La guerra en Gaza deja al descubierto la pérdida de influencia de los grupos terroristas regionales

El ataque terrorista de Hamás contra civiles en Gaza abrió la veda de la violencia – si es que en algún momento llegó a estar cerrada en la Franja –, y dio lugar a un contexto del que todas las partes quieren sacar rédito. Los grupos terroristas de la región fueron los primeros en ver una ventana de oportunidad para ganar ventaja y reforzar su mensaje extremista entre la población de los países vecinos.
- El fracaso de los intentos terroristas por ganar respaldo público
- La separación de la política y la religión
El fracaso de los intentos terroristas por ganar respaldo público
Hermanos Musulmanes o Daesh son algunos de los grupos terroristas que han querido usar la matanza de Hamás en Gaza para tratar de impulsar su popularidad en ciertas regiones. Sin embargo, los resultados no han tenido la respuesta que sus dirigentes habían previsto. Mahmoud Fathi, líder islamista vinculado a Hermanos Musulmanes, hizo un llamamiento a una huelga general en Egipto bajo el título “La inundación de la nación” que apenas tuvo seguimiento.

Esperaban recuperar parte de su popularidad tras años de declive, pero ni siquiera el repunte de la violencia ha logrado movilizar a aquellos que pretenden, de forma infructuosa, radicalizar a la sociedad. A lo que se debe añadir las diferencias que han ido saliendo a medida que se sucedían los días tras el atentado en Gaza.
El mapa ha quedado realmente complejo con la entrada de Hezbolá y la escalada de la violencia por parte de los hutíes respaldados por Irán. Cada uno busca sacar ventaja de una situación de inestabilidad, pero la realidad es que el único fruto que cae del árbol del caos es la destrucción y la pérdida de vidas. Lejos de obtener beneficio, Oriente Medio se está sumiendo en un nuevo capítulo negro de su historia, con cada vez más aristas que complican el tablero regional.

La separación de la política y la religión
La débil, por no decir prácticamente inexistente, respuesta popular a las campañas islamistas va ligada a la evolución del panorama político en la mayoría de los países de la región. A diferencia del contexto que existía en la mal llamada “primavera árabe”, política y religión se han ido separando – aunque aún perduran importantes ejemplos teocráticos como el régimen ayatolá en Irán – de forma paulatina, derivando en un menor grado de extremismo en buena parte de la sociedad.
De hecho, El Cairo ha llevado a cabo una intensa campaña para impedir que los Hermanos Musulmanes siguiesen soliviantando a la sociedad egipcia. Así, se logró una gran transformación que, como ha ocurrido en países como Emiratos Árabes Unidos o Marruecos, ha derivado incluso en la construcción de sinagogas en estos Estados.

Ha sido la propia sociedad de estos países la que ha puesto el freno a una expansión del extremismo que ha perdido impulso. Ni siquiera lo que debería ser un contexto favorable, como es la violencia de Israel contra los palestinos, que ya ha superado cualquier principio de proporcionalidad, ha servido para motivar las protestas.
A pesar de que Occidente comparte una opinión casi unánime acerca de la guerra entre Israel y Palestina, en la que la inmensa mayoría se posiciona a favor de Tel Aviv, los países árabes han denunciado la violencia desmedida de los israelíes. Incluso han bloqueado la normalización de relaciones que estaba a punto de materializarse, como era el caso de Arabia Saudí, que ahora exige abordar la causa palestina, previo paso a retomar las conversaciones sobre esta carpeta.