
“Ni Supercopa, ni de España”. Así titulaba un importante rotativo español la llegada del torneo que se ha reinventado desde la Federación Española de Fútbol para darle un mayor atractivo. El cambio en el modelo de un título que cumple dentro de poco cuarenta años de antigüedad ha levantado una enorme polémica, no sólo deportiva, que está generando jugosos beneficios de imagen para los organizadores que seguramente buscaban este efecto además de los ingresos que supone llevar a Arabia Saudí su celebración.
La Supercopa de España es un torneo que se instauró en 1982 a imagen del título conocido como “Copa Eva Duarte” en los años 50. La idea era que los dos campeones de Liga y Copa, cuando fueran distintos equipos, se enfrentaran para dirimir al súper campeón del año en una final a doble vuelta, cada partido en el estadio de cada uno de los contendientes. La fórmula ha ido viviendo momentos más gloriosos que otros, y nunca ha sido considerado como un título de los trascendentales en la temporada, una ventaja que gozan sólo la Liga y la Champions, y en menor medida la Copa de S.M. el Rey. En un momento dado de su historia, la Supercopa pasó a fijarse en un lugar del calendario que pudiera ser más atractiva, el inicio de la temporada aún en el mes de agosto, y así venía disputándose, siempre en territorio español, desde hace décadas.
En el plano deportivo, los equipos que han ganado los dos títulos principales de 2019, han visto con mayor o menor recelo el cambio en el sistema de disputa de la Supercopa en esta edición. Supone incluir a otros dos clubes invitados para hacer una especie de final four en la que habrá dos semifinales y una final. Pero es en el plano social en el que ha habido mayor controversia al anunciar el presidente de la RFEF Luis Rubiales que la copa se disputaría en la ciudad de Yeda, siguiendo el ejemplo de la Supercopa italiana celebrada allí en enero de 2019, y siguiendo la estela del propio título que se disputó el pasado año aunque a un solo partido en el Estadio Ibn Battouta de Tánger, en Marruecos. Los limitados derechos que en Arabia Saudí se conceden a las mujeres respecto a los hombres han provocado un cuestionamiento desde muchos sectores de este nuevo modelo de Supercopa que llevaría a Arabia Saudí un deporte que lucha por la integración, por la igualdad y la no discriminación. Incluso la televisión pública de nuestro país, necesitada de gestos que recuperen su prestigio perdido, anunció que no optaría a comprar los derechos televisivos del campeonato por esa situación de desigualdad en un país musulmán, aunque el verdadero motivo fue el lamentable estado de sus finanzas, a la misma altura que su audiencia.
En la misma conferencia de prensa en la que presentó las novedades, Rubiales tuvo que emplear la mayor parte del tiempo en explicar que no habría discriminación alguna a las mujeres ni en las gradas del estadio King Abdullah Sports City, ni para las informadoras o profesionales de cualquier gremio que trabajaran en el evento. Por lo que dicen las crónicas de los enviados (y enviadas) especiales a Yeda esta semana, eso que anunció el presidente se está cumpliendo, dentro de un país que aún tiene mucho trabajo por hacer en la equiparación de derechos, y que no es un modelo en este sentido. Dicho con claridad: llevar la Supercopa al reino saudita ha supuesto que la monarquía absoluta islámica que lo dirige tenga que aceptar modos de vida occidental para brindar la hospitalidad que se merecen sus visitantes, además del pago suculento de los derechos para que la Supercopa se celebre en sus tierras. Los periodistas dan cuenta de la presencia femenina sin restricciones de ningún tipo en los entrenamientos, las ruedas de prensa, los graderíos y los eventos paralelos que se están celebrando. Y la mejor prueba de ello son las crónicas que están llegando tras celebrarse los dos partidos semifinales: fútbol, goles, espectáculo deportivo y poco más que contar de todo aquello que estuvo rodeado de la polémica inicial por el hecho de que la sede sea un país como éste.
La decisión arriesgada de la Federación está recibiendo una compensación positiva para las dos partes, la que compra el torneo y la que lo vende y traslada sus huestes a tantos kilómetros de distancia. El mundo global es así y requiere que las fronteras se rompan cuando sea necesario.