Como una de las grandes creadoras españolas de ficción televisiva, Aurora Guerra tiene muy acreditadas dotes y oficio para eso que llamamos comúnmente el entretenimiento. Ahí están para demostrarlo series y obras como “El Secreto de Puente Viejo”, “Acacias 38”, “Lalola”, “Cámera Café” o, más recientemente, “Fuerza de Paz”, “Escándalo, relato de una obsesión” y “Mía es la venganza”. Con la misma destreza articula la narración de su novela “La Cárcel de Aire” (Ed. HarperCollins, 334 págs), que ella misma define como “un misterio del pasado, un triángulo de personajes inquietante, el sueño de poseer las obras de arte más bellas del mundo, y un misterio dentro de otro: cómo robar algo más que un cuadro, una vida”.
En efecto, la trama nos adentra en el misterioso y sofisticado mundo de los ladrones de guante blanco. Aquellos que aman el arte por encima del dinero; que no soportan la idea de dañar un cuadro o romper una escultura, al igual que no aguantan la idea de ejercer violencia en sus robos.
La protagoniza Carlota, una superviviente nata, chica lista, deslenguada y que aprende rápido. Así sobrevivió durante su infancia en un orfanato que prefiere no recordar demasiado. Trabaja de camarera en un bar de Madrid y cuando ya debe, como es habitual, varios meses de alquiler del cuchitril donde vive, piensa en sacarse algún dinero extra con el robo de unas acuarelas en la galería de arte donde está sirviendo un cátering en la inauguración de una exposición. Sale airosa de la situación, pero se marcha seguida por el único asistente al acto que no le ha quitado el ojo de encima. Es Armando, un ladrón de guante blanco atractivo, de buen porte, sofisticado y experto en arte, que la convencerá para que sea su alumna en aprender a robar en los museos. El tercer gran personaje de la trama es Lula Quirós, una mente cruel y torturada que no le permite disfrutar ni querer.

“La Cárcel de Aire es en suma una historia de tres personajes que huyen de su pasado sin permitirse vivir su presente -subraya la autora-, porque hasta los ladrones de guante blanco pueden cometer errores y perder lo que más quieren”.
Como es obvio, los lectores harán un más que interesante recorrido por algunos de los museos más bellos del mundo: La Galería de los Uffizzi, la de la Academia, el Prado, el Thyssen, el Cerralbo… El mismo recorrido que hace la protagonista con el fin de aprender sobre sistemas de seguridad, y de paso, empaparse del arte que va a robar.
Madrid, Barcelona, Florencia, ropa cara, modales refinados, hoteles de lujo, joyas, subastas, componen la imprescindible ambientación de la trama, a la que no es ajeno el lector, que en su propia mente irá colocando las piezas del rompecabezas que conformarán el mapa de un plan elaborado con paciencia e inteligencia para ser ejecutado a la perfección. Un plan que se llama Venganza. Una palabra en la que se condensa la interrelación entre esos tres personajes principales: la diversidad de clases, el privilegio de ser rico frente a la picaresca para sobrevivir viniendo de la nada; los efectos de la infelicidad incubada en la infancia en la forma de ser adulta; el poder del miedo sobre la mente; el lujo de conseguir todo lo que deseas… y los peligros de lograrlo, y, en fin, el amor y el sexo, insoslayables motores de las pulsiones humanas.
Con la capacidad de síntesis de los buenos guionistas, Aurora Guerra resume en dos frases, uno de los muchos interrogantes que todo profano en arte se plantea:
- Yo creo que si amaran el arte de verdad preferirían que estuviera al alcance de todo el mundo, no en sus cajas fuertes o donde quiera que lo guarden.
- El fetichismo por poseer algo único es muy excitante, Carlota.