Ramtane Lamamra, exministro de Relaciones Exteriores de Argelia en los mandatos del presidente Bouteflika, ha expuesto detalladamente su plan para el programa de la Unión Africana, del que es responsable, destinado a “hacer callar las armas”.
En una amplia entrevista al semanario Magazine de l’Afrique, el exjefe de la diplomacia del país magrebí considera que “ha llegado el momento de abrir una nueva página en la historia del continente africano, en la que no debe haber cabida para las confrontaciones fratricidas”.
“Tenemos que ser capaces de vivir juntos en la tolerancia, en la convivencia y en la armonía”, para lo cual el político argelino preconiza “una transformación de le mentalidad y el comportamiento”.
En una reflexión que suena a un cierto ‘mea culpa’, Lamamra declara que “los jóvenes africanos de la actual generación no son responsables de la situación en la que viven, ni de los conflictos armados que han heredado, cuya causa se debe a procesos históricos”.
Las declaraciones del exjefe de la diplomacia argelina cierran un largo capítulo de la historia del continente, en la que en nombre de causas más o menos legítimas, y en nombre de ideologías y pertenencias tribales, África se ha venido destruyendo socialmente durante decenios: “Hay que crear nuevas condiciones de vida, nuevas maneras para que los africanos gestionen sus propios asuntos, trabajen y arreglen pacíficamente las dificultades”.
Las propuestas de Lamamra para conseguir que “callen las armas” chocan con las justificaciones históricas y políticas, a las que se adhieren regímenes, grupos armados de diversa índole, y hasta movimientos de liberación que creen luchar por “sus derechos reconocidos internacionalmente”, véase Naciones Unidas, pero que en la realidad contribuyen a disgregar los países y bloquear el progreso del continente.
El nuevo responsable de la Unión Africana para la solución de los conflictos internos, enarbola dos consignas que considera esenciales: la unidad nacional de los países en la diversidad y la descentralización en la gestión y el progreso, de manera que “la vida en las regiones más prósperas no se haga en detrimento de las periferias”. Para conseguir esto, el diplomático considera ineludible “promover los valores de la concordia, de la reconciliación nacional, del vivir juntos y de la ciudadanía participativa”.
A la luz de algunos problemas que persisten en varias regiones africanas, las ideas de Lamamra son rupturistas con un pasado lleno de dogmas y de rencores tribales, étnicos y clasistas. Lamamra, que conoce bien la cuestión del Sahara occidental, de la Cabilia, de los conflictos tribales en Mauritania, en Mali, en Burkina Faso, en Níger, ¿se atreverá a llevar sus ideas hasta sus últimas consecuencias?