La peor tragedia de la historia de África en general y de Ruanda en particular cumple veintiocho años, en los cuales el país sigue en un proceso de reconstrucción y de acercar posturas entre las etnias que componen dicho territorio. Pero para entender lo sucedido, vamos a hacer un retroceso para entender los factores que influyeron y desencadenaron dicha barbarie.
El 6 de abril del 1994, el presidente de Ruanda Juvénal Habyarimana viaja junto al presidente de Burundi Cyprian Ntayamira, ambos de la etnia hutu; debían aterrizar en el aeropuerto de Kigali, capital de Ruanda, cuando su avión fue alcanzado por un misil que derribó el avión, causando la muerte de todos los pasajeros. El asesinato de Juvénal, desencadenó la masacre y el 7 de abril comenzaron los actos más atroces jamás vividos, causando además un éxodo masivo de más de un millón de personas.

Ruanda es un país que está situado en la región de los Grandes Lagos de África, cuenta con una población de aproximadamente doce millones de habitantes, donde coexisten tres etnias, los hutus que componen el 85% de la población, los tutsis que representan el 14% y finalmente los twa que son un 1% de la población. Estos últimos son conocidos como los primeros habitantes de este territorio, de raza pigmea. Los hutus son de raza bantú y campesinos. Los tutsis eran ganaderos y nómadas, además de tener una preparación militar, lo que les otorgaba cierta ventaja sobre el resto de las etnias a nivel organizativo, llegando incluso a fundar una monarquía feudal que pretendía dominar a las demás etnias, lo que provocó revueltas contra los ganaderos.
Aunque pueda parecer que el asesinato del presidente Juvénal fue la razón de lo que hoy se conoce como el ´el holocausto africano´, realmente las tensiones se remontan en la época colonial, en el S.XIX. Cuando los tutsis impusieron su monarquía feudal, los colonizadores alemanes comenzaron a gobernar apoyando a la élite del país, que en este caso eran los tutsis. En 1913 los alemanes fomentaron el cultivo del café para la manufacturación y venta; pero la gobernanza de los alemanes duró poco, ya que, tras la Primera Guerra Mundial, las sanciones impuestas a Prusia mandataron el abandono del país, donde Bélgica asumía el control de la zona en 1923.
Los belgas decidieron imponer su presencia en el Gobierno ruandés e incluso controlar el poder administrativo y militar, lo cual no gustaba al rey de entonces, el cual no accedía a compartir el poder con la colonia belga. El rey fue obligado a dimitir en 1931. Su hijo Mutara Rudahigwa subió al trono, más a fin a los europeos que su padre, se le apodó “el rey de los blancos” e incluso pasó a convertirse al cristianismo. En 1933 se produjo la peor de las consecuencias de los belgas en Ruanda, cuando su administración comenzó a implementar el “carné colonial” en el que se diferenciaban a hutus, tutsis y twas en unas diferencias supuestamente físicas. Esta iniciativa jugó un rol decisivo cuando comenzó el genocidio porque permitió a los hutus identificar quienes eran tutsis, lo cual encrudeció la masacre.

Al separar a la población por etnias, comenzaron las desavenencias. Los tutsis se beneficiaban de los mejores empleos, alegando así los belgas que eran más parecidos a los europeos. Por su parte los hutus se encargaban de los trabajos no cualificados. No obstante, se vivía mediante una paz relativa, hasta que los tutsis comenzaron a dar un trato denigrante a los hutus alegando que eran sus vasallos. Todo ello avivó la rivalidad de las etnias y cuando los hutus accedieron al poder comenzaron a vengarse.
Ruanda se declaró independiente en el 1962 y los hutus tomaron el control del país. En 1973, Juvénal Habyarima asume el poder del país a través de un golpe de Estado. Pese a vivir en una supuesta paz en el país, los tutsis mostraban su descontento con el nuevo líder de la etnia hutu por lo que cuando tuvieron la oportunidad, cometieron el atentado que desencadenó un hito que hoy en día sigue causando estupefacción.

Un grupo conocido como Frente Patriótico Ruandés (FPR) de etnia tutsi es el que se señaló como autor del ataque al presidente Juvénal el día 6 de abril de 1994. La violencia se desencadenó el 7 de abril del mismo año, como respuesta al atentado sufrido por el líder hutu, entendiendo que los responsables no podían ser otros que los tutsis.
La violencia duró cien días, en los que se asesinaron a cientos de personas de manera indiscriminada y con una violencia extrema; el arma más utilizada en esta masacre era el machete y los genocidas reunían a los capturados en lugares cerrados donde los acribillaban a sangre fría. Mataban niños y violaban a las mujeres de forma sistemática.
Todos esos hechos, ocurrían con la inacción de organismos y potencias occidentales como las Naciones Unidas, Estados Unidos y Francia. Se cree que los intereses por los recursos minerales y la posición estratégica del país permitió la inoperancia de estos actores durante la masacre.

Se ha llegado a comentar que el general canadiense Roméo Dallaire, que era responsable de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidad para Ruanda (UNAMIR, siglas en inglés), envió un fax a la ONU el 11 de enero de 1994 informando de sospechas fundadas en las que las milicias hutus pretendían atacar y exterminar a los tutsis. La misión de paz se estableció en Kigali, capital de Ruanda un año antes de la masacre, en 1993. Hay que recordar que el país había pasado por una guerra civil que comenzó en 1990, pero se dio una tregua con los Acuerdos de Arusha, aunque la violencia todavía se mantenía.
Otro de los factores a remarcar, fueron los medios de comunicación locales, la Radio de las Mil Colonias (RTLM), este medio afín al Gobierno de Juvénal se encargó de avivar el odio y repudio utilizando procedimientos propagandísticos para infamar a los tutsis. Un periodista de la radio llegó incluso a revelar el lugar donde se escondían los tutsis y animar a los hutus a cortar en trozos a sus vecinos tutsis.

La prensa también llevaba su rol, donde publicaban los diez mandamientos hutus, llamando “cucarachas” a los tutsis e invitando a matarlos. Los mandamientos en el periódico fomentaban miedo en la comunidad tutsi y fortalecía a los hutus que cada vez más reavivaban su odio hacia sus rivales.
Los franceses tenían sus propios intereses en determinadas zonas del país, lo cual explicó su actitud de indiferencia, además habían firmado un acuerdo técnico militar con Ruanda. Los galos de echo colaboraban con el Gobierno de Juvénal, administrándoles armas para luchar contra las milicias tutsis del FPR.
En un viaje a Ruanda el año pasado, el presidente Macron no pidió perdón textualmente, pero sí reconoció en un discurso la mala gestión que tuvo su país al respecto, y dijo: “Hoy estoy humildemente y con respeto a su lado, vengo a reconocer el alcance de nuestras responsabilidades”; no obstante, el presidente prosiguió alegando que “los asesinos que rondaban los pantanos, las colinas, las iglesias, no tenían rostro de Francia. Ella no fue cómplice... pero Francia tiene un papel, una historia y una responsabilidad política en Ruanda. Y tiene un deber: afrontar la historia y reconocer la cantidad de sufrimiento que ha infligido al pueblo de Ruanda al hacer que el silencio prevalezca sobre el examen de la verdad durante demasiado tiempo”.

Las Naciones Unidas, que se encontraban en territorio ruandés con una misión de paz (UNAMIR) y con un efectivo de 2.600 cascos azules, inexplicablemente decidieron retirar el contingente cuando se agravó el genocidio. El general Roméo de la Misión de paz reveló en una entrevista que varios consejeros belgas, alemanes y franceses eran conocedores de los hechos, pero se lo obviaron a la ONU.
Estados Unidos, el Reino Unido y Francia utilizaron su derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU para frenar la acción de la misión sobre el terreno, alegando que “faltaban pruebas que mostraran incursiones del FPR en Ruanda”, donde la (UNAMIR) pretendía controlar la frontera entre Uganda y Ruanda.

Para el 28º aniversario del genocidio, el secretario general de las Naciones Unidas ha declarado en la página oficial de la ONU que “al recordar el derramamiento de sangre de hace 28 años, reconocemos que siempre tenemos la opción de elegir. Elegir la humanidad por encima del odio, la compasión en vez de la crueldad, el valor frente a la complacencia, y la reconciliación antes que la ira”.
Tras el genocidio, se celebraron las elecciones el 25 de agosto de 2003 en el que fue elegido presidente Paul Kagame, con una victoria del 95% de los votos. El 9 agosto se celebraron nuevamente las elecciones y Paul fue reelegido con un 93% de los votos con un mandato de siete años. Los observadores electorales destacaron la buena organización, declarándolas de libres. Actualmente Ruanda sigue presidido por Paul Kagame que pertenece a la etnia tutsi, y es considerado como un héroe ya que consiguió reestablecer la paz y conseguir la convivencia de etnias rivales tras la masacre, en una entrevista con el fotógrafo Brandon Stanton, Kagame dijo: “¿Cómo consigues justicia cuando se comete un crimen tan grande? Para matar a un millón de personas en 100 días se necesitó el mismo número de verdugos. Pero no podíamos encarcelar a una nación entera. El perdón era la única opción. Eran decisiones difíciles. Me hacía muchas preguntas. Pero siempre concluía que el futuro de Ruanda era más importante que la justicia”.

Ruanda ha dado un giro de 180º tras el genocidio, si durante el fin de la masacre el Banco Mundial anunciaba que era el país más pobre del mundo, con las instituciones y hospitales en ruinas. Sin cosechas y con una renta media de menos de 90 dólares al año; estaba claro que, para levantar el país, eran imprescindible la participación de toda la población. Como comentó el presidente el perdón era la única opción para poder salir adelante, por lo que los oprimidos tuvieron que dar la mano a los opresores para remar en la misma dirección.
Hoy en día Ruanda es un país estable y modelo para seguir, ya que su economía está en auge, está en pleno desarrollo y a nivel institucional no hay un ápice de corrupción. Se puede confirmar el dicho de ´la unión hace la fuerza´, así es como este país que parecía no poder salir adelante por las rencillas está progresando, hoy está más que demostrado que con el perdón todo es posible.