Fernando Trueba ha llevado al cine con maestría la maravillosa novela de Faciolince siendo fiel a lo principal: el hondo sentimiento de amor paterno-filial que rezuma el texto

Amar al padre

Fernando Trueba da instrucciones a Javier Cámara durante el rodaje de 'El olvido que seremos

En el canon de amor incondicional han quedado establecidos un Romeo y Julieta o un Werther, pruebas del ensimismamiento y la entrega sin limites. Expresiones de amor de pareja, de mujer y hombre. Con esa misma hondura y en el plano del amor paterno-filial, Hector Abad Faciolince nos muestra ya en las primeras páginas de “El olvido que seremos” la capacidad amatoria de un hijo por su padre desde los ojos de la infancia tierna. Los que hemos tenido la dicha de amar al padre y sentir su amor nos entregamos a esta lectura amatoria con la grata satisfacción de sentir ahí expresado ese amor que no hemos comentado, de ver como se puede dejar constancia de ese sentimiento hondo y puro hacia el hombre- cada padre -que nos abrió caminos y nos cautivo con ejemplos. “Yo amaba a mi papa con una amor animal”.

Cautiva Faciolince con este carta novelada al padre perdido, porque le pone ternura a cada suceso que cuenta, asentando primero una figura paterna grande en su quehacer, cumplidora en su función paterna y digna ante la sociedad.  No va a ser fácil lo que venga despues, como en todas las vidas que pretenda mejorar el mundo. Tampoco lo va a ser en el entorno familiar, con perdidas inesperadas, con la vista a destiempo de la muerte, que marcan un nuevo camino, un giro vital, con  una entrega sin limites a la mejora de la sociedad. Y al final, la tragedia inesperada. Vidas reconocibles, con Medellín como escenario, en una Colombia que quiere despegar del subdesarrollo, entre contradicciones  sociales y políticas. Javier Martin-Domínguez

Si la escritura de Faciolince nos instala en una sublime melancolía, la película de Trueba enhebra un guion bien armado (obra de David Trueba), fiel al texto y al sentimiento, que cautiva desde el comienzo y que va golpeándote una y otra vez en lo mas hondo del sentimiento. 

Esta historia de una casa “en la que vivían diez mujeres, un niño y un señor”, esta historia de familia, de los desvelos por los hijos, de los problemas en el trabajo, del compromiso social ante la pobreza y el subdesarrollo, de la forma de mejorar la vida, de cuidar y de mimar a los niños y de comprometerse con los ciudadanos…todo bien envuelto en la prosa y en las secuencias. La película de Fernando Trueba es fiel a la obra de Hector Abad en lo mas fundamental: el sentimiento creado por el autor en su carta de devoción al padre, magistralmente encarnado por Javier Cámara que llega sin duda con esta interpretación al momento mas brillante de su vida actoral. Trueba se emplea en la dirección con maestría, con una planificación clásica, ordenada, ajustada a la historia y al ambiente. Una película hecha en Colombia, con una ambientación muy lograda.

El olvido que seremos será para siempre una película de culto, como es la novela casi un texto sagrado para reconocer a los hombres que hacen de su vida familiar y publica un todo indisoluble marcado por el compromiso y la honestidad.

“Yo no le tenia miedo a mi papa, sino confianza; no me hacía sentir débil, sino fuerte; no me creía tonto, sino brillante…¿Cuantas personas podrán decir que tuvieron el padre que quisieran tener si volvieran a nacer? Yo lo podrá decir” (página 28) 

 Amor de padre, como ejemplo. Amor filial, en una carta de amor y despedida, hecha novela y ahora gran película. 

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