Este lunes, el precio de los futuros de gas natural neerlandeses para agosto, la principal referencia europea, alcanzó 167 euros el megavatio hora (MWh), el precio más alto desde el 8 de marzo. Este aumento, cerca de un 200% con respecto al mes pasado y un 500% en relación con julio de 2021, está tensionando las economías europeas, gravemente afectadas por una inflación disparada, que en junio alcanzó un 8,6% para la eurozona.
Tras un duro 2020, en el que la pandemia golpeó fuertemente la economía europea, ahora existen temores que, tras un 2021 de recuperación, 2022 vuelva a suponer un periodo de recesión. El Fondo Monetario Internacional rebajó sus expectativas de crecimiento para la eurozona en 1,1% en abril con respecto a sus estimaciones de enero, y ahora una recesión en los próximos meses parece probable.

“No puedo negar que estoy preocupado por lo que vendrá en los próximos 12 meses”, afirmó este lunes Christian Sewing, el director ejecutivo de Deutsche Bank, en una conferencia de banqueros alemanes en Frankfurt. Por su parte, Bettina Orlopp, directora financiera de Commerzbank, el cuarto banco de Alemania, advirtió que los riesgos económicos actuales eran tan grandes como durante la crisis de deuda europea de 2012.
La invasión de Ucrania y el intento de aislamiento europeo de la economía rusa han supuesto un fuerte aumento del precio de las materias primas, que ya venían incrementándose desde la segunda mitad de 2021, ante la reanudación de la actividad económica tras la pandemia. La UE planea desembarazarse de los combustibles fósiles rusos, y ya ha tomado medidas para reducir fuertemente la importación de carbón o petróleo para el fin de este año.
El gas natural, no obstante, ha probado ser un asunto más peliagudo, ante la fuerte dependencia de varios países del suministro ruso, entre ellos Alemania. Antes de la invasión, la UE recibía de Moscú hasta un 40% del total de sus importaciones de esta materia prima. Ahora, la Comisión Europea ha anunciado sus planes de impulsar una reducción de dos tercios de sus importaciones de gas ruso para el fin de 2022, y el bloqueo total para 2027, pero la dependencia de esta fuente de varias capitales, de momento, ha impedido un acuerdo al respecto.

Rusia, por su parte, se adelantó a los esfuerzos europeos exigiendo a todos los países que considera como “hostiles” el pago de la factura del gas en rublos, cortando el suministro a todos aquellos que se negaran a aceptar este esquema, entre ellos Polonia, Bulgaria, Países Bajos o Finlandia. Pero en las últimas semanas, Moscú también está cerrando el grifo a varios países que sí aceptaron este esquema de pagos.
Desde mediados de junio, Gazprom, la empresa estatal gasística rusa, ha venido reduciendo en un 60% sus exportaciones a través del gasoducto Nord Stream I, que une a Rusia con Alemania a través del Báltico, reduciendo fuertemente los envíos a Berlín, Roma o París, entre otros. Además, la empresa ha anunciado que cerrará el suministro a través de estas tuberías entre el 11 y el 21 de julio, mencionando operaciones de mantenimiento, pero el ministro de Economía alemán, Robert Habeck, teme que el Kremlin no reabra el grifo.

Este martes, también se detuvo el envío de gas por el gasoducto Yamal, que une a Rusia con Europa a través de Bielorrusia, y Gazprom ahora envía apenas un 50% del gas natural a través de Ucrania con respecto a las cantidades anteriores a la guerra, tras el cierre de una de las dos rutas que atraviesan este país por Kiev. Por su parte, el otro gasoducto ruso a Europa, el TurkStream, que llega a los Balcanes a través del mar Negro, ha reducido el suministro con respecto a 2021, particularmente por el bloqueo de las exportaciones de gas a Bulgaria.
El porcentaje de gas ruso en las importaciones europeas ha bajado rápidamente en las últimas semanas, posicionándose en un 31% en abril de 2022, una fuerte caída desde un 45% en esas mismas fechas un año antes, que probablemente aumente por los cortes de gas del Kremlin.
Además, estos días el mercado europeo está experimentando una disrupción adicional. Este martes ha comenzado una huelga en la principal empresa energética noruega, Equinor, obligando al país nórdico a reducir su producción de gas y petróleo. En 2020, Oslo representó un 8% de las importaciones de crudo y un 21% de las importaciones de gas de la UE, y es un socio clave para asegurar el suministro ante la guerra.

La situación es particularmente dramática para Alemania, la principal economía de la Unión, pero fuertemente dependiente de la importación de materias primas baratas, de las que Rusia ha sido desde hace décadas su principal fuente.
“Debemos prepararnos para el hecho de que esta situación no cambiará en el futuro previsible, en otras palabras, nos encontramos ante un desafío histórico”, afirmó Olaf Scholz, el canciller alemán, quien advirtió de una crisis “al estilo de Lehman Brothers”. La quiebra de este banco en 2008 desencadenó una de las mayores crisis económicas en décadas, y ahora desde Berlín se teme una repetición impulsada por el sector energético, ante una situación que el político socialdemócrata definió como “dinamita social”.

Berlín está tramitando un proyecto de ley que permitiría al Gobierno adquirir participaciones de empresas energéticas afectadas por los altos precios e imponer gravámenes de emergencia en los consumidores. Se rumorea que la principal empresa susceptible de ser rescatada es la energética Uniper, cerca de la quiebra por la reducción del suministro ruso y el fuerte aumento de los precios.
París, por su parte, presentará en los próximos días ante el Consejo de Ministros una ley que otorgará al Gobierno amplios poderes para gestionar el almacenamiento gasístico del país, inclusive forzosamente. Recientemente, los Veintisiete acordaron la obligación de llenar sus reservas de gas a un 80% para el 1 de noviembre de 2022, estando en estos momentos en cerca de un 56%.

Además, Bruselas mira a otros potenciales proveedores para sustituir el gas natural ruso, como Estados Unidos, Qatar o Australia, potencias en la producción de gas natural licuado. En junio de este año, se logró un hito, superando por primera vez en la historia las importaciones de gas estadounidense a las importaciones de gas ruso por vía de gasoducto. Además, hace unas semanas, Bruselas firmó un memorándum de entendimiento con El Cairo y Tel Aviv para abrir la puerta del suministro gasístico de estos dos países mediterráneos a Europa.
Para ello, los países europeos tendrán que desarrollar su infraestructura de regasificación, aún lejos de permitir a la Unión sustituir el gas natural ruso. Existen actualmente planes para la construcción de 20 terminales, pero sus perspectivas de finalización a corto plazo, suficiente para poder reducir rápidamente el suministro ruso, son inciertas, y, según los datos de Bloomberg, el gas natural licuado llegaría en 2026 a un 40% del total de las importaciones, el doble del actual, pero aún lejos de poder sustituir el suministro ruso.