Las fotos de Pablo Pérez-Mínguez vuelven a revivir los rostros de aquella fiesta creativa y hedonista que encumbró a Madrid

La movida, revisitada

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Pablo Pérez-Mínguez, o P.P.M., como le gustaba firmar, fue uno de los grandes retratistas de aquel movimiento, creativo y hedonista, que sacudió los años ochenta españoles. Fue el gran glosador de la explosión de artistas jóvenes y liberados que dieron vida a lo que dio en llamarse la Movida madrileña, el símbolo por excelencia que a partir de entonces catapultó a la capital española al imaginario de todo el planeta. 

El Centro de Arte de Alcobendas exhibe hasta el 29 de julio un amplio muestrario de aquellos retratos, cuya esencia consistía “en no quedarnos solo en captar el look o el glam, sino en profundizar en la psicología de cada personaje con escenas improvisadas”. Como el propio P.P.M. lo definía: ¡Teatro instantáneo!, ¡Foto- happenings!, ¡Chochonismo ilustrado!.La movida, revisitada

José Tono, comisario de la muestra, recuerda que P.P.M., en tanto que asiduo visitante del Museo del Prado, admiraba y evocaba en sus retratos la contundencia de las escenas, los juegos de luces y la verticalidad de los grandes retratistas del barroco. Para Pablo fotografiar era participar de una ceremonia de posesión articulada en torno a un “poder hipnótico”, que le permitía producir el retrato. Pablo disfrutaba de ese “fantástico poder de fascinación” con el que desnudaba el alma de aquellos que se ponían a tiro de su objetivo. 

Pablo Pérez-Mínguez (1946-2012) empezó en la revista Nueva Lente revolucionando el mundo de la fotografía española. El hombre que, en el lenguaje propio de la Movida, preguntaba a sus íntimos si había modelos cachondos para hacerles fotografías, se apostaba para convencer a Alaska y los Pegamoides, a Radio Futura, a un incipiente Pedro Almodóvar, hasta llegar a su famoso Foto-Poro, en donde logró reunir a toda La Movida.La movida, revisitada 

P.P.M. explicaba su trabajo como el arte ante todo de Ver y Vivir. Ver todo lo que lo que le rodea. Sentir la luz y las sombras, el brillo, el espacio y el tiempo. Vivir entre todas estas cosas, reconocerlas, interpretarlas, odiarlas o amarlas. Y después de ver, de sentir, de vivir, de reconocer, de amar o de odiar, se puede entonces, si se quiere, actuar, todo lo libre que se sepa y que se pueda. 

¿Y la técnica? “Pues la técnica funciona entre medias de todo esto. Es lo más fácil”, respondía a los que primaban la manufactura sobre la fuerza de los sentimientos. Contagió a La Movida o esta le inspiró a él que la fotografía puede enseñarte el lado más bonito de las cosas. Porque para él “es más comprometido sacar belleza de las cosas y de la vida que su lado más amargo”. Y es que los que compartieron tantos días, y sobre todo tantas noches, de aquella explosión vitalista, no se cansaron de oírle decir que “ser pesimista es muy sencillo; el verdadero reto es ser optimista”. Era, a fin de cuentas, lo que transmitía en aquella casa de todos, su propio hogar, en la calle Monte Esquinza, 14, aquella “Factory española” en la que recalaban los callejeros que aspiraban a un sitio en aquel firmamento alegre y confiado en que el futuro les pertenecía. Como Richard Avedon en los sesenta en Estados Unidos, pero añadiendo su propio concepto central de “atmósfera en la imagen”, P.P.M. nos propone un espejo donde brillan Los Modernos de la España del Cambio. La movida, revisitada

Muchos de sus pensamientos también se recogen en la exposición, en donde las columnas del Centro de Arte de Alcobendas se han revestido de sus notas, pies de foto y de las múltiples greguerías y aforismos sacados de sus cuadernos, al fin y al cabo testimonio vivo de la explosión de vitalidad que caracteriza desde entonces a Madrid, nuestro y de todos.   
 

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