Una narración profunda sobre las mujeres que lograron infiltrarse en los círculos de poder más cercanos a Adolf Hitler

Las mujeres de la Orquesta Roja

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¿Qué puede motivar a un ser humano para arrostrar las más espantosas torturas, arriesgar hasta el extremo la propia vida y sobreponerse a las peores penalidades? Antes de suponer que todo ello solo puede colgar exclusivamente del fanatismo, hubo en un pasado que nos sigue siendo próximo motivaciones mucho más racionales, es decir humanas, imbuidas de un sacralizado ideal de la libertad. La irrupción del nacionalsocialismo hitleriano y su acelerada deriva totalitaria encontró su contrapartida en el comunismo, cuya exaltación del hombre nuevo y de una presunta sociedad igualitaria y feliz sería la encarnación misma del paraíso en la tierra.

Además de los proletarios, muchísimos burgueses e intelectuales de todo el mundo se unieron a la causa de hacer frente al totalitarismo nazi, un espíritu que fue hábilmente aprovechado por Stalin y la Unión Soviética para terminar poniendo de su parte a escala universal mentes y voluntades, convencidas de que ése era su papel y destino en la historia.

La muy avezada autora de novelas históricas Jennifer Chiaverini nos propone su último trabajo: ‘Las mujeres de la Orquesta Roja’. Ed. Harper Collins Ibérica, 718 páginas. Una narración profunda sobre las mujeres que lograron infiltrarse en los círculos de poder más cercanos a Adolf Hitler, con el objetivo determinado de destruir el régimen nazi. Todas ellas rechazaron de plano la máxima “kínder, küche, kirche” (niños, cocina, iglesia), impresa en el Glosario de proverbios alemanes de 1870 de Karld Friedrich Wilhem Wander, pero retomada por Hitler en 1934, ante la Liga Nacional de Mujeres Socialistas, argumentando que para la mujer alemana su “mundo es su esposo, su familia, sus hijos y su hogar”, una política que reforzará otorgando la Cruz de Honor de la Madre Alemana a las mujeres que tengan cuatro o más bebés.

El nombre de Orquesta Roja (Rote Kapelle) no se lo puso el propio GRU, el servicio de inteligencia soviético, ni el organizador mismo de la red de espionaje en Europa, el agente polaco Leopold Trepper, sino la Gestapo alemana, que tras detectarles comprobaron su perfecta coordinación y su habilidad como “pianistas”, en alusión a su manejo de los pequeños transmisores de radio con los que pasaban a Moscú la información obtenida.

Misiones arriesgadas, tributo de sangre

La norteamericana Chiaverini se vale de cuatro narradoras, protagonistas de sus arriesgadas misiones en la recluta de miembros, la organización y acogida de reuniones secretas, recopilación de información decisiva para la marcha de la guerra germano-soviética, y, por supuesto, hacer de correos, traducir y copiar textos, distribuir pasquines, ocultar radios y otros pertrechos ilegales, además de dar refugio a fugitivos. Labores todas ellas susceptibles de acarrear, en caso de ser descubiertas, atroces torturas con un final previsiblemente no menos trágico. Chiaverini trae, pues, al primer plano el decisivo trabajo de las mujeres, hasta prácticamente ahora mismo mucho menos valorado que el de sus colegas varones en aquellas lides, pero que fueron esenciales en la lucha contra la injusticia, el totalitarismo y el aplastamiento de los oprimidos.Atalayar_Las mujeres de la Orquesta Roja

Pagaron con creces su tributo de sangre, puesto que de los 45 miembros de la Rote Kapelle que fueron condenados a muerte por los tribunales nazis, 19 eran mujeres, que Chiaverini califica acertadamente de mujeres valientes, procedentes de todas las profesiones y condiciones sociales, no espías cualificadas ni soldados armadas, sino mujeres normales y a la vez  extraordinarias, que comprometieron todo lo que tenían y todo lo que eran en la lucha contra el fascismo, “para que el mal no volviese a triunfar sobre la faz de la tierra”.

Las que sobrevivieron intentaron que  su principal perseguidor y torturador, Manfred Roeder, fuera juzgado por sus crímenes. Pero, para cuando los oficiales de Núremberg pasaron el caso a los tribunales alemanes en octubre de 1948, los estadounidenses ya le habían soltado. La geopolítica había cambiado las cosas, de manera que la deslucida investigación de los crímenes de guerra de Roeder fue suspendida por completo en 1951.

La autora resume en su notal final la peripecia posterior de sus protagonistas supervivientes. Desde la Greta Kuckhoff, colmada de honores en la Alemania oriental, hasta la progresiva decepción de Martha Dodd Stern, que siguió sus actividades en favor de la URSS en Estados Unidos y México, pero, que huida e instalada en Praga, disipó los últimos restos de su fascinación por el comunismo cuando la Unión Soviética invadió Checoslovaquia.

En todo caso, ella y la práctica totalidad de las que integraron la Orquesta Roja creyeron firmemente hasta el último momento de sus vidas que ayudar a la Unión Soviética contra el Reich había sido lo correcto en términos de responsabilidad moral, en una época en la que la mayor parte del mundo se había quedado de brazos cruzados, reacia a intervenir mientras Europa se precipitaba hacia el desastre. 

Una novela que sigue con enorme brillantez la estela de anteriores trabajos de Jennifer Chiaverini, como ‘Enchantrees of numbers’ (2017), una más que interesante biografía sobre la matemática Ada Lovelace, o ‘Fates and Traitors’ (2016), la historia de John Wilkes Booth, el asesino de Lincoln, desde su propia perspectiva. 

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