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La violencia es endémica en Libia. El país se acostumbra a los enfrentamientos entre las milicias y los yihadistas. Además la inestabilidad política y económica han convertido al país africano en un estado fallido. La situación lejos de normalizarse empeora. El 24 de febrero pasado, unos 200 yihadistas tomaron la sede de las fuerzas de seguridad y varios edificios gracias a un ataque nocturno. Cinco días antes, un ataque aéreo estadounidense contra un campamento del EI en la periferia de Sabrata mató a 50 personas y probablemente a uno de los líderes de la organización.
Los habitantes de la ciudad, a 70 km al oeste de Trípoli, se encerraron durante cuatro días en sus casas atemorizados por esta demostración de fuerza del EI y los sucesivos combates entre milicianos y yihadistas. Finalmente, las milicias proclamaron su "victoria" el sábado, y el domingo, la mayoría de los mercados y las tiendas abrieron, si bien no hay tantos clientes como de costumbre.
"Fue un shock para todo el mundo. Los yihadistas se encontraban en casas en la periferia de la ciudad, y de repente aparecieron en el centro de Sabrata para proclamar su emirato", cuenta a la AFP Mohamad, comandante de una milicia local que participó en los combates. “Pero los hemos derrotado y expulsado, y la vida empieza a recobrar la normalidad", añade el miliciano, destacando que el EI "no tiene aquí ninguna base popular".
La ciudad de Sabrata se encuentra bajo el control de milicias integrantes de la coalición Fajr Libia ( Amanecer de Libia en árabe), que se apoderó en agosto de 2014 de Trípoli y varias regiones del oeste. Poco después, Fajr Libia instaló una autoridad paralela (un gobierno y un Parlamento) en Trípoli, obligando a las autoridades reconocidas por la comunidad internacional a exiliarse en Tobruk, en el este del país.
El caos reinante en Libia desde la caída y muerte en 2011 del dictador Muamar Gadafi ha propiciado el ascenso del EI, que controla la ciudad de Sirte, a 450 km al este de Trípoli, y trata desde allí de extender su influencia. Entre los combates y las luchas de poder parece difícil encontrar una solución política a corto plazo. La ONU trata de promover un gobierno de unión nacional, capaz de hacer frente a los yihadistas, de momento sin éxito.
Los yihadistas controlan un territorio del tamaño de Bélgica o Dinamarca
La realidad es que poco a poco Libia se está convirtiendo en un bastión importante para los yihadistas. Según Richard Reeve, autor de la investigación, La intervención en Libia, por qué aquí, por que´ahora y qué es lo siguiente, publicado en Oxford Research Group, existen dos motivos que están detrás del aumento de influencia de EI en Libia: por un lado para aumentar el territorio bajo su control y por un efecto de los bombardeos sobre Siria e Irak.
En Libia, los yihadistas controlan un territorio del tamaño de Bélgica o Dinamarca. Bajo su yugo viven poco más de 100.000 personas, casi todas en la ciudad de Sirte, en algunos territorios cerca de Derna, Benghazi y la atacada la semana pasada, Sabratha. Pero por si algo es importante Libia es por sus recursos tanto militares como naturales. “Lo más importantes es la facilidad de saqueo de los arsenales de Muamar Al Gaddaffi y conseguir dinero en efectivo mediante los impuestos, la extorsión y el saqueo”, asegura.
Pero sin duda, el principal activo en Libia son los entre 2.000 y 10.000 combatientes extranjeros que luchan con Daesh, especialmente tunecinos, maroquies, sudaneses y de África Occidental.
En este escenario, el temor de que Daesh aumente su capacidad y crezca en Libia con el objetivo de extender sus tentáculos en Europa ha empujado a varios países a realizar operaciones militares en el país. Según lo informado por oficiales libios, algunas operaciones militares encubiertas ya fueron ejecutadas por Occidente para preparar el escenario ante una ofensiva abierta contra Daesh. En las últimas semanas, países como Gran Bretaña y Francia se sumaron a esas operaciones especiales. Por otro lado, en el mes de enero Italia permitió a Estados Unidos volar drones armados que despegaron desde una base en Sicilia, con rumbo a Libia, para proteger a los equipos especiales que realizaban movimientos en ese país.
Libia se encuentra a tan solo 300 kilómetros de Italia, lo que convierte el país árabe en base estratégica desde la que lanzar ataques contra Europa y África del Norte. Los países occidentales lo saben y ya han piensan en planes para evitar la expansión de los yihadistas sin que cometer los mismos errores que en la última intervención internacional.