Miles de trabajadores han perdido su empleo y no pueden enviar dinero a sus familias: una consecuencia más de la grave crisis económica que deja la COVID-19

El coronavirus provoca la mayor caída de remesas de la historia reciente

photo_camera AP/HUSSEIN MALLA - Un hombre recibe una transferencia de dinero en moneda libanesa de una tienda de Western Union, en Beirut, Líbano, el martes 22 de enero de 2019

La recesión global inducida por el coronavirus ya se ha hecho notar tanto en los mercados como en los flujos financieros de todo el mundo. Entre uno y otro, están las remesas, que cada vez más están tomando un papel importante entre los principales contribuyentes al producto interior bruto de muchos países emergentes en los últimos años.

El virus y el cierre global de las economías está golpeando al envío de dinero. Los ingresos de los migrantes se han desplomado, ya que muchos trabajan en industrias que se han paralizado casi por completo, como la construcción o la hostelería. Además, en múltiples ocasiones, no tienen derecho a una asistencia sanitaria o a un ingreso mínimo por parte del Estado. Pero también el método de envío de dinero se ha complicado, ya que normalmente se solía hacer a través de tiendas que funcionaban como agentes de divisas y ahora estos establecimientos están cerrados.

Una mujer se acerca a un servicio de transferencia de dinero

A esto se le suma que muchas empresas centradas en operaciones con dinero en metálico, ahora que gran parte de los vuelos internacionales y regionales están suspendidos, se ven con pilas enormes de billetes esperando ser entregados. Del mismo modo, muchos bancos, sobre todo occidentales, se niegan a realizar transacciones de empresas de remesas africanas para evitar el lavado de dinero.

Gran caída del envío de remesas

En abril, el Banco Mundial (BM) ya previó que las remesas caerán este año cerca de un 20% en todo el mundo, lo que se traduce en 445.000 millones de dólares, como consecuencia de la crisis económica inducida por la pandemia de la COVID-19 y el confinamiento.

Trabajadores caminan hacia la obra del estadio Lusail

El desplome de salarios y la pérdida cientos de miles de puestos de trabajo son consecuencia de una de las crisis más duras y con mayor impacto que se recuerdan. Además, se espera que la caída afecte de manera desproporcionada a las economías emergentes, que son los principales receptores de estas entradas y cuyos ciudadanos dependen de ellas para obtener un ingreso básico.

En 2019, las remesas, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), alcanzaron los 551.000 millones de dólares, un número superior al de 2018. Estados Unidos sigue siendo el principal emisor con 68.000 millones de dólares, seguido por Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Arabia Saudí. India fue el país que más dinero recibió, seguido de China y de México.

Obreros en la construcción de una carretera en Dubai, Emiratos Árabes Unidos

No obstante, y a pesar del descenso previsto para este año, se espera que las remesas cobren una vital importancia como fuente de financiamiento para los países de destino. Sobre todo, porque el BM prevé que la inversión extranjera directa en los países de bajos y medios ingresos caerá también como consecuencia de la crisis. 

Muchos son los estudios que muestran cómo las remesas son un sustento básico para muchas familias en países de ingreso bajo y medio, y que mejoran los resultados nutricionales. Además, este dinero que envían muchas personas a sus familias en sus países de origen ha servido, entre otras cosas, para reducir el trabajo infantil en los hogares más desfavorecidos y emplearlo para aumentar la inversión en educación.

Trabajadores agrícolas mexicanos en una granja en Holtville, California

Consecuencias por la caída del barril de petróleo

Aunque se esperan caídas de hasta dos dígitos en las remesas en todas las regiones este año, la región de Asia Oriental y el Pacífico podría ver su descenso amortiguado por la dispersión de los trabajadores extranjeros en varios países y diferentes sectores. Muchos países de esta región, como Sri Lanka, Tailandia, Vietnam o India, reciben sus remesas de un amplio número de países como Estados Unidos, Europa, y países del golfo Pérsico.

La caída del precio del petróleo ha hecho que el PIB de países como Kuwait, Qatar, Arabia Saudí y EAU se reduzca en cifras nunca vistas. Con los gobiernos ajustando los presupuestos, por lo tanto, habrá menos capital para gastar y esto significa una demanda más débil de mano de obra extranjera, de la cual las naciones del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) dependen en gran medida.

Dado que se pronostica que la mayoría de los mercados de exportación de remesas más grandes del mundo entren en recesión este año, es probable que el impacto sea significativo, a su vez, en estos mercados emergentes, ya que no solo se verán afectadas las entradas, sino que muchos trabajadores migrantes regresarán a sus hogares debido a la falta de empleo, lo que aumentará las cifras de paro. 

El primer ministro indio Narendra Modi

Por ejemplo, cientos de ciudadanos indios ya están siendo repatriados desde Dubái y Abu Dhabi, en lo que se espera que sea un total de 225.000 personas. El Gobierno de Narendra Modi decidió cerrar sus fronteras áreas, incluso a sus propios ciudadanos antes de poner en cuarentena a toda la población, y solo ahora está empezando a permitir la vuelta de los nacionales bloqueados en el exterior. 

Los países del Golfo, en el centro del problema

La pandemia del coronavirus dejó a muchos trabajadores inmigrantes en los países del Golfo sin trabajo, dinero y atrapados sin poder regresar a sus países de origen. EAU ya declaró a los países de origen de los trabajadores que no les permitían regresar y aseguró que se estaba planteando imponer en el futuro cuotas de trabajadores extranjeros, un jarro de agua fría que afectaría sobremanera a los países del sureste asiático, pues es una fuente crucial de divisas para esta región.

Oficina que ofrece servicios de transferencia de dinero

En total, Naciones Unidas estima que hay unos 35 millones de foráneos que trabajan en los seis países del Golfo Pérsico: Bahréin, Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudí y EAU, así como en Jordania y Líbano.

Cabe recordar, en este punto, que los trabajadores migrantes son una gran parte de las economías del CCG. El 80% de la población de EAU son extranjeros y en Arabia Saudí representan más de un tercio y alrededor del 80% de la fuerza laboral.  

Además, en EAU, hay un total de 3,4 millones de indios que en su mayoría están empleados en la construcción y la hostelería, los sectores más golpeados por el cierre de fronteras -que ha afectado al turismo- y, sobre todo, por el confinamiento. Muchas de estas personas ya vivían en situaciones precarias, con empleos con bajos salarios, trabajando en condiciones climáticas adveras y alojados en guetos a las afueras de las grandes urbes. Pero la COVID-19 ha supuesto un nuevo peligro, sobre todo a la hora de llevar a cabo unas reglas de higiene mínimas y un distanciamiento social aconsejable.

Logotipo del Fondo Monetario Internacional (FMI)

En Bahréin y Qatar, cientos de trabajadores fueron puestos en cuarentena tras detectarse contagios por coronavirus, mientras que Riad también advirtió del riesgo de que la COVID-19 se extendiera por los alejamientos de los trabajadores.

A medida que la economía se ha ido paralizando, la atención se ha puesto en las ayudas que los grandes organismos proporcionarán para reflotar las economías. Los paquetes de estímulo, los mercados de renta fija y los movimientos para establecer unos precios sostenibles a las divisas y a los productos básicos han centrado todos los esfuerzos. Del mismo modo, el FMI ha declarado que está listo para desplegar su estrategia de respuesta rápida, que consiste en aliviar la deuda para los prestamos dando facilidades de financiamiento.


 

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