“Queremos anunciar que el comando general ha escuchado el deseo del pueblo, y que, pese a la enorme responsabilidad, el tamaño y las muchas obligaciones que supone, aceptaremos el deseo popular”. Estas fueron las palabras que pronunció hace algo más de una semana el mariscal Jalifa Haftar. En un solemne discurso, el hombre fuerte que controla el 85% del país, al mando del Ejército Nacional Libio (LNA, por sus siglas en inglés), se arrogó la autoridad de gobernar sobre todo el territorio del país norteafricano.

A nivel territorial, Haftar ha conseguido avances significativos en los últimos meses, pero, recientemente, su ofensiva se ha estancado. En algunos frentes, incluso, sus posiciones han retrocedido.
Los dos bandos continúan luchando por cada kilómetro cuadrado de territorio en un conflicto que se recrudeció a partir de abril del año pasado. El mariscal Haftar controla el este del país -donde se encuentra su sede oficial, la ciudad de Tobruk- y amplias extensiones del interior desértico. Sarraj retiene Trípoli, la costa occidental y cuenta con el apoyo de la ciudad independiente de Misrata, cuyas unidades militares han parado los pies al LNA a más de 100 kilómetros al sur de esta importante urbe costera.

En los últimos días, los combates se han concentrado en el oeste del país. Los combatientes del GNA lanzaron allí hace unas semanas una ofensiva coordinada, apoyada desde el aire por drones turcos, que les permitió recuperar núcleos de población importantes como Sabratha y Surman y, en la práctica, toda la costa desde Trípoli hasta la línea fronteriza con Túnez. Por el camino, los milicianos -muchos de ellos, mercenarios sirios enviados al norte de África por Turquía- aprovecharon para saquear propiedades privadas y públicas y para liberar prisioneros afiliados a diferentes grupos terroristas.
Hasta la fecha, el LNA y sus aliados militares -entre los que se encuentran Egipto y mercenarios rusos- no han sido capaces de responder militarmente. Es más: por el momento, han seguido retrocediendo. A pesar de que Sarraj ha pedido a Naciones Unidas que se reanuden las conversaciones de paz, sus combatientes no han disminuido la presión. En las últimas horas, el GNA ha conseguido hacerse con la base aérea de Al-Wattiya.

En la operación, las tropas leales a Sarraj lograron requisar material de combate, como varios cañones de 23 milímetros. Además, en un ataque aéreo de los drones turcos, fue asesinado Osama Amsek, el comandante del LNA que, previamente, había estado a cargo del aeródromo. Su muerte ha sido confirmada oficialmente por la central de medios del Ejército de Haftar.
La base de Al-Wattiya constituye un punto estratégico en el oeste de Libia, pues, desde allí, el GNA puede lanzar ataques contra las unidades del LNA que quedan en la región fronteriza con Túnez, prácticamente cercadas por las unidades leales al Gobierno. De hecho, como ha informado el portavoz del GNA Mohammed Kanunu, las fuerzas de Sarraj ya han llevado a cabo 24 ataques aéreos desde Al-Wattiya en poco más de un día.
Además, en las últimas semanas, el GNA ha llevado a cabo un movimiento de pinza hacia el interior, con el que ha conseguido tener bajo su control las localidades interiores de Yafran y Gharyan. Esta maniobra deja en una situación difícil a los combatientes del LNA que se encuentran en la zona.

¿Cambiará de signo el resultado de los combates en ese frente occidental? Es una incógnita. Aunque Haftar esté tratando de recuperar la iniciativa, Sarraj ha recibido importantes refuerzos del exterior en los últimos días (y se prevé que reciba más próximamente). Según ha informado el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (SOHR, por sus siglas en inglés), ya han llegado a Libia cerca de 7850 combatientes sirios de la mano de Turquía. Las cifras proporcionadas por este portal apuntan a que, entre ellos, se superan las 260 víctimas mortales.

Ankara, la principal aliada sobre el terreno del GNA, ha estado suministrando en los últimos meses tanto efectivos de sus propias Fuerzas Armadas como mercenarios afines procedentes de grupos yihadistas que operan en la guerra de Siria. A menudo, las autoridades del país euroasiático les prometen cuantiosas sumas de dinero y el acceso a la nacionalidad turca; unas promesas hechas, pero, con frecuencia, no cumplidas.

Turquía es su base de entrenamiento. Según ha documentado el SOHR, hay cerca de 3000 milicianos sirios más en territorio turco que ya están recibiendo entrenamiento militar para, posteriormente, ser desplegados en el norte de África. Cientos de ellos, pertenecientes en su mayoría al llamado Ejército Nacional Sirio, se preparan para ser trasladados a Libia en los próximos días.
Por tanto, si se echan cuentas, se obtiene que el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan ya ha reclutado en torno a 11.000 milicianos para que luchen en Libia a sus órdenes.