La respuesta del Islam a problemas del mundo contemporáneo (46)

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LA PAZ ECONÓMICA.

Seguimos desarrollando el tema de “La Paz Económica”, enlazando con la entrega 45.

(Pueden consultar las referencias del Sagrado Corán en https://www.ahmadiyya-islam.org/es/coran/)

¿Cómo podemos saber si se ha producido un desequilibrio en la sociedad, al desviarse los derechos debidos a los pobres a las manos de unas pocas personas acaudaladas? La norma para este criterio son ciertos derechos garantizados.

Según el Islam, existen cuatro necesidades básicas en el hombre que deben ser atendidas. El Santo Corán establece:

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“Ha sido provisto para ti, a fin de que no pases hambre en él, ni estés desnudo. En él no tendrás sed, ni estarás expuesto al sol.” (20:119-120)

De este modo, el Islam establece unos derechos mínimos en la forma de cuatro puntos que definen las necesidades que el Estado debe procurar:

  • Alimentos
  • Vestido
  • Agua
  • Cobijo

Incluso en Inglaterra y en los Estados Unidos de América, hay cientos de miles de personas sin techo, y hay quienes tienen que rebuscar dentro de los cubos de la basura para encontrar algunas sobras de comida con las que saciar su hambre.

Estas feas escenas muestran la inherente debilidad de la sociedad capitalista y sacan a la superficie los síntomas de un profundo malestar subyacente. El materialismo, en su forma última, engendra egoísmo e insensibilidad y apaga la sensibilidad humana hacia el sufrimiento ajeno.

Por supuesto que hay escenas mucho más desgraciadas de miseria originadas en la extrema pobreza que vive la mayor parte de los países del Tercer Mundo, pero en este caso la sociedad en su conjunto es pobre y estos países están gobernados por los mismos principios capitalistas. Por lo tanto, no se trata de si la mayoría de la población de estos países es cristiana, judía, hindú, musulmana o pagana: el sistema es esencialmente capitalista en su naturaleza.

El crimen florece y el vicio prospera en los “guetos”, que constituyen una mancha sobre la misma faz de la humanidad, en las así denominadas “naciones desarrolladas” del mundo.

Existen regiones en África y en otros países, donde incluso el agua potable no está a disposición de grandes sectores de la sociedad. Incluso si se consiguiera una sola comida caliente al día, uno se sentiría muy afortunado. El agua se convierte en un problema diario. Hay, por otro lado, países que tienen todo el potencial y recursos para cambiar la suerte de los primeros en pocos años sin tener que pasar apuros por ello y, sin embargo, no se sienten obligados a comprometerse para aliviar el sufrimiento de cientos de millones de personas de estos países más pobres.

Desde el punto de vista islámico, esta cuestión es de especial importancia. Según el Islam, la sociedad de un país no sólo es responsable del sufrimiento de cualquier persona de esa sociedad, sino también del sufrimiento de cualquier ser humano de cualquier sociedad, es decir, de la humanidad, la cual no tiene fronteras geográficas, ni color, ni credo ni demarcaciones políticas. La humanidad en su conjunto es responsable y todos los seres humanos como tal, son responsables ante Dios. Cada vez que la hambruna, la malnutrición o el sufrimiento producido por algún desastre natural apalea a alguna comunidad, se ha de tratar como un problema humano. Todas las sociedades y Estados del mundo deben participar en la ayuda dispuesta para mitigar el sufrimiento.

Es una vergüenza que a pesar de todos los avances en la ciencia y en la tecnología, no se haya prestado la atención necesaria al problema de la eliminación de la sed y el hambre. Ha de existir un sistema por el cual la suma total de la riqueza humana pueda ser rápida y eficientemente encauzada a aquellas áreas donde golpea el hambre, donde la hambruna hace estragos con los seres humanos o donde las personas se vean desamparadas y dejadas sin hogar.

Los gobiernos tienen ambas responsabilidades: nacionales e internacionales. Las responsabilidades en el ámbito nacional han de satisfacer las necesidades básicas de cada miembro de la sociedad, asegurando que todos son alimentados adecuadamente, vestidos y provistos de agua y cobijo. El deber internacional, al cual haré referencia más tarde, consiste en participar de lleno para aunar recursos y enfrentarse a los desafíos de los grandes desastres naturales o calamidades provocadas por el mismo hombre y ayudar a los países que por sí mismos sean incapaces de solucionar la crisis.

De este modo, es obligación del Estado disponer cada cosa en su sitio, devolviendo a los menesterosos y pobres lo que les pertenece por derecho. De esta forma, los cuatro requerimientos fundamentales de alimentación, vestido, agua y cobijo, tendrán preferencia frente a cualquier otra consideración.

En otras palabras, en un verdadero Estado islámico no puede existir un mendigo, ni un desamparado sin comida, vestimenta, agua o refugio.

Habiendo garantizado estos requerimientos globales, el Estado cumple con sus mínimas responsabilidades. Sin embargo, se espera que la sociedad, en conjunto, haga mucho más.

“No sólo de pan vive el hombre” es una máxima profunda. Añadan a esta máxima el requisito de agua saludable, vestimenta apropiada y un techo sobre su cabeza.

Siquiera con estas premisas, la vida no es completa. El hombre siempre busca algo más que las meras necesidades básicas. Habrá que hacer algo más por la sociedad para eliminar la oscuridad, dar algo de color a la vida de los pobres y hacerles partícipes de algunos de los placeres de los pudientes.

Una vez más, no basta con que los miembros más afortunados de la sociedad compartan su riqueza con los menos afortunados. Es igualmente necesario que compartan las miserias que acompañan a la pobreza y que afecta a una gran cantidad de seres humanos. Ha de existir algún sistema de mezcla del rico con el pobre, mediante el cual, y por voluntad propia, las capas más altas de la sociedad se mezclen con las gentes de niveles inferiores para presenciar en realidad lo que significa vivir en pobreza. El Islam propone algunas medidas que hacen imposible que las distintas clases se compartimenten y se aíslen en sus propias esferas. Hemos mencionado fugazmente estas medidas anteriormente.

La adoración como medio de unidad económica

1) Comenzando con la afirmación de que no hay más Dios que el Único Dios, se establece la Unidad de Dios y la de Su creación, uniendo así a la humanidad bajo el Creador Todopoderoso.

2) Las cinco oraciones diarias, realizadas en congregación, son, posiblemente, lo más efectivo de todo lo considerado. Ricos y pobres, grandes y pequeños, son requeridos, sin excepción, para que ofrezcan sus oraciones en las mezquitas, si estas resultan accesibles. Si no toda, la mayor parte de la sociedad musulmana es responsable de cumplir este mandamiento. El porcentaje de los que rezan regularmente las cinco oraciones al día es más bajo en algunos países y más alto en otros, pero es una experiencia común compartida en mayor o menor grado por la mayoría de los musulmanes.

El sistema de oración en sí mismo es un gran mensaje de igualdad humana. Quién llega primero a la mezquita, ocupa el lugar que desea, y, nadie, por muy alto puesto que ocupe en la sociedad, puede siquiera pensar en desplazarle. A la hora de la oración, todos permanecen juntos - hombro con hombro - sin dejar huecos entre sí. El que viste más impecablemente puede tener a su lado a alguien vestido con harapos. El débil, el enfermo, el sano y el robusto, se encuentran diariamente sobre un mismo suelo donde el mensaje repetido invariablemente es: “Dios es el Grandísimo”.

Ver con los propios ojos la miseria en la cual viven algunos miembros de la localidad, y encontrarse a diario con ellos, produce un efecto muy marcado dentro del corazón del hombre que vive en un relativo confort. El mensaje es claro y preciso, y es que se debe hacer algo para aminorar el sufrimiento de su semejante y elevar su nivel de vida, o bien rebajarse en la estima de Dios así como en la propia autoestima.

El área de contacto se incrementa en cada oración del Viernes, donde los musulmanes se reúnen en una mezquita central y en la que las personas de los vecindarios más ricos se encuentran con los de las áreas más pobres. Este contacto se acrecienta aún más en cada una de las dos fiestas anuales que están precedidas del “fitrana”, un fondo que se crea con contribuciones voluntarias para el alivio del pobre.

3) El mes musulmán del ayuno, también equipara en el mismo plano al rico y al pobre. El rico soporta la sed y el hambre, para recordarse a sí mismo la suerte del pobre, para quien la sed y el hambre no es sino la constante de su vida.

4) El “Zakat” transfiere la deuda debida al pobre del capital del rico.

5) Por último, el quinto pilar del Islam es la peregrinación, que a menudo se describe como el mayor espectáculo de la unidad humana. Se permite a los peregrinos mujeres llevar ropas de costura sencilla. Los peregrinos masculinos se arropan en dos sábanas sin coser - el mismo uniforme para el rico y para el pobre -.

Pero esto no es todo. Además de los actos de adoración mencionados, existen otras muchas medidas introducidas y desarrolladas en la sociedad musulmana, que acortan continuamente las distancias entre los distintos sectores de la sociedad y proveen la ventilación y la convección necesarias para un entorno saludable en el cual se permite al rico permanecer razonablemente rico a la vez que se le pide que cuide del pobre.

Un principio similar fue expuesto por Jesucristo, la paz sea con él, cuando dijo “los mansos heredarán la tierra”. Es penoso ver cómo a pesar de esta ordenanza moral, el capitalismo ha fallado especialmente en preocuparse por los miembros pobres y mansos de la sociedad.

(lpbD) – La paz y las bendiciones de Dios sean con él.

(Continuaremos con la entrega 47, desarrollando “La Paz Económica” según las enseñanzas del Sagrado Corán) 

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