Grupos como los Hermanos Musulmanes o Daesh han intentado aprovecharse del conflicto infructuosamente

La guerra en Gaza deja al descubierto la pérdida de influencia de los grupos terroristas regionales

Miembros del Daesh en Níger - AFP PHOTO/AGENCIA DE NOTICIAS AAMAQ
AFP PHOTO/AGENCIA DE NOTICIAS AAMAQ - Miembros del Daesh en Níger, el daesh reivindicó el 16 de mayo de 2019 una emboscada a una patrulla del ejército en Níger en la que murieron al menos 28 efectivos

El ataque terrorista de Hamás contra civiles en Gaza abrió la veda de la violencia – si es que en algún momento llegó a estar cerrada en la Franja –, y dio lugar a un contexto del que todas las partes quieren sacar rédito. Los grupos terroristas de la región fueron los primeros en ver una ventana de oportunidad para ganar ventaja y reforzar su mensaje extremista entre la población de los países vecinos.

  1. El fracaso de los intentos terroristas por ganar respaldo público
  2. La separación de la política y la religión

El fracaso de los intentos terroristas por ganar respaldo público

Hermanos Musulmanes o Daesh son algunos de los grupos terroristas que han querido usar la matanza de Hamás en Gaza para tratar de impulsar su popularidad en ciertas regiones. Sin embargo, los resultados no han tenido la respuesta que sus dirigentes habían previsto. Mahmoud Fathi, líder islamista vinculado a Hermanos Musulmanes, hizo un llamamiento a una huelga general en Egipto bajo el título “La inundación de la nación” que apenas tuvo seguimiento.

PHOTO/AFP - Banderas de la Hermandad Musulmana, Jordania y otros partidos políticos
PHOTO/AFP - Banderas de la Hermandad Musulmana, Jordania y otros partidos políticos

Esperaban recuperar parte de su popularidad tras años de declive, pero ni siquiera el repunte de la violencia ha logrado movilizar a aquellos que pretenden, de forma infructuosa, radicalizar a la sociedad. A lo que se debe añadir las diferencias que han ido saliendo a medida que se sucedían los días tras el atentado en Gaza.

El mapa ha quedado realmente complejo con la entrada de Hezbolá y la escalada de la violencia por parte de los hutíes respaldados por Irán. Cada uno busca sacar ventaja de una situación de inestabilidad, pero la realidad es que el único fruto que cae del árbol del caos es la destrucción y la pérdida de vidas. Lejos de obtener beneficio, Oriente Medio se está sumiendo en un nuevo capítulo negro de su historia, con cada vez más aristas que complican el tablero regional.

Brigadas Qassam, el brazo armado del movimiento islamista palestino Hamás, asisten a una manifestación que conmemora el 35 aniversario de la fundación del grupo en la ciudad de Gaza el 14 de diciembre de 2022
AFP/MOHAMMED ABED
Brigadas Qassam, el brazo armado del movimiento islamista palestino Hamás, asisten a una manifestación que conmemora el 35 aniversario de la fundación del grupo en la ciudad de Gaza el 14 de diciembre de 2022 AFP/MOHAMMED ABED

La separación de la política y la religión

La débil, por no decir prácticamente inexistente, respuesta popular a las campañas islamistas va ligada a la evolución del panorama político en la mayoría de los países de la región. A diferencia del contexto que existía en la mal llamada “primavera árabe”, política y religión se han ido separando – aunque aún perduran importantes ejemplos teocráticos como el régimen ayatolá en Irán – de forma paulatina, derivando en un menor grado de extremismo en buena parte de la sociedad.

De hecho, El Cairo ha llevado a cabo una intensa campaña para impedir que los Hermanos Musulmanes siguiesen soliviantando a la sociedad egipcia. Así, se logró una gran transformación que, como ha ocurrido en países como Emiratos Árabes Unidos o Marruecos, ha derivado incluso en la construcción de sinagogas en estos Estados.

Un miembro de las Brigadas Izzedine al-Qassam, el ala militar de Hamás, portando un lanzacohetes y posando cerca de una maqueta de un avión no tripulado kamikaze con el texto debajo que dice en árabe Aqsa Flood (en referencia al nombre operativo del ataque del 7 de octubre en el sur de Israel)
AFP/AHMAD AL-RUBAYE
Un miembro de las Brigadas Izzedine al-Qassam, el ala militar de Hamás, portando un lanzacohetes y posando cerca de una maqueta de un avión no tripulado kamikaze con el texto debajo que dice en árabe Aqsa Flood (en referencia al nombre operativo del ataque del 7 de octubre en el sur de Israel) AFP/AHMAD AL-RUBAYE

Ha sido la propia sociedad de estos países la que ha puesto el freno a una expansión del extremismo que ha perdido impulso. Ni siquiera lo que debería ser un contexto favorable, como es la violencia de Israel contra los palestinos, que ya ha superado cualquier principio de proporcionalidad, ha servido para motivar las protestas.

A pesar de que Occidente comparte una opinión casi unánime acerca de la guerra entre Israel y Palestina, en la que la inmensa mayoría se posiciona a favor de Tel Aviv, los países árabes han denunciado la violencia desmedida de los israelíes. Incluso han bloqueado la normalización de relaciones que estaba a punto de materializarse, como era el caso de Arabia Saudí, que ahora exige abordar la causa palestina, previo paso a retomar las conversaciones sobre esta carpeta.