El cese de las exportaciones de petróleo en Yemen recrudece la situación económica del país

En Yemen el petróleo y el gas son la principal fuente de ingresos gubernamentales, sin embargo, sus reservas son la principal causa de conflicto regional e internacional. Antes del inicio de la guerra, la producción de petróleo suponía el 70% de los recursos del presupuesto general del país debido a las reservas que posee estimadas en más de 11.000 millones de barriles entre las cuencas petroleras de Shabwa, Marib y Sayun-Masila. La intervención militar de Arabia Saudí y sus aliados en la guerra, redujo la producción a 55.000 barriles diarios frente a los 150.000-200.000 barriles que producían por día antes de que iniciara el conflicto en 2014.
Las empresas petroleras que operan en Yemen son extranjeras, lo que ha hecho al Gobierno yemení dependiente de estos y principalmente de Arabia Saudí durante las últimas décadas y, por tanto, teniendo dificultad para explotar su riqueza y ubicación estratégica. Cansados del “saqueo de la riqueza soberana” los hutíes advirtieron a las empresas petroleras y navieras de que cesaran la producción. Una vez terminada la tregua el 2 de octubre de 2022, apoyados por Irán, los hutíes comenzaron ataques contra una terminal de exportación ubicada en el mar Arábigo, al este del país, obligando a un buque petrolero a abandonar el sitio mientras atracaba e imposibilitando cualquier esperanza de la ONU de renovación de la tregua.

Según declara el representante permanente de Yemen ante la ONU, Abdullah Al-Saadi, “el país ha perdido 1.000 millones de dólares por el cese de las exportaciones de petróleo con el que se iba a pagar salarios y mejorar los servicios públicos” lo cual tiene unas consecuencias catastróficas para la población y ha hecho que el Gobierno pida presión internacional destruyendo las infraestructuras e instalaciones vitales de los hutíes para que detengan sus ataques. Este movimiento presiona al Gobierno con medidas militares y políticas a través de la escalada, para obtener concesiones en futuras negociaciones y que no exporten petróleo al extranjero, afirma el primer ministro yemení, Maeen Abdulmalik.
En una economía tan perjudicada como la de Yemen, que depende en su mayoría de las exportaciones de petróleo, estos cortes en el suministro afectan en primer lugar a los ciudadanos, ya afectados durante años por la mayor crisis humanitaria del mundo. El enviado de la ONU a Yemen, Hans Grundberg, mostró su preocupación por “el deterioro de la situación económica del país, las restricciones impuestas a la circulación y el impacto en la actividad económica y vida de las personas”.
Con la irrupción de las exportaciones de petróleo durante ocho meses, el Gobierno ha tenido que gastar alrededor de 1.000 millones de dólares para subsanar el daño, lo que ha supuesto un gran desafío financiero para el país tras la reducción de los ingresos públicos. Esto ha sido para el Gobierno yemení “una pesada carga debido al impacto económico de los ataques hutíes en el sector petrolero, su continuo saqueo de rentas y la profundización del sufrimiento de los ciudadanos en sus zonas de control” exponía el primer ministro. Además, la bajada del riyal yemení frente a otras monedas extranjeras a consecuencia de la subida del dólar ha provocado también un aumento de precios que impacta, principalmente, sobre la vida de los yemeníes.

Por otro lado, la ONU ha tenido que intervenir en Yemen para “evitar un potencial desastre ambiental y humanitario masivo frente a las cosas del país” según el CEO de la empresa de servicios marítimos, Boskalis, que llegó a un acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para la extracción de barriles de crudo de un buque petróleo que se encuentra abandonado en el Mar Rojo y evitar así una catástrofe medioambiental.