Auto-condena francesa fruto de los persistentes intereses imperialistas

Francia en el punto de mira del yihadismo 

photo_camera France in the crosshairs of Jihadism

El mantenimiento de un grado de inestabilidad permanente, aunque “controlable”, permite a la vez mantener la explotación económica de las “zonas útiles” y la justificación de la presencia militar extranjera de forma duradera en los territorios excoloniales: Mantener por la fuerza, la desestabilización y hacer dependiente en materia de seguridad.


Al contrario que en el caso de España o Reino Unido, quienes en sus inicios principalmente se veían atacados por un terrorismo nacional, en el caso de Francia se habla de un terrorismo transnacional derivado de la influencia e intromisión francesa en territorios africanos y del mundo árabe.


Como punto de partida se puede tomar la guerra de Argelia, antigua colonia francesa, durante los años 1954 a 1964, dando por fruto más de 13.500 atentados en territorio francés con más de 4.000 muertos y 9.000 heridos. Anticipándose al terrorismo procedente de Oriente Medio entre 1984 y 1993, fruto del nexo entre la guerra del Líbano y las discrepancias entre Francia, Irán y Libia. A esta primera “ola de internacionalización del terrorismo” en Francia, se suma el hecho de que israelíes y palestinos tomaran dicho territorio como campo de batalla.

En 1992 surge una nueva guerra civil argelina que da por fruto el inicio del que sería el terrorismo islámico en el país galo; el apoyo indirecto de Francia al gobierno argelino en las elecciones impulsó a grupos argelinos a desviar su foco de ataque para detener dicho apoyo. Entre los grupos islámicos implicados se encuentra el GIA, autores de los atentados en el metro de París en 1995 y 1996. 

Francia en el punto de mira
Antes de que la guerra civil argelina se diera por finalizada en 1997, el terrorismo magrebí desterritorializado e impulsado por Ayman al-Zawahiri, número dos en Al Qaeda, abría sus puertas en 1995: la teoría del “enemigo lejano”. En este caso, Francia como aliado de Estados Unidos se sumaba a las discrepancias ensambladas durante los últimos años. 


Muchos de los antiguos miembros del GIA se unieron a las filas de Al Qaeda, conformando el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), que posteriormente consagraría la franquicia de la organización de Bin Laden en el Magreb islámico (AQMI). Este nuevo movimiento daría por comienzo al terrorismo global, incluyendo en sus filas a islamistas de todos los países magrebíes y musulmanes franceses de tercera generación, comprometidos con la yihad internacional.


Cabe distinguir las tres principales corrientes islamistas que predominan en Francia. En primer lugar la tradicionalista de la Dar al-ifta de origen saudí, con una visión pacífica y no violenta del islam. En segundo lugar la rama política, la “fisista”, del partido argelino FIS, pacífica y con una variada estrategia publicista. Y en último lugar la yihadista, de origen salafista, defensora de la yihad armada y del Takfir.

Francia punto de mira
La pregunta es, ¿cómo han llegado a Francia estas corrientes y por qué tienen tanta influencia? 


La clave está en las estrechas relaciones que Francia mantiene con los países del Magreb y el Sahel, con la consecuente migración procedente de los mismos y con diversos aspectos sociológicos, como la alta tasa de musulmanes en prisión, favoreciendo la conversión y radicalización de los presos. 


A dichas causas se suman las redes y conexiones internacionales asentadas en suelo galo: la red afgana, la argelina (la más antigua), consagrada por el GIA, el FIS y que ahora conformaría el GSPC integrado en AQMI y relacionada con la red iraquí, y finalmente la paquistaní y siria.


El porqué de estas relaciones y de estas redes deriva del imperio colonial francés y de su posterior independencia en los años 60. Desde la perdida de estos territorios los diferentes dirigentes franceses han intentado consolidar una dimensión europea a través del intervencionismo militar en África. Dicha europeización se materializó tras la Guerra Fría y la deslegitimación del papel protector de Francia tras el genocidio de Ruanda.


Mientras que Francia se involucra activamente en las relaciones africanas el resto de la Unión Europea prioriza otras áreas, haciendo difícil esa europeización demandada por los galos. Fue en 2016 cuando tomaron la vía de la actuación rápida en base a lo establecido en su Constitución, de manera  que a pesar de no compartir el poder de decisión con la Unión Europea sí esperan recibir posteriormente su apoyo militar. Esta línea se ha podido observar durante las últimas intervenciones en Mali y en la R.D del Congo, con una primera intervención francesa a la que se unió posteriormente el apoyo europeo a nivel, principalmente, económico.

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Como acontecimiento importante durante este último año destaca el asesinato, por las tropas francesas, del líder de AQMI en Mali, el argelino Abdelmalek Drukel, procedente de GSPC. Fruto de la misión antiterrorista contra la coalición yihadista Grupo de Apoyo al Islam que engloba a grupos como Al Qaeda, Ansar Dine, Frente de Macina y Al Murabitún.


Un punto a tener en cuenta, en especial a la hora del diseño y aplicación de medidas de prevención y lucha antiterrorista a nivel sociológico, son las características de las células yihadistas en suelo francés y la de sus integrantes, además de la vía de radicalización. 


En la actualidad la mayoría de ellos son individuos auto-radicalizados, especialmente a través de internet y las mezquitas locales. Los grupos y células suelen tener su origen en círculos familiares o por lazos entre criminales y yihadistas, en los cuales, la dimensión religiosa se convierte en justificación para la dimensión económica como vía de financiación de terrorismo. Destacan los perfiles de jóvenes desempleados con un pasado delictivo, frecuentemente con paso por prisión, que encuentran en el yihadismo una vía de escape y reconocimiento.

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Sin embargo, debajo de las buenas intenciones que enmascaran los discursos franceses, nos encontramos con los verdaderos fines de sus actos: la presencia militar queda en un segundo plano frente a la económica. Las mayores fortunas galas proceden de empresas privadas que desarrollan sus negocios en suelo africano. Podemos denominarlo como sistema de las tres rentas: servicios necesarios, recursos naturales y agricultura. 


Un ejemplo de ello es la privatización del agua potable, electricidad, medios de transporte y producción y controles portuarios en Senegal, Camerún y Costa de Marfil. La apropiación y explotación de los recursos mineros y energéticos, como ocurre con las minas de uranio en Níger y Sudáfrica. Y la agroindustria, siendo una importante fuente de ingresos durante el periodo colonial e inclusive tras la consecución de la independencia. La apropiación francesa de los recursos ha imposibilitado una verdadera “independencia”. “La destrucción sistemática de las empresas estatales creadas en el momento de las independencias se traduce en todas partes en la implantación directa de multinacionales en estos sectores estratégicos.”


Las tres rentas suponen un motivo, quizás el principal, para explicar la presencia militar de Francia en suelo Africano, además de destapar la finalidad última de sus motivaciones: Mantener por la fuerza, la desestabilización y hacer dependiente en materia de seguridad. 

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Es por ello que cada vez más voces se alzan en el Sahel planteándose la finalidad de la Operación Barkhane, no habiendo mejorado la situación yihadista, el sentimiento de inseguridad se ha multiplicado, lo que justifica la prolongación de la presencia francesa y el aumento de tropas presentes.


Podemos considerar pues los dos objetivos de guerra perseguidos por Francia: reforzar los Estados africanos y a su vez debilitarlos, mantenerlos dependientes económica y militarmente de la antigua potencia colonial. El mantenimiento de un grado de inestabilidad permanente aunque “controlable” permite a la vez mantener la explotación económica de las “zonas útiles” y justificar una presencia militar extranjera duradera.