El viaje del Rey Don Juan Carlos a Marruecos, llega en un momento clave de las relaciones entre ambos países

Myriam Noblejas
 
La visita de Su Majestad el Rey a Marruecos a mediados de mes supone un paso más en la luna de miel que atraviesan las relaciones bilaterales entre España y el reino alauí. El viaje, previsto para el pasado mes de marzo, tuvo que ser aplazado a causa de la intervención quirúrgica en la espalda a la que fue sometido Don Juan Carlos hace unos meses y se realizará ahora, una vez culminada su recuperación. 
 
El jefe del Estado acudirá acompañado por una delegación de representes de las más importantes empresas españolas y es que, en el actual contexto de crisis, ha sido precisamente la economía uno de los pilares en los que se ha construido la buena sintonía que actualmente mantienen ambos países. España es ya el primer socio comercial de Marruecos (por delante de Francia), que se ha convertido en el segundo mercado para nuestras exportaciones, tan sólo por detrás de la Unión Europea. Las empresas españolas asentadas en el país vecino se cuentan por cientos. Como contrapartida, nuestro país continúa apoyando las tesis marroquíes en el seno de la Unión Europea y nuestros empresarios comparten su conocimiento y experiencia con empresas vecinas para acometer las obras de modernización en todos los sectores. 
Atrás –o, al menos, aparcadas- quedan las tiranteces entre ambos por asuntos como la reivindicación marroquí de Ceuta y Melilla, las quejas españolas por la llegada masiva de inmigrantes irregulares a través del Estrecho, los incidentes recurrentes en la frontera con Melilla o el conflicto del Sahara Occidental. Ahora, las relaciones se basan en el diálogo, el respeto y están presididas por la tranquilidad.  Hoy, el acento se pone en lo que nos une, en la importancia de estrechar lazos económicos como clave para el desarrollo marroquí y la recuperación española y, en la cultura, otra de las prioridades de la visita de Don Juan Carlos. No en vano, en Marruecos hay ya seis millones de hispanohablantes. La red del Instituto Cervantes en ese país es la más importante del mundo tras la de Brasil, con sedes en Tetuán, Tánger, Fez, Rabat, Casablanca y Marrakech y aulas en Larache, Chefchauen, Nador, Mequínez, Esaouira y Agadir, que enseñan español a 17.000 alumnos.
 
La buena sintonía entre España y Marruecos es producto de años de trabajo, tras la constatación tanto en Madrid como en Rabat de que la unión hace la fuerza. En el actual contexto de crisis, España no puede prescindir de su aliado natural del sur y no sólo por razones económicas, también políticas y geoestratégicas. Mientras, el reino alauí es  consciente de que su potencial de desarrollo puede cristalizar a mayor velocidad gracias a España. Una tarea en la que España ha contado además con algo de ayuda exterior. La llegada de Françoise Hollande al Palacio del Eliseo se tradujo en una priorización de las relaciones del gobierno francés con Argelia, por encima de Marruecos, lo que ha dejado la puerta abierta de par en par a nuestro país para convertirse en socio preferente del reino alauí. En su anterior viaje a Marruecos en mayo de 2012, tras el atentado contra el café Argana de Marrakech, Don Juan Carlos limó con Mohamed VI todos los problemas surgidos en los meses anteriores y la situación cambió sustancialmente.
 
El ejemplo más palpable del nuevo tono en las relaciones hispano marroquíes pudimos verlo el pasado mes de octubre cuando Rabat acogió la décima cumbre bilateral entre ambos países.  Una cita de carácter anual que había sufrido un parón de cuatro años a raíz del distanciamiento entre el gobierno de Marruecos y el socialista de José Luís Rodríguez Zapatero. En aquella Reunión de Alto Nivel, a la que Mariano Rajoy acudió acompañado de siete ministros y del presidente de la CEOE, Juan Rossell, el mensaje del presidente español y de su homólogo marroquí, Abdelilá Benkirán, fue claro: Unidos podremos enfrentarnos mejor a la crisis. Una cumbre de éxito fruto del cambio que Rajoy quiso imprimir en las relaciones con Marruecos. A pesar de la tensión latente, al llegar a Moncloa  siguió la tradición de realizar el primer viaje al extranjero como presidente del Gobierno a Rabat, donde en sendas entrevistas con Mohamed VI y Benkirán, se estableció el compromiso de iniciar una nueva etapa en las relaciones entre ambos 
países, por encima de las tradicionales discrepancias sobre Ceuta y Melilla o el Sahara Occidental. Se rompían los temores que apuntaban a un empeoramiento de la relación al llegar al poder marroquí un partido islámico moderado y en España, el PP con el mal recuerdo que dejó en Rabat el periplo de José María Aznar.
 
En este nuevo contexto, el papel de Don Juan Carlos resulta crucial. Su buena relación con la familia real marroquí ha servido en otras ocasiones para evitar conflictos diplomáticos mayores y podría ahora dar el espaldarazo definitivo al recién estrenado camino de diálogo y trabajo conjunto. En tiempos no tan lejanos, las relaciones entre España y Marruecos estuvieron marcadas por desencuentros que parecían impedir a ambos países ver el bosque formado por los beneficios económicos que tanto la cercanía geográfica como la complementariedad de sus proyectos les ofrecía. Ha sido la demoledora crisis económica la que ha hecho a ambos darse cuenta de la necesidad de convertir la adversidad en virtud y contemplar las enormes posibilidades y oportunidades de desarrollar negocios juntos, tanto en materia comercial como empresarial. Según afirmaba el propio Mariano Rajoy en Rabat, en octubre del año pasado, “Marruecos y España ofrecen oportunidades únicas que el actual contexto pone en evidencia”. Como la adjudicación en 2012 a Acciona, dentro de un consorcio saudí, del mayor contrato conseguido por una empresa española en aquel país: 700 millones de euros para la construcción de una planta de energía termosolar en la provincia de Ouarzazate. Todo un  símbolo para una nueva era con muchas posibilidades. 
 
 
 
 

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