El Mediterráneo es el primer destino turístico mundial. En 2019, justo antes de la pandemia, recibía más de 400 millones de turistas al año. Según el World Travel and Tourism Council (WTTC), el sector constituía un 15% del Producto Interior Bruto y un 11,5% del empleo de la región. Sin embargo, el modelo de sol y playa ha demostrado ser frágil y sus consecuencias a largo plazo pueden ser fatales. Ante tal problemática, la Asociación de Cámaras del Mediterráneo (ASCAME) propone el turismo de aventuras como una alternativa que ofrece beneficios económicos, medioambientales y sociales.
Uno de los mayores problemas del turismo de masas es la estacionalidad. La Agencia Europea del Medio Ambiente señala que, en algunas zonas del Mediterráneo, el 75% de la producción anual de residuos se genera en verano. Asimismo, el tipo de empleo que ofrece este modelo suele ser informal y temporal, además de estar retribuido con salarios bajos. Esta combinación de inseguridad medioambiental y laboral se traduce en una clara inestabilidad social.
Para Anwar Zibaoui, coordinador general de ASCAME, la respuesta está en una reformulación del sector que vaya acorde con los Objetivos de Desarrollo Sostenible marcados por las Naciones Unidas. “Se espera que en 2030 el turismo alcance la cifra récord de más de 1.800 millones de viajeros cruzando fronteras internacionales. Si me preguntas si eso es una oportunidad o un desastre, te diré que depende de cómo se gestione tal volumen de crecimiento. Un turismo bien desarrollado puede favorecer la innovación y el emprendimiento sin comprometer nuestro futuro. Pero el modelo actual de turismo, especialmente en el Mediterráneo, no es sostenible a largo plazo: ni para la economía, ni para la sociedad, ni para el planeta”, según indica Anwar Zibaoui.
Esta es una idea en la que ASCAME lleva años haciendo énfasis, incluso antes de que la COVID-19 hiciera temblar el sector. “Lamentablemente, los continuos desastres climáticos y el desplome del turismo internacional bajo la pandemia nos han dado la razón”, añade Zibaoui.
Con las restricciones para viajar en los últimos tres años, un nuevo tipo de turismo ha ganado popularidad. Se trata del turismo de aventuras, que engloba actividades que se realizan al aire libre y que implican algún tipo de ejercicio físico o intercambio cultural. ¿Algunos ejemplos? Escalar una montaña, el avistamiento de aves o hacer una ruta vinícola en bicicleta. Tras la pandemia, los consumidores buscan disfrutar de un turismo más significativo, vinculado a la experiencia y a proveedores con los que puedan conectar. Es por eso por lo que el sector privado prevé que el turismo de aventuras crecerá un 15,2% entre 2023 y 2030.
El Mediterráneo, con su inmensa riqueza cultural y natural, tiene el potencial de convertirse en un gran nicho para este tipo de turismo. Sin embargo, los visitantes que recibe la región suelen concentrarse en unas pocas zonas, causando desigualdad entre países y degradando la fauna y la flora en los destinos más frecuentados.

En ese sentido, una de las apuestas clave de ASCAME es la promoción conjunta del Mediterráneo bajo una misma marca. Mediante la diversificación de destinos dentro de la región, se potenciarían las economías locales, se combatiría la precariedad laboral ligada a la estacionalidad y se minimizaría el impacto medioambiental. En definitiva, se fortalecería el sector a largo plazo y se mejoraría la calidad de vida de una sociedad que actualmente depende de un sector frágil.
La última iniciativa de ASCAME en pos de construir esta marca regional es la alianza Mediterranean Adventures, un proyecto piloto cofinanciado por la Unión Europea (con 3,3 millones de euros) y desarrollado por ASCAME en colaboración con una larga lista de entidades públicas y privadas: la Cámara de Comercio de Barcelona, la Diputación de Barcelona, el World Wide Fund for Nature (WWF), la Adventure Travel Trade Association (ATTA), la Región Puglia y los Ministerios de Turismo del Líbano y Jordania, entre otros.
El objetivo de Mediterranean Adventures es construir un marco común que resitúe destinos mediterráneos menos conocidos en el mercado internacional. Para lograrlo, ofrece a las empresas e instituciones participantes recursos diversos, como herramientas de promoción y formaciones. No obstante, lo más destacado de esta alianza es el desarrollo de un marketplace para productos turísticos. A través de un buscador intuitivo y fácil de usar, los consumidores pueden encontrar actividades de aventuras con un sello de calidad, que reflejen la biodiversidad del Mediterráneo y que ofrezcan un enriquecimiento físico y cultural.
“Sol y playa, sí, pero también cultura, historia, naturaleza, comida y aventura”. Una usuaria del marketplace explica lo que le parece más atractivo de la propuesta. “Los millennial y gen-z somos ciudadanos del mundo, buscamos experimentar el destino y relacionarnos con las comunidades que visitamos”. Esa es, precisamente, la apuesta de valor de Mediterranean Adventures. Para potenciar su efectividad, los socios del proyecto han iniciado una intensiva campaña de marketing en los principales mercados emisores de turistas: Reino Unido, Alemania, Noruega, Países Bajos y Estados Unidos.
Lo que ASCAME busca a través de esta alianza es fomentar un tipo de turismo que sea respetuoso con el patrimonio cultural y natural y que incremente la competitividad de los negocios locales. Los números les apoyan: según la ATTA, el 65% de los beneficios producidos por el turismo de aventuras se queda en los países destino. Pero esta cantidad se reduce a un irrisorio 14% cuando hablamos del turismo de masas. En otras palabras, para generar 10.000 dólares en la economía local, se necesitan 36 turistas de cruceros y solo 4 turistas de aventuras. Zibaoui lo tiene claro: “La marca mediterránea estimula un crecimiento inclusivo, genera empleos, atrae inversores, crea pymes”.
De momento, el proyecto ha atraído a socios de Italia, Jordania, Líbano, Túnez y España, pero el objetivo es escalar el modelo a toda la región mediterránea.