Belice lanzó recientemente un acuerdo de canje de deuda por naturaleza para proteger su medio ambiente marino

¿El canje de deuda por naturaleza de Belice desencadenará una revolución financiera azul en los mercados emergentes?

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Con la emisión de bonos verdes alcanzando máximos históricos, los bonos azules y los acuerdos de deuda por naturaleza también están emergiendo como posibles herramientas de financiación para los mercados emergentes. 

En uno de los desarrollos más innovadores de los últimos tiempos, en septiembre el Gobierno de Belice lanzó un canje de deuda por naturaleza para reestructurar su único bono soberano. 

La propuesta consistía en que Belice recomprara su deuda con un descuento significativo (55 centavos por cada dólar) a cambio de incrementar sus esfuerzos para proteger su medio ambiente marino.

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Como parte del acuerdo, que vio a Belice recibir apoyo financiero del grupo ecologista Nature Conservancy con sede en Estados Unidos, el país prefinanciará una dotación de 23,4 millones de dólares para apoyar proyectos de conservación marina en sus aguas. 

Después de recibir inicialmente el respaldo de importantes acreedores como Aberdeen Standard Investments, Grantham, Mayo, van Otterloo y Greylock Capital, el acuerdo alcanzó el umbral del 75% necesario para su aprobación. Al final del período de vencimiento de la oferta, a mediados de octubre, los acreedores que poseían el 85% del valor del bono se habían suscrito. 

La preservación del medio marino es importante no solo para los ecosistemas naturales de Belice, sino también para su economía.

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El país alberga la segunda barrera de coral más grande del mundo, mientras que su Blue Hole de 125 metros de profundidad es considerado uno de los mejores sitios para bucear del mundo. El turismo representa alrededor del 40% de su PIB y emplea alrededor del 40% de su mano de obra, mientras que la industria pesquera emplea otro 10%. 

Canjes de deuda por naturaleza 

Aunque es poco común, la idea de monetizar la protección del medio ambiente a través de canjes de deuda por naturaleza no es del todo nueva. 

Bolivia hizo el primer acuerdo de este tipo en 1987, cuando se canceló una deuda de 650.000 dólares a cambio de que el Gobierno reservara 1,5 millones de hectáreas de tierra adyacente a la cuenca del Amazonas para fines de conservación. 

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Otros ejemplos incluyen un acuerdo de 2002 entre Estados Unidos y Perú por el que se cancelaron 14,3 millones de dólares en la deuda externa de este último, de los cuales 10,6 millones se destinaron a proyectos de conservación, y un acuerdo de 2015 en el que se perdonaron 22 millones de dólares de la deuda de Seychelles a cambio, para el país que acuerda proteger 410.000 kilómetros cuadrados de océano. El acuerdo de Seychelles fue el primero del mundo en centrarse estrictamente en los ecosistemas marinos y la biodiversidad. 

Otro ejemplo de financiación respetuosa con el mar son los bonos azules. De manera similar en su función a los bonos verdes, los bonos azules son instrumentos de deuda emitidos para respaldar la inversión en iniciativas favorables al mar y la economía azul. 

De hecho, fueron las islas Seychelles las que lanzaron el primer bono azul soberano del mundo en 2018, cuando recaudó 15 millones de dólares de inversores internacionales para ayudar a financiar la expansión de las áreas marinas y mejorar la gobernanza de la industria pesquera.

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Desde entonces, varias instituciones, entre ellas el Nordic Investment Bank y Morgan Stanley, han lanzado bonos azules, mientras que en septiembre el Banco Asiático de Desarrollo emitió su primer bono azul, una emisión de 151 millones de dólares a 15 años que financiará el océano con proyectos relacionados en Asia y el Pacífico

¿Sentando un precedente? 

Dado el creciente enfoque en las métricas ambientales, sociales y de gobernanza tanto en el sector público como en el privado, el desarrollo de acuerdos de deuda por naturaleza y finanzas azules podría sentar un precedente para los mercados emergentes que buscan recaudar fondos. 

En particular, es probable que estas herramientas atraigan a los mercados emergentes costeros o insulares, muchos de los cuales han sufrido económicamente en los últimos años debido a que COVID-19 dio lugar a una fuerte caída del turismo.

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Como en el caso de Belice, varios países de América Latina dependen en gran medida de sus entornos marinos, al igual que los mercados emergentes de Asia y el Pacífico. 

Mientras tanto, con más de 47.000 km de costa y 38 Estados costeros e insulares, África depende en gran medida de sus vías fluviales. Por ejemplo, el sector de la pesca y la acuicultura emplea a más de 12,3 millones de personas y genera alrededor de 24.000 millones de dólares al año, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, y es fundamental para la seguridad alimentaria del continente. 

Aunque las finanzas azules siguen siendo un actor relativamente menor en el mercado de deuda en general, la rápida aceptación de los bonos verdes en los últimos años puede proporcionar un ejemplo de su potencial de crecimiento. 

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La Iniciativa de Bonos Climáticos ha pronosticado que las emisiones de bonos verdes alcanzarán un récord de 500.000 millones de dólares este año, muy por encima del total del año pasado de 300.000 millones, que en sí mismo fue un récord. 

Además, como ha detallado OBG, existe una creciente conciencia de la importancia y el valor económico de la "economía azul", que es un término general que abarca campos que van desde la pesca, la gestión de residuos y la contaminación, así como el transporte marítimo, el turismo y energías renovables. 

Se estima que la economía oceánica genera 1,5 billones de dólares por año, mientras que la OCDE espera que las industrias oceánicas dupliquen su contribución al PIB mundial para 2030, destacando el potencial para futuros desarrollos de financiamiento azul y centrado en el océano.

 

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