El pintor canario vuelve a Madrid para exponer el fruto de su encierro de tres años a causa de la pandemia

Fajardo en la Fundación Carlos de Amberes con Rubens al fondo

Colgar obra bajo la atenta mirada del colosal “Martirio de San Andrés” de Pedro Pablo Rubens, es algo que no todos los artistas pueden aguantar. Es quizá el mayor desafío de la exposición que el canario José Luis Fajardo (La Laguna, 1941) presenta hasta el 31 de marzo en la Fundación Carlos de Amberes. No lo hacía en Madrid desde 2010. 

La colección presenta un amplio recorrido por su obra. Medio centenar de pinturas y dibujos sumergen al visitante en formas abstractas que, entremezcladas con algunos elementos figurativos, como rostros desdibujados, ojos, manos o masas de anónimas caras, evocan distintas sensaciones. Es el fruto explosivo de los tres años transcurridos encerrado entre las paredes de su casa y taller a causa de la pandemia. 

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Fajardo, que ha confesado que nunca ha pintado una boca -alguna vez puso en su sitio la palabra silencio-, deja adivinar al que se arrima a sus cuadros la huella de dos de sus amigos y consagrados artistas, Manolo Millares y Lucio Muñoz, pero sobre todo la del gran maestro Francisco de Goya. La obra del aragonés, y sobre todo sus deshechos fondos aprendidos de Velázquez, juegan una perfecta sintonía con la abstracción del pintor canario. A pesar de la deconstrucción de la realidad goyesca, en las obras de Fajardo aún se intuyen las figuras de sus célebres retratos, como los de la Duquesa de Alba. 

Para quien visite la exposición y eche de menos la presencia física del artista, y la consiguiente posibilidad de entablar un diálogo directo con él, se encontrará no obstante con la respuesta escrita a posibles preguntas: “Qué es la pintura sino el intento de fijar la imagen a otra realidad, o un gesto manual para ganar la libertad contra el tiempo”, reza una de las proclamas. 

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O esta otra, de una especial contundencia: “Estuve enredado con Goya y el maestro me llevó de la mano a conocer las obsesiones y el silencio de los sordos, o rebuscar entre los fusilados de la noche un aliento para seguir vivo”.  Aunque, quizá la inscripción-respuesta más definitiva se encuentra casi al final del recorrido expositivo: “Mi taller ha sido el campo de las batallas, un lugar testigo de dudas, desaciertos y alguna satisfacción vanidosa. Hoy que la memoria me desasiste he firmado el armisticio, es decir: LA PAZ”, escrito así, con mayúsculas. 

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Fajardo, que fuera miembro del grupo Nuestro Arte y se acercara al expresionismo abstracto del Grupo El Paso, ha compuesto una exposición que condensa todas las etapas de su obra. Ejemplares de esta cuelgan de museos y colecciones públicas como el Centro de Arte Reina Sofía y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, la Colección del Chase Manhattan Bank de Nueva York, la Kent Alessandro de Londres y la CAI de Zaragoza, o los museos de Arte Contemporáneo de Vitoria, Valencia, La Coruña, Panamá, Bogotá o La Habana. 

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