Agricultores etíopes y tierras sudanesas: un conflicto histórico

El pasado 13 de enero Sudán amanecía con la noticia de la muerte de 6 personas a manos de una milicia etíope a 5 kilómetros de la frontera con Etiopía, en la localidad de Al-Fashqa, según anunció el Ministerio de Relaciones Exteriores sudanés. Un día después, el embajador etíope en Sudán, Yibtalal Amero, acusó a su vecino de haber incautado nueve campamentos en territorio etíope desde noviembre. Así, con acusaciones mutuas se han desarrollado las declaraciones de representantes de ambos países durante los dos últimos meses.
Titulares acerca de civiles y militares muertos se han mantenido presentes desde entonces e incluso desde antes, cuando en marzo o junio de 2020 ya se vivieron momentos de tensión y acusaciones enfrentadas.
El origen de la disputa se encuentra en un territorio de tierras fértiles pertenecientes a Sudán y trabajadas por agricultores etíopes. Dentro del estado o wilaya de Gedaref, al este de Sudán, se encuentra la localidad de Al-Fashqa, de unos 250 kilómetros cuadrados y que colinda con los estados etíopes de Amhara y Tigray, en el norte etíope. Es este el punto donde colisionan los intereses de Jartum y Adís Abeba.
Desde 2008, como recuerda el analista de la BBC Alex de Waal, existe un acuerdo entre ambos países de una “frontera blanda”, en la que Etiopía reconoce Al-Fashaqa como territorio sudanés, pero mantiene los agricultores etíopes en la zona, de los que recauda tributos para las arcas públicas etíopes.
Este acuerdo tuvo lugar en un momento político muy diferente al actual. Sudán se encontraba bajo la presidencia de Omar al-Bashir, que se mantuvo en el poder durante casi 30 años hasta que en 2019 fue derrocado por un golpe de Estado ejecutado por los militares y que ha desembocado en un Gobierno provisional hasta 2022. Al-Bashir, carga con acusaciones de crímenes de guerra, crímenes contra la Humanidad y genocidio en la región sudanesa de Darfur pendientes de resolver en el Tribunal Penal Internacional.

Etiopía, por su parte, estaba bajo la Presidencia del Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (EPRDF), sustentada en las etnias y en el poder desde 1991. El Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF) tenía un peso muy importante en la coalición hasta que en 2018, Abiy Ahmed, de la etnia de los Oromo se hizo con las elecciones.
Así, una vez renovados los representantes de ambos países, el acuerdo de 2008 no parecía recoger las inquietudes de los diferentes actores en juego. A Sudán ya no le tranquiliza que agricultores etíopes cultiven sus tierras, como sí hizo Al-Bashir. La etnia Amhara, de la región etíope del mismo nombre, también reclama derechos sobre las tierras que trabaja en Sudán y rechaza el acuerdo de 2008 por no haber sido consultados. De tal manera, que se ha llegado a un punto en que los distintos intereses no consiguen llegar a un punto común.
El portavoz del Ministerio de Exteriores etíope, Dina Mufti, ha expuesto la ocupación sudanesa de tierras, granjas y propiedades etíopes. En cambio, Sudán achaca incursiones a su territorio por parte de milicias y fuerzas etíopes.
Toda esta problemática fronteriza entre ambos países no es nueva. Y no solo se remonta al año 2008, sino hasta finales del siglo XIX cuando Sudán era una colonia inglesa y en Etiopía reinaba Menelik II.
La preocupación principal en la creación de la frontera entre Sudán y Etiopía parte, según el historiador K. V. Ram, de la preocupación inglesa por blindar el abastecimiento de agua en Egipto, antigua colonia inglesa y que depende en su totalidad del Nilo. Así, los ingleses van a centrar sus esfuerzos en estabilizar las naciones río arriba y por ello aumenta su interés en la invasión de Sudán.
Menelik II, por su parte, emperador de Etiopía, antiguamente llamada Abisinia, gobernaba un territorio invicto a las pretensiones coloniales. Sirva como ejemplo la victoria sobre los italianos en la Batalla de Adwa en 1896. Como expone Ram, el rey etíope mantenía un destacado carácter expansionista que alcanzaban hasta la capital sudanesa, Jartum. La preocupación inglesa se vuelve primordial y en 1899 se llega a un acuerdo entre las partes. Sin embargo, Menelik II no lo firmará hasta 1902.

En palabras del historiador, “Menelek logró que Gran Bretaña abandonara sus reclamos sobre Dar Gubba, Dar-es-Somali y Dar Gumuz y la obligó a reconocer su ocupación de Beni Shungul. También logró incorporar la tierra de Shangalla en Etiopía mientras abandonaba sus reclamos sobre Gedaref y otros territorios sudaneses. También logró adquirir Matemma, una ciudad comercial de cierta importancia en el este de Sudán, en el asentamiento final”.
Y así, se mantuvieron las fronteras reconocidas internacionalmente. Y lo han seguido haciendo. Sin embargo, las reclamas sobre el actual estado sudanés de Gedaref no se vieron satisfechas por los etíopes. Y es este territorio el que está en disputa después de que, en 1995 los agricultores etíopes comenzaran a asentarse en la zona. Llegando a unos 10.000, según informaba TeleSur.
A pesar de las diferentes acusaciones de embajadores, ministros o presidentes de ambos países, las partes parecen estar dispuestas a trabajar por un entendimiento mutuo. Sudán se mantiene sus reclamos en lo que es considerado su territorio. Etiopía se muestra abierta a un cambio en las fronteras.
Ya en mayo de 2020 hubo una toma de contacto entre los dos países para intentar demarcar la frontera de una forma clara. Tuvo lugar en Adís Abeba. Sin ningún resultado concluyente, el 23 de diciembre se retomaron las negociaciones en Jartum. Tras dos días, concluyeron sin ningún resultado aunque con la intención de celebrar un nuevo encuentro en Etiopía y comprometiéndose a elaborar una serie de informes.

En cualquier caso, este jueves 21 de enero, el presidente del Consejo Soberano de Transición de Sudán, Abdel Fattah al-Burhan ha despejado dudas sobre intenciones de guerra con Etiopía. No se pretende ningún enfrentamiento armado, aunque recalcó que el país "no abandonará ni una pulgada de su territorio", según recogía Europa Press.
Declaraciones en la misma línea dio el jefe del Estado Mayor del Ejército etíope, Birhanu Jula, arguyendo a la larga amistad entre las naciones y apoyando el desarrollo de las conversaciones entre ellas.