La pandemia del coronavirus, las consecuencias alimentarias y energéticas de la guerra en Ucrania, los efectos del cambio climático, una nueva y progresiva polarización de la comunidad internacional… Durante los últimos dos años, el mundo ha enfrentado, uno tras otro, una serie casi interminable de acontecimientos que han puesto freno a su crecimiento económico. Las previsiones del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI) no han dejado de corregirse mes a mes, y parecen, cada vez, menos halagüeñas para la mayor parte de los países del mundo.
“El crecimiento del comercio mundial de 2022 y 2023, posiblemente, se desacelere más de lo previsto inicialmente debido a la reducción en la demanda mundial y a los problemas en las cadenas de suministro”, recogía la última ‘Actualización de las perspectivas de la economía mundial’ del FMI.
Sin embargo, en este escenario, un pequeño grupo de potencias se las han ingeniado para esquivar las repercusiones económicas de todos estos contratiempos –al menos a nivel macroeconómico. Arabia Saudí, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Omán y Qatar, los seis países que integran la península Arábiga, en las cosas occidentales del golfo Pérsico, son algunos de ellos.

Según las estimaciones de las instituciones económicas internacionales, los Estados del Golfo alcanzarán los 2.100 millones de dólares de PIB (Producto Interior Bruto) para finales de este 2022. Una cifra que supone un 25% más que el año pasado –cuando rondaba los 1.680 millones –, y que superaría el PIB de Italia, que se encontraba, hasta ahora, en la novena posición del ranking de las diez principales economías del mundo.
Y es que, pese a que la lista está integrada por países varias veces más extensos que la península Arábiga –como Estados Unidos o China–, se debe matizar que la entrada de los seis países árabes en el top 10 se ha producido contabilizando, en conjunto, el PIB de todo el bloque. De este modo, y manteniéndose por detrás de EE. UU., China, Japón, Alemania, Reino Unido, India, Francia y Canadá; el Golfo dejaría atrás a países como Rusia, Brasil o Corea del Sur.
Arabia Saudí (con 1.040 millones de dólares), Emiratos Árabes Unidos (501,4 millones), Qatar (225,7 millones), Kuwait (186,6 millones), Omán (110,1 millones) y Bahréin (44,2 millones), por este orden, constituirán pues, de acuerdo con las previsiones, el 2% de la economía mundial.

En el año 2020, el Golfo representaba la decimotercera economía a nivel mundial. Tan solo dos años más tarde, el bloque ocupa ya la novena posición. Un salto de cuatro puestos que, para más inri, se ha sucedido en medio de innumerables crisis internacionales.
¿Qué factores explican este gran crecimiento económico? Ni más ni menos que la producción y exportación de petróleo y otros hidrocarburos al resto del mundo. Los seis Estados del Golfo, gigantes productores petroleros, al igual que muchos otros de sus vecinos de Oriente Medio y el Norte de África, se han beneficiado enormemente del aumento de los precios de crudo y de gas –desde comienzos del año pasado –, y de la creciente demanda que trajo consigo el final de los confinamientos y de las restricciones tras la Covid-19, así como la interrupción de los suministros procedentes de Rusia a causa de las sanciones. Una situación que se ha reflejado en los grandes superávits fiscales de los presupuestos pérsicos.

Arabia Saudí, el gigante petrolero wahabí, es sin duda el gran líder de este crecimiento. Superando por primera vez en su historia la barrera de los 1.000 millones de dólares de PIB, la economía del Reino supone, este 2022, casi la mitad de la riqueza de todo el bloque. Un 49,3%. Cantidad que, se espera, sea utilizada para la adopción de medidas que reduzcan la dependencia de los ingresos petroleros, diversificando sus fuentes de beneficios y apoyando a las iniciativas del sector privado.
No obstante, según la agencia de calificación de riesgos, Moody’s, tanto la economía de Arabia Saudí, como las del resto de los Estados del Golfo, tienen todavía un largo camino por delante hasta la diversificación financiera real.

Y paralelamente, el Estado de Qatar –pese a no alcanzar la relevancia económica de su vecino saudí– se ha convertido en otro de los países con un mayor crecimiento económico. Y es que, no solo su potencial gasístico –clave para sustituir al suministro ruso – es fundamental en el aumento de sus ingresos, sino también su papel como anfitrión de la Copa del Mundial de fútbol. Una dupla ganadora que le han conferido una influencia real y cada vez mayor, tanto a nivel regional, como a nivel internacional.