El reacercamiento diplomático auspiciado por China podría encarrilar el proceso de paz en el país del Golfo

La distensión entre Irán y Arabia Saudí abre una ventana de oportunidad en Yemen

AP/HANI MOHAMM - Combatientes de Ansar Allah asisten a la procesión funeraria de los combatientes rebeldes hutíes que murieron en los recientes enfrentamientos con las fuerzas del gobierno internacionalmente reconocido de Yemen, en Saná

Yemen será el medidor que evalúe el inesperado acercamiento entre Irán y Arabia Saudí. El acuerdo auspiciado por China, que sirvió para reabrir unos canales diplomáticos cerrados a cal y canto desde 2016, tendrá en este castigado país del Golfo su primera prueba de fuego: facilitar un acuerdo de paz que ponga fin una guerra por delegación en la que ambos están inmersos desde hace ocho años. Yemen atraviesa hoy la mayor crisis humanitaria del planeta, provocada por un conflicto que se ha cobrado cerca de medio millón de muertos. Las dos potencias regionales, aún en liza por la hegemonía del mundo islámico, tienen la llave para encontrar una salida política. 

“La situación [en Yemen] es frágil, pero continúa con una tendencia positiva”, dijo el portavoz del secretario general de la ONU, Stéphane Dujarric, al ser preguntado en rueda de prensa por la imagen de la semana, en la que posaban el jefe de la diplomacia china, Wang Yi, el secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional iraní, Ali Shamkhani, y el asesor de seguridad nacional saudí, Musaad bin Mohammed Al Aiban. Habían firmado por sorpresa la reapertura de sus respectivas embajadas. “Esperamos que este acuerdo tenga un impacto positivo en esta situación y en otras”, puntualizó Dujarric en referencia a Yemen. 

En 2014, el país del Golfo se sumió en una sangrienta guerra civil tras levantamiento armado de la milicia de Ansar Allah contra el Gobierno de Abd Rabbuh Mansur al-Hadi. El grupo chií zaydí, con un dilatado historial insurgente y situado bajo la órbita de Irán, consiguió tomar el control de la capital, Saná, y expulsar al Ejecutivo a comienzos de 2015. Meses después, una coalición internacional liderada por Arabia Saudí, que contó con el respaldo político y logístico de Estados Unidos, intervino con una intensa campaña de bombardeos sobre las zonas controladas por los hutíes. Los ataques aéreos agravaron el aislamiento al que Yemen estaba sometido. 

Irán, por su parte, quiso aprovechar las revueltas en el “patio trasero” de Arabia Saudí para desestabilizar a su némesis regional. Para ello fletó embarcaciones que cruzaban el mar Rojo cargadas con fusiles, misiles y drones con destino Yemen. La Guardia Revolucionaria armó hasta los dientes a sus socios hutíes para impulsar sus avances territoriales, según los informes de los expertos de Naciones Unidas. Pero el régimen de los ayatolás ha negado de forma insistente estas acusaciones. 

Los insurgentes yemeníes utilizaron el material para atacar infraestructuras estratégicas en Arabia Saudí. También han reivindicado ataques contra Emiratos Árabes Unidos, aunque Abu Dabi nunca los ha reconocido. La última ofensiva de este tipo tuvo lugar en marzo de 2022, cuando un misil impactó en una planta de producción de petróleo de Saudi Aramco en Yeda, dejando temporalmente fuera de servicio la mitad de la producción de crudo. Ese mismo día, la segunda ciudad más grande del país acogía el Gran Premio de Fórmula 1. El humo se veía desde las curvas del circuito. 

Irán quiere enterrar el hacha de guerra. La misión de la República Islámica ante Naciones Unidas se mostró optimista a la hora de alcanzar una salida política a la guerra de Yemen. El jefe de la diplomacia persa, Hossein Amirabdollahian, garantizó el respaldo de Teherán a las conversaciones intrayemeníes en una reunión con el enviado especial de la ONU para Yemen, Hans Grundberg. El problema es que algunos militantes de Ansar Allah se han desmarcado de su órbita tras el último acuerdo del alto el fuego. 

Atalayar_Guerra Yemen

El grueso del grupo, sin embargo, recibió de buen grado las noticias que llegaban desde Pekín, con el acercamiento entre Riad y Teherán. “La región necesita el retorno de unas relaciones normales entre sus países, a través de las cuales la sociedad islámica pueda recuperar su seguridad perdida como consecuencia de las intervenciones extranjeras, dirigidas por los sionistas y los estadounidenses”, declaró uno de los negociadores hutíes, Mohamed Abdulsalam. 

Riad es el primer interesado en poner fin a un conflicto en el que apenas ha conseguido avances. El ministro de Exteriores saudí, Faisal bin Farhan, dejó claro que su prioridad es el alto el fuego. Mientas que el primer ministro y gobernante de facto de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman, quien fuera el principal promotor en su día de la intervención en Yemen, ha verbalizado recientemente sus planes para desarrollar una serie proyectos turísticos multimillonarios en el mar Rojo, que serían del todo incompatibles con una guerra activa en la frontera sur del reino wahabí.

“La prueba para el actual acercamiento saudí-hutí es Yemen, dado el papel de Irán en las fronteras inmediatas de Arabia Saudí y el acceso al mar Rojo”, traslada Ibrahim Jalal a este medio. “El acercamiento saudí-iraní, en lo concerniente a Yemen, incluye un intento importante de abordar el ángulo regional del conflicto, pero queda mucho por hacer dada la naturaleza polifacética del conflicto ocho años después”, matiza el investigador no residente del Instituto de Oriente Medio (MEI, por sus siglas en inglés).

“No sólo en Yemen; también en Siria, Irak, Líbano: todos ellos han sufrido las consecuencias del antagonismo saudí-iraní. Esperemos que la normalización de las relaciones permita avanzar hacia la paz y la estabilidad política”, apunta la analista Annelle Sheline en conversación con Atalayar. “Sin embargo, es importante no exagerar las implicaciones para Yemen. Este conflicto no es una guerra subsidiaria. Aunque Teherán retirara su apoyo, los hutíes no desaparecerían, son un movimiento autóctono que se originó décadas antes de la guerra”.

¿Hacia una tregua permanente? 

El acuerdo de alto el fuego acordado en abril del año pasado, en vísperas de Ramadán, expiró en octubre. Las posiciones maximalistas de los hutíes tumbaron una tregua que había concedido cierto oxígeno a la población civil. Riad cedió con el levantamiento del bloqueo sobre el puerto de Al Hudayda, vital para la llegada de petróleo y ayuda humanitaria, y con la reapertura del aeropuerto internacional de Saná. Pero las exigencias hutíes para prolongar el alto el fuego comprendían, además, el pago de los salarios de los trabajadores del autodenominado Gobierno de Salvación Nacional, con sede en Saná, y de los soldados de las zonas bajo su control, que no cobran desde 2016. Es decir, financiar a las fuerzas a las que están combatiendo. 

Atalayar_Guerra Yemen

Las negociaciones continúan sin descanso en la capital omaní de Mascate, y parecen ir encaminadas hacia un acuerdo beneficioso para las partes. A pesar de no haber un entendimiento total, los enfrentamientos a gran escala no se han vuelto a reproducir. Por eso, entre otras cuestiones, el acercamiento en Pekín entre Riad y Teherán generó cierto optimismo en los interlocutores, porque podría significar el impulso definitivo.

Sheline matiza que la normalización saudí-iraní no empeorará las cosas en Yemen, e incluso podría tener “un efecto positivo”. “Hasta ahora, Washington y Riad se han sentido frustrados porque tenían muy poca influencia sobre los hutíes. Pero ahora, en el marco del acuerdo entre Irán y Arabia Saudí, si los hutíes y Riad llegan a un acuerdo, es probable que Teherán presione a los rebeldes yemeníes para que lo cumplan”, explica la investigadora especializada en Oriente Próximo del Instituto Quincy.

Jalal coincide en que “es muy probable que los saudíes esperen que los iraníes ejerzan cierta presión sobre los hutíes para que renueven y amplíen la tregua, si es que no se comprometen pronto a un alto el fuego, cuyos términos se llevan negociando desde octubre, directa e indirectamente a través de Omán”.

Pero las conversaciones entre saudíes y hutíes excluyen a muchos de los actores que influyen en la realidad del país. Uno de ellos es el denominado Consejo de Liderazgo Presidencial (CLP, por sus siglas), el Gobierno yemení internacionalmente reconocido que preside en la actualidad Rashad Muhammad Al-Alimi. Este Ejecutivo con sede en Adén, conformado por ocho perfiles colocados por Riad, es especialmente débil, incapaz de sobrevivir sin la asistencia del exterior, y está abiertamente dividido sobre la línea a seguir en el futuro. 

Convoy del CTS en Yemen

Las negociaciones también excluyen por el momento a Emiratos Árabes Unidos. El acaudalado país del Golfo, que forma parte de las fuerzas de la coalición encabezadas por Riad, retiró oficialmente sus tropas en Yemen a finales de 2019, aunque sigue financiando a un grupo de milicias sobre el terreno. El principal aliado de Abu Dabi en suelo yemení es el Consejo de Transición del Sur (CST, por sus siglas), el órgano que reclama la independencia del sur del país y controla los puertos estratégicos y las vías navegables, así como el archipiélago de Socotra y la isla de Meyo en el estrecho de Bab el-Mandeb. 

“Emiratos Árabes Unidos está preparando su delegación para un diálogo directo con Saná con el fin de establecer finalmente la paz y el cambio regional que se ha producido gracias a la firmeza del pueblo yemení [y su resistencia]”, aseguró el ministro de Estado del Gobierno de Salvación Nacional de Yemen, Abdulaziz al Bakeer. Abu Dabi, por su parte, ha evitado hacer comentarios al respecto, mientras que el CTS denuncia no haber sido informado de los avances de las conversaciones en Omán. 

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