorando nuestros falsos dioses, ofrece a nuestro Santo Dios el sacrificio de nuestra vida, nuestros bienes y nuestro honor. Al entrar en esta fuente, bebemos el agua de una vida nueva, y todas nuestras facultades entran en una relación con Dios parecida a la relación entre familiares. Un fuego dentro de nosotros fulgura como un relámpago, y otro fuego desciende desde fuera sobre nosotros. La unión de estos dos fuegos devora todas nuestras pasiones y destruye nuestro amor por todo lo que no sea Dios; y morimos con respecto a nuestra vida anterior. El Santo Corán llama a esta condición “islam”. Nuestra sumisión a la voluntad de Dios mata nuestras pasiones, y la oración nos da nueva vida. La revelación es imprescindible para esta segunda vida. La llegada a este estadio se interpreta como la unión con Dios, porque el hombre llega a ver a Dios. En este estadio el hombre establece una relación con Dios, en virtud de la cual siente que le ve y se le imbuye poder, se iluminan sus sentidos y sus facultades internas, y experimenta una fuerte atracción hacia la vida pura. En este estadio, Dios se convierte en los ojos con los que ve, la lengua con la que habla, la mano con la que ataca a su enemigo, el oído con el que oye y los pies con los que camina. A este estadio alude el siguiente versículo:
“La mano de Al’lah está sobre sus manos” (48:11).
Asimismo se dice:
“Y cuando arrojaste, no fuiste tú el que arrojaba, sino que fue Al’lah el que arrojó” (8:18).
En resumen, en este estadio se alcanza la unión perfecta con Dios. Su voluntad predomina en el alma, el poder moral, antes tan débil, se fortalece como una roca, y la razón y el entendimiento se vuelven más agudos. Este es el sentido del versículo:
“Y a quienes ha fortalecido con Su inspiración” (58:23).
En este estadio, los arroyos de amor y devoción hacia Él fluyen con tanta fuerza que morir en la causa de Dios, y padecer miles de tormentos por Él y sufrir desgracias en Su camino, llega a ser tan fácil como romper una pajita. El hombre es atraído hacia Dios sin saber Quién le atrae. Es conducido por una mano invisible, y cumplir la voluntad de Dios se convierte en el propósito de su vida. En este estadio Dios aparece muy cerca, como Él dice:
“Pues estamos más cerca de él incluso que su vena yugular” (50:17).
En esta condición, las relaciones inferiores del hombre van dejándole del mismo modo que la fruta madura deja, automáticamente, la rama del árbol. Se profundiza su relación con Dios, y se aleja de toda la creación, entrando en la gracia de la palabra y el discurso de Dios. Las puertas de este estadio están tan abiertas de par en par como antaño lo estuvieran, y la gracia divina sigue otorgando esta bendición a aquellos que la buscan, tan abundantemente como antes. Pero esto no se consigue mediante el mero uso de la palabra, ni la puerta se abre con palabras vanas y fanfarronerías. Son muchos los que buscan, y pocos los que hallan. ¿Por qué es así? Porque este estadio exige un verdadero sacrificio y una verdadera sinceridad. Las palabras solas no tienen sentido en este contexto. Lo primero que exige este camino es que pongamos el pie sobre el fuego ardiente del que otros huyen. La jactancia no vale nada. Lo esencial es el celo y la sinceridad prácticos. En este contexto, Dios glorioso nos dice:
“Cuando mis siervos te pregunten por Mí, diles: “Estoy cerca. Respondo a la plegaria del que suplica cuando Me invoca. Por tanto, deben escucharme y creer en Mí para que puedan seguir el camino recto””. (2:187).
Configura esta la última entrega relacionada con la primera consideración que planteamos en la introducción de esta serie sobre “LA FILOSOFÍA DE LAS ENSEÑANZAS DEL ISLAM”; a saber, las cualidades físicas, morales y espirituales del hombre.
Nos adentraremos en la siguiente publicación en la segunda consideración de esta serie de entregas, que versará sobre cuál es el estado del hombre después de la muerte según las enseñanzas del Sagrado Corán.
(lpbD) – la paz y las bendiciones de Dios sean con él.