La Nueva Ruta de la Seda china en África

Este objetivo se ha convertido en el mayor desafío económico del Gobierno de Pekín en las últimas décadas, en medio de la necesidad de convertir a la nación en una superpotencia mundial.
Esta estrategia busca fortalecer las ya consolidadas relaciones que durante 15 años se han establecido entre China y el continente africano, contribuyendo al desarrollo socioeconómico y a la modernización de los países africanos en sectores como la agricultura, la industria manufacturera, la energía verde y la economía digital. La mitad de estos países registraron un aumento de doble dígito en sus volúmenes de comercio con China entre el año 2023 y 2024, según lo ha explicado Hu Changchun, jefe de la Misión de China en la Unión Africana (UA).
También conocida como la Nueva Ruta de la Seda, lo que se pretende es asegurar el acceso de China a suministros de energía y minerales, en donde el continente africano juega un rol importante. Partiendo desde Nairobi hasta el cuerno de África, atravesando el Golfo de Adén hasta llegar al mar rojo, Xi, busca llegar de una manera segura al Mediterráneo tras pasar el Canal de Suez. Esta estrategia de ampliación transcontinental trae consigo proyectos de mejora de infraestructuras en todos los países africanos por los cuales se busca trazar esta Nueva Ruta de la Seda, pero a su vez, las críticas por la ejecución se han hecho presentes.
Con más de 50.700 millones de dólares invertidos en África a través de la BRI hasta 2024, según France 24 (2024), para la construcción de carreteras, ferrocarriles y puertos, se trata de un proyecto arduamente criticado por los países de la región debido a los costes medioambientales y a la falta de condiciones laborales, además de comprometer a los países a niveles de deudas inmanejables, sobre todo tras los estragos que la pandemia ha dejado.
A pesar de todo, la modernización de infraestructuras en los países africanos representa también una oportunidad de inversión extranjera por parte de otros países participantes, favoreciendo no sólo a economías locales, sino también a las grandes empresas dándoles la oportunidad de establecer operaciones estratégicas en las rutas que atraviesan el proyecto comercial. Para los mercados emergentes, se trata de una oportunidad única a su vez, logrando una diversificación de mercados y una expansión a nivel de clientes, donde la facilidad y rapidez que se lograría llegar con estos nuevos atajos comerciales sería innovadora.
La influencia, inversión y fortalecimiento de las alianzas y relaciones entre el Gobierno de Pekín y el continente africano representa una potencial amenaza a medida que se expande con la Nueva Ruta de la Seda a través de más países que buscan ser parte. Con 53 países africanos de 54 siendo parte, China se consolida como el mayor socio comercial de todo el continente, dándole la oportunidad de desplegar sus objetivos de influencia económica y política.

Con esta ventana de oportunidades ya abierta, China ahora busca posicionarse como un actor mediador y cambiar por completo su estrategia, actuando como un ente de paz y resolución de conflictos. Esto se puede ver reflejado en la acción que ahora busca tener con el conflicto entre Israel y Hamás, donde pretende tomar ventaja ante la falta de acción que ha tenido Estados Unidos. Esta es una situación que ha sido expresada por Craig Singleton, investigador de la fundación del Think Tank para la Defensa de las Democracias en Washington, donde asegura: “El mensaje de Xi es claro, el orden actual de Estados Unidos ha fallado en traer paz o prosperidad a muchas naciones en desarrollo, y un nuevo orden es necesario para enfrentar los problemas de hoy y anticipar los desafíos de mañana.”
La prosperidad de naciones en desarrollo y poder enfrentar problemas del hoy y anticipar los desafíos del mañana, es un discurso detrás del cual se ha refugiado el Gobierno de Pekín a la hora de proponer la Nueva Ruta de la Seda, donde la mejora de infraestructuras tanto marítimas como terrestres busca reducir los índices de pobreza a través del desarrollo, llevándose consigo consecuencias y un precio alto que las naciones africanas no están capacitadas a conllevar.
Con la nueva Ruta de la Seda extendiéndose sobre el continente africano, China no sólo refuerza su presencia económica y estratégica, sino que también convierte a África en el epicentro de una disputa silenciosa entre el desarrollo y la dependencia. Una promesa de crecimiento y modernización que choca con una realidad de deudas, desequilibrios y tensiones geopolíticas que las naciones más vulnerables deben soportar. En el escenario global, África no es sólo un socio estratégico, sino también representa un campo de batalla en el que se define quién liderará el orden mundial del mañana.